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viernes, 24 de abril de 2009

Anteriormente en Kong 2 de 5



-->El sol naciente me daba de frente, y eso me impedía ver con claridad. Cómo no escuchaba cerca de mí ninguna voz femenina, no me apetecía andar a palpo, así que esperé a que mis ojos se acostumbraran a la luminosidad. Una chati con dos cabezas se me quedó mirando fijamente, y no pude evitar bajar la vista para comprobar si tenía cerrada la cremallera. ¡No problemo!
Más adelante, un yoni capuchón, enfundado en un hábito raído, me hizo señales con su guadaña. "¡Sí, justamente en ese momento estaba yo pensando en ponerme a segar!" Obviamente, querido lector, en ese momento me invadían las mismas dudas que a cualquier otro en mi situación:
“Si la chati tiene dos cabezas… ¿cómo andará del resto?”
“¿Cuándo se come aquí?”
“¿Habrá entre estos alegres alguien subscrito a mi blog?”
Oí unas fuertes pisadas, y recé por que no fuera mi futura suegra. Recordé que no estaba en Gijón, así que me tranquilicé. Fue girarme, y no podía creérmelo: ¡era Kong, con expresión de haberse liberado de un gran peso!
En ese momento el viento cambió de dirección. No sé lo que comería el simio, pero mi pituitaria se negó a identificar el hedor.
Tropecé y caí.
—¡A ver si miras con tus sentidos y no con tus ojos, chaval!
—¡Anda, hombre invisible, vete por ahí! Mejor te vestías, que a tu edad te tenía que dar vergüenza aprovechar tu invisibilidad para andar desnudo.
Una nube de arena me cegó, y volví a sentir el “olorcillo”. Cuando me quise dar cuenta Kong me aferraba en su puño. Confié en que ésa no fuera la mano con la que se había limpiado el fondillo. Todos los mitos nos miraban, me vino una idea a la cabeza. Si se conectaran todos a mi blog… ¡tendría una audiencia monstruosa!
Tras tres tristes traspiés trostélidos, nos detuvimos. Ya en el suelo, me fijé en el mascarón metálico que el simio utilizaba como silla. Pude leer la palabra que figuraba en un lateral: Nautilus.
Frente a mí, tenía sentada sobre un cofre a una pellejuda cubierta con un generoso vestido de gasa, que despertó mi curiosidad. A medida que me alejaba del olorcito simiesco, me acercaba al aroma de su sonrisa vertical; hasta que mi arrimo se vio frenado por un titán que, tras salir de la nada, le dijo a la liviana:
—¡Pero bueno, Pandora! ¿No te puedo dejar sola? ¡Cuando no estás abriendo tu ánfora, lo estás haciendo de piernas!
De repente oí la dulce voz de la alardeadora, mientras me señalaba con su dedo:
—¡¡ φαλακρό άντρα που προσπάθησε να αποπλανεί μου!!
Justo entonces, el audífono con traductor g.p.s que le había robado a un ciego, decidió quedarse mudo. Aunque para entender las intenciones del titán, no hacía falta tener poderes adivinatorios…
De repente, todos guardaron silencio ante K.
Entre el mareo por el vértigo, y el aturdimiento por el hedor — ¡pues sí, Kong me había pillado con la mano adobada!— no estaba yo muy perceptivo, pero el gesto del king era muy poco regio, yo diría que más bien, encabronado. Más tarde supe que en su apresuramiento por alejarme del envite griego, había pisado al hombre invisible que continuaba haciendo ostensible su imperceptible desnudez.
K me posó abruptamente, y con el golpe se reactivó mi traductor holográfico GPS. Bien, ¡por fin podría preguntarle a alguien a quién habían expulsado de Gran Hermano!
—¡No lo muevan, voy a hacerle el boca a boca! —gritó un salibante Dorian Gay.


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