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viernes, 4 de abril de 2014

CAPITÁN AMÉRICA: CUANDO DESPIERTA EL DURMIENTE V



Defender la nación

En junio de 2002, Marvel inaugura el cuarto volumen de Captain America de la mano del guionista John Ney Rieber y del dibujante John Cassaday. Éstos arrinconan la trama urdida por Jurgens, incluido su ambiguo final con un Capi oficialmente muerto y enterrado, y recrean al personaje desde sus cenizas. O más bien habría que decir desde las cenizas de Nueva York tras la caída de las Torres Gemelas. Pues el primer episodio, que a su vez inaugura el arco argumental Enemy, nos presenta al Capi colaborando en los esfuerzos de rescate y ayuda a las víctimas de la catástrofe.


La retórica de este capítulo se aleja del discurso oficial de clamar por el derecho a una venganza divina, y al recurso a ataques preventivos contra países poblados por atávicos terroristas disfrazados de hambrientos pastores de cabras. Dislates ideológicos que sí reverberan en otras obras publicadas por La casa de las ideas, como en el fallido Amazing Spider-Man 36 escrito por el nefando J. M. Strazynski.

Rieber centra inicialmente su discurso en la desolación que abate a toda persona, incluidos los supertipos, ante una gran pérdida; en la necesidad de no confundir justicia con represalia; en el sin sentido de asesinar en nombre de un dios vengativo... Pero, al igual que la vida debe continuar, la trayectoria del Capi debe seguir las pautas de todo héroe Marvel que aspire a tener una serie propia, y alejarse del peligroso terreno ideológico que parecía querer recorrer. Así que en los cinco episodios restantes de Enemy, Rieber recurre a todo un clásico dentro de la cultura popular norteamericana: la teoría de la conspiración.

En este caso, el enemigo no es todo el Estado –dejemos eso para los exacerbados que vuelan edificios federales o se atrincheran en sus granjas– sino una secreta organización gubernamental que incumple sus fines originales de proteger y garantizar la libertad de los contribuyentes. Nada nuevo bajo el Sol, si nos remitimos a series archiconocidas como Expediente-X o X-Men. Nada sorprendente si atendemos a la idea que defiende Rieber: por mucho poder que tengan los tiranos, es mayor el poder que ostenta el pueblo.

La trama nos presenta al Capitán América combatiendo al líder terrorista Faysal al-Tariq, quien junto a sus acólitos ha tomado a sangre y fuego la ciudad norteamericana de Centerville. La situación se vuelve tan complicada que El centinela de la libertad se ve obligado a matar al líder de los asesinos, aunque esta vez el cometer un crimen no le plantea los problemas que le acarreó en el pasado –si tenéis a mano la etapa guionizada por Mark Gruenwaild en la que, en la edición de Forum, el personaje compartía colección con Thor, echadle un vistazo.
Al asesinar a Faysal a cara descubierta y revelar su identidad civil como Steve Rogers, el Capi busca evitar que nuevos iluminados tomen venganza por la muerte del cabecilla guerrillero en cualquier otro ciudadano o interés norteamericano. Al enfatizar la figura del Individuo frente al Sistema, Rieber propugna que los individuos no se conviertan en víctimas de las represalias por las desafortunadas políticas gubernamentales.
Mientras combatía a los terroristas, el Capi observó que éstos utilizaban una tecnología avanzada idéntica a la de Shield; lo que le llevará a un enfrentamiento con su director, Nick Fury, y a emprender un viaje a Dresden, ciudad alemana arrasada durante la Segunda Guerra Mundial y desde la que un superviviente nazi planeaba provocar el tercer conflicto planetario.

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