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¡Y es que me meto en cada jardín!

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Quantum of Solace por Nino Ortea

¡La culpa es de las mujeres!



Bueno… no de todas… ¡La culpa es de las mujeres hermosas!


Sí, anónimo lector, no te quedes pensando: “Este Nino está peor de lo que pensábamos, vamos a tener que ingresarlo”. Sigue leyendo y comprobarás que lo mío no tiene arreglo, pues mi idea es hablarte de la última peli de 007.





Como os decía, considero que la cercanía de La Belleza es El Santo Grial que revive a todo aquél que la roza con sus labios. Además os hablo de la belleza exultante y ruidosa, no de la belleza muerta y embalsamada en los museos. Donde esté el estruendo de una sonrisa sincera, que se quite cualquier sinfonía de Ludwig van; donde esté una leyenda impresa en una camiseta bien ceñida, que se quiten todos los folios dictados por Borges; donde esté la gloria de Ursula Andrés que se quite la Venus de Botticelli. ¡Para goce, coronar sus cumbres y no las del Himalaya!




Bueno, mejor pensado… ¡La culpa es de mi debilidad ante La Belleza!




Centrándome en James Bond, hay quien va a ver sus películas por el personaje, otros por lo exótico de sus exteriores y no falta quien opina que es buen cine. Yo, pecador, lo reconozco: las veo por sus vertiginosas protagonistas femeninas. De hecho, una de las dos razones contadas por las que me plantearía usar gafas, sería para poder seguir maravillándome ante estas jabatas fílmicas. La otra sería para verte de lejos, ya que no te puedo tener cerca.





Todo tiene un principio; y en mi largo deambular por las 22 entregas de la saga 007, este principio se llama Barbara Bach, la curvilínea soldado del ejército soviético a la que se unía el rijoso Roger Moore en La espía que me amó. Película que devoré —y ahora atesoro— desde el primer piso del cine Maria Cristina en 1977. Misma sala, y mismo año, en la que aprendería a pilotar un X-Wing con La guerra de las galaxias.



Todas las que vinieron después, al igual que las que habían llegado antes, tiene un lugar especial en mi corazón cinéfilo —lo mismo que las novias de Drácula y las adormecidas por Freddie Krueger— sólo por detrás de las tres chicas Kong. Y es que con nombres de guerra como “Pussy Galore” (Goldfinger) o “Honey Ryder” (Dr. No) cualquiera no fantasea con ellas.

De hecho, mi tío nunca me ha contado si en aquella sesión vermú a la que me coló a escondidas, tropecé con algún escalón y me dañé la cabeza, pues “las chicas bond” encarnan al tipo de compañera que busco para mis operaciones trueno: independientes, ingeniosas, sensuales, resolutivas, escasas de ropa y cubiertas de misterio.




Así que no esperéis que os diga cuál es mi 007 favorito —siempre diré que Cary Grant— o mi peli de James Bond inolvidable —las encuentro todas muy parecidas, y suelen envejecer muy mal—. A mi me apasionan las bondnudas y esos títulos de crédito entre el pop y el empalago. Vamos que si hacen un montaje del director centrado en las piernaslargas y sus minivestidos… ¡yo encantado!

Curiosamente sí que me gusta el Bond novelado —al igual que a J.F.K. y a mi difunta madre—, siendo mi novela favorita Al servicio de su majestad. De hecho, el personaje literario recurrente de Mary Goodnight haría callar a mucha iletrada que considera a Ian Fleming un escritor machista. Es una pena que sólo cuente con una encarnación fílmica, la de Britt Ekland en El hombre de la pistola de oro (1974). Pero bueno, conviene recordar que la implicación directa de Fleming con la serie había finalizado en 1965. tras sus desencuentros creativos a causa del guión de Operación Trueno.






Abordando Quantum of Solace, parece ser que la protagoniza el mismo actor que la anterior —la verdad es que tendré que empezar a fijarme en este tipo de detalles nimios— un tal David Beckham. El caso es que la peli entretiene y quien a estas alturas busque en un film de 007 algo más que entretenimiento, lujuria y desenfreno que se venga a Xixón con motivo del Festival de Cine. Podrá encontrar múltiples formas de disimular sus bostezos al aburrirse con el cine gafapastas.



Centrándome en lo importante, en este preguntarse por parte de David Bustamante cuánto sol hace, destaca ese portento sensorial erigido sobre dos piernas interminables llamado Olga Kurylenko. Vengativa, resolutiva, enigmática… toda una ensoñación para cualquier hombre al que le guste despeñarse en la pasión.

La peli es más corta que las anteriores, y los insulsos títulos de crédito me llevaron a preguntarme qué habría pasado de haber firmado el tema central la vinatera Annie Winehouse.




Hablando de tema, es la primera vez que asistimos a un gatillazo de 007: El David Copperfield éste no logra encamarse con la deseable Kurylenko. Con la cara de estreñido que gasta el alegre, no me extraña. Aunque también puede ser que, en una película que ha batido los registros de publicidad indirecta, no encontraran una marca de preservativos que patrocinara la escena temática.



Bueno, me voy a ver Hitman donde creo que se puede disfrutar la verdad desnuda de Olga Kurylenko.



¡Viva el amor!



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©Nino Ortea Gijón, 2-XII-08







2 comentarios:

  1. Nino, no quiero condicionarte, pero quizás deberías aportar más datos en tus reseñas, y guardarte tus disgresiones personales.
    Te recuerdo que falta poco para la entrada 200, en la que nuestro creador ha anunciado que desaparecerá uno de nosotros.
    confío en que mi reseña te sirva de guía.

    Un saludo

    Tino

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  2. Desde luego tienes una gran capacidad para escribir y trasmitir emociones con todos tus textos. Leerte es algo sorprendente y turbador. Nunca me gustaron las películas de james bond y dudo que empiece ahora, pero has logrado que cuando vea alguna tumbada en el sofa me acuerde de lo que disfrutas con ella.
    No dejo de preguntarme si tu gusto por las mujeres mantis es un juego, un placer o una condena. Quizá te gusta quejarte de ellas, y las escoges por que sabes que no te enamorarás y no te harán daño.
    Por cierto, me gusta mas tu estilo que el de Tino, me haces reir

    Besos

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Gracias por tu lectura comentada.

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