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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

jueves, 22 de abril de 2010

Vuelta a las andadas

Y no, no es que me haya vuelto a enamorar. Nunca he dejado de estarlo. La que va y viene es ella. Unas veces es pelirroja —mi debilidad— otras morena y en contadas ocasiones rubia. Siempre risueña. A estas alturas debo reconocer que llevo la eternidad de 30 años enamorado del eterno femenino. Bueno, y también admitir que me ha cupidazo algunas monstruitas, pero igualmente tenían su gracia.
En lo que reando es en escribir una ¿novela? De acabarla, ésta sería la 3ª que hilvano. De conservarla, ésta sería la segunda; pues la novel —quizás la más bella— me hacía demasiado daño en su reflejo, así que la borré del disco duro ya que no podía desmemoriarla del cerebro. De publicarla, ésta sería la 1ª, pues una apaciguada relectura de BAUT me ha llevado a comprender porqué no funciona como obra: no mantiene una unidad narrativa. Es una antología de textos ninescos, no una novela.
Quizás mi fallo fue ser estricto en ciertos parámetros creativos. La concebí y desarrollé como una respuesta masculina a toda la femimemez presente en producciones como Bridget Jones. Estaba —y lo sigo estando— harto hasta la náusea de que los hombres, sólo por el hecho de serlo y disfrutarlo, seamos considerados por las descerebradas y los nenazas como unos insensibles aneuronados proclives al gatillazo explosivo. Creedme, ahí fuera hay mucha insensata descorazonada limitada al uniorgasmo fingido. Vamos, que me metí a escribir un libro de tesis cuando lo mío nunca fue la síntesis, si no el exceso en la sintaxis cuando me muestras el chasis, Lola.
Resumí en el compendio, toda mi vida de cazador cazado en un solo año y a mis dulcineas en 3 tobosas. Decliné una lista de nombres, coordine sucedidos subordinados a percepciones y los conjugué con acciones. El resultado fue mi versión liada de La iliada. Pero como no soy Ulises, ni tengo el talento de Joyce, mi odisea espacial fue más bien especial. Puede que mi soñado cohete se haya convirtió en petardo, pero su estallido me despertó de un mal sueño. Eso sí, el resultado es en una de esas cosas que te encantan, aunque entiendes que a los demás los espante. Lo mismo pasa con mis caprichos y mi padre: siempre las encuentra feas.
El caso es que no sé si sabría adecuar BAUT al canon de otros ojos. Lo que sí sé es que no quiero. Para mí tiene un valor totémico. Su escritura sanó mi espíritu y su lectura aviva mi ánimo. Pero no me apetece alterarla para intentar publicarla. A diferencia de Pedro Marín, soy un hombre que puedo interpretar más de un tema y mi mente no está llena de aire.
Si estando tan trostélido logré crear lo que creé, ahora que no fumo, bebo lo justo y colchoneo lo necesario… ¡Voy a escribir la mejor novela que ningún ninero haya escrito por dinero! Pues esta vez no me ataré a una estructura cerrada. Mi idea es dejar que las musas y mis crafts me guíen. Mi intención es escribir una obra de misterio, o más bien misteriosa. Uno de esos libros que si algún yonimentero no concluye su lectura, siempre se planteará qué habría pasado de haberla finalizado. Quizás su vida —al igual que mi cuerpo después de conocerte, Lola— no habría sido la misma.
Puede que lleves un tiempo leyendo este blog —tu decisión más acertada desde que yo decidí dejar de usar peluquín—, entonces ya sabes que BAUT no es mi única creación onanista. Disfruté como un nino fabulando mi estancia en La isla de Kong. Tardé en comprender que donde yo veía escapismo, la mayoría de los lectores encontrabais un ejemplo de culteranismo. De gongoriano ya tengo bastante con mi condición de Polifemo, así que decidí frenar la publicación del relato y ahora ya hace tiempo que ni lo sigo escribiendo. Una pena. Eso sí, en acabando esto y aquello, voy a releer el capítulo en el que mientras le intento quitar las botas a Barbarella, aparecen los villanos de Duran Duran cantando el Wild Boys. No me preguntéis cómo, pero el pasaje acaba con mi cuerpecillo atado a un aspa rotatoria mientras intento invocar la ayuda de Los niños perdidos. Tremendo el delirio ninero que alcancé en esas aventuras isleñas.

Bueno, estás avisada: bajo el epígrafe Proyecto X, no encontrarás ningún plan de dominación mundial si no mis planes con dominatrices mundanas. Ah, te aviso de que el relato comienza con un asesinato. Pero no se lo digas a nadie, pues Nadie es el nombre de Ulises tras dejar ciego al cíclope. Y Polifemo es el príncipe de los cíclopes. Total que al final me lo habrías dicho a mí. Y ya sabes que prefiero que me susurres lo que no sé, y no lo que adivino, como que hoy es jueves, uno de los 7 días de la semana en que no te apetece verme.
Venga, a ronronear y para la cama. Que yo protejo tu sueño.
©Nino Ortea, el llenafolios que se cree escritor. Gijón, 23-IV-10

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