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martes, 25 de agosto de 2009

Swamp Thing: Un grito en el pantano 6/7


Con más dudas de las que tenían al comienzo, Swampy, Constantine y su cuadrilla se enfrentan a La Brujería, la encarnación del Mal en la Tierra; a la vez contemplamos los primeros brotes del siguiente arco argumental en una denuncia del vouyerismo-puritanismo que caracteriza a Occidente.


Al igual que Eva en La Biblia, es un personaje femenino el seducido por la maldad. Si la Judith evangélica salvaba a Israel al cortar la cabeza a Holofernes, el personaje de tebeo pondrá en peligro a la humanidad, al serle cortada la cabeza como premio a la traición a que sometió a sus amigos en ST 48. En el mundo que pretenden salvar, Abby es detenida por mantener relaciones contranatura, acusación agravada por su condición de mujer casada y educadora infantil. Ya en el 49, los equipos astral y psíquico de la DC, convocados por Constantine, se enfrentan al Mal.
El fin —número doble que requirió el concurso de Bissette, Veitch, Totleben y Mandrake— cierra esta saga con una idea constante en Moore: el sinsentido del maniqueísmo. Si todo se redujera a una lucha entre el Bien y el Mal, ¿dónde habría espacio para nosotros? Las legiones de los héroes se pueblan de demonios temerosos del pensamiento único; la amenaza unificadora provoca alianzas momentáneas de intereses contrapuestos; la Obscuridad, sin el contraste de la Luz, se convertiría en Vacío.
El héroe ha cambiado, tomando mayor conciencia de sus poderes, viendo como las respuestas a sus preguntas le llevan a más dudas. Al protegernos a todos ha descuidado a la que más quería; ahora luchará por su derecho a amar y ser amado.



La mujer y el monstruo
Abby siempre se refiere a La cosa como Alec, aunque sabe que su amado no es una fangosa encarnación de Holland. Su acercamiento al monstruo es paralelo al distanciamiento de su marido. Lo que atrae a Abby en Swampy es la ternura, afecto, e intimidad que alcanza a su lado. Los placenteros pasajes junto al lago, basados en la tranquilidad de compartir risas y confidencias, son contrapuestos a la crudeza de vivir en la sociedad del bienestar; en la que el asfalto se convierte en barro que dificulta el devenir vital; las relaciones se convierten en arenas movedizas y el lugar de trabajo en un pantano sin fondo.
Al igual que cualquier enamorada Abby disfruta descubriendo aspectos de su amado, le atrae en él lo que a otros repele, y asimila sin prejuicios todo aquello que los demás consideran inhumano.
Esta pasión —que había sido el principal substrato temático de algunos arcos argumentales— lleva a La cosa a convertir la jungla urbana de Gotham en selva vegetal; como forma de presionar a una sociedad farisea que no aplica las mismas normas a todos sus miembros.



Se denuncia la desigualdad de los ciudadanos ante las leyes, que llegan a ser utilizadas para castigar relaciones de apareja.
En un mundo sobrado de seres no humanos, ¿cuál es la razón para perseguir al pantanoso y no al kriptoniano?
En nuestra sociedad finisecular, ¿qué razón justifica el que la misma institución que anula matrimonios para facilitar otros, niegue el sacramento a los que no han pasado por su aro recaudatorio?
Moore, conocedor del caos que supone todo enamoramiento, suele presentarnos en sus relatos —Watchmen, WildCats,...— a personajes que hallan en el enredo del amor la seguridad para afrontar los peligros que les rodean. Es esta plasmación de situaciones por las que cualquiera que haya tenido corazón ha pasado, lo que convierte la lectura de estos pasajes en una emotiva reflexión sobre esa tontería llamada amor.


En ST51, se aborda el tema de amor y prejuicio, tan querido para Jane Austen. Querer a la persona que otros consideran equivocada tiene un precio, y Abby será procesada por amar a un alien. Swampy comienza una batalla por liberar a su compañera, mostrándose más decidido que en sus anteriores luchas por salvar a la Humanidad. Libre de la guía del honorable Gordon Sumner —Constantine (de físico inspirado en el cantante Sting) reaparecerá al estar llamado a misiones más altas en la serie, como prestar su cuerpo para la consumación del matrimonio vegetal-mujer— La cosa pasará del desconcierto a la ira al comprobar el rapto de Abby.
Rick Veitch se ocupa del dibujo, combinando barrocas reminiscencias de su pasado underground con el hábil uso de las texturas y una precisa plasmación de la ambientación; ayudado por el detallado entintado de Alfredo Alcala, a quien Totleben consideró su sucesor natural en la serie, y por las sugerencias de Bissette quien se resiste a abandonar la colección, para la que realiza las portadas hasta ST63.
Totleben dibuja el número 53, que se cierra este arco argumental. Destaca su trabajo con Batman, al que dota de gran fuerza y dignidad, recuperando su aire de criatura nocturna. Es curiosa la presencia de Batman quien pese a saber que no tiene nada que hacer frente a Swampy no cesa en su intento de defender a Gotham. Asistimos a un enfrentamiento de enamorados, uno lucha por su chica, el otro por su ciudad. Batman —tal vez inspirado por ese L.A. is my lady, de Sinatra— no duda en hacer lo necesario por defender a su amada, aunque ello le lleve a encarar al orden establecido y denunciar su doble rasero.
Su figura es reforzada al ser el primero en abrazar y consolar a Abby, siendo el único superhéroe que acude a las exequias por La cosa. Ni Superman, ni ningún otro miembro de La Liga de la Justicia honran el recuerdo del héroe caído. Sólo Batman posee la dignidad para llorar la pérdida del que hace poco era su enemigo; y junto con Constantine y Phantom Stranger asiste al funeral por un amigo, tras cuyo sepelio denuncia el desinterés de las autoridades por investigar quién asesinó al monstruo.
ATRÁS

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