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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

sábado, 12 de junio de 2010

Deberías salir en las pelis



Peliculero.

Así es como me llaman. Bueno, también “pesau, pulpo, chaval, señor, pendón u oyetú”; pero lo de “peliculero” es de lo que sale primero. Aunque, como soy muy galante, siempre dejo que sean ellas —las alegrías y las penas— las que pasen delante.



Admitir admito que me gusta el cine. Aceptar acepto que soy fantasioso. Pero de ahí a montarme películas… ¡Qué más quisiera yo, si mi infancia es el eco de mi lamento por no haber tenido un cinexín! Pero, si soy tan lince para eso de los videos que a mi madre le aconsejé que se comprara un betamáx. Si soy tan torpe que mi autoría fotográfica queda siempre acreditada por mi indoblable dedo meñique; y tan bocas que —menos en el de mi boda— salgo hablando en todo vídeo ajeno.



¿ “Peliculero” yo? Eso lo será el visionario de Zapatero, que ya veía la crisis solucionada cuando aún no la había reconocido. Yo soy preguntón, fisgón o mirón depende del guión de la situación. Pero en lo de “peliculero” lo mismo que en lo de pistolero: continúo entero.





Negar no niego que me gusta positivar mi vida. Y que me pierde montarme noches americanas en tardes lluviosas. O que recreo en exteriores escenas pensadas para interiores. Egocéntrico —por fortuna—, narcisista —lo evidente— y hedonista —hasta el tuétano—. Pero de “peliculero” lo mismo que de soltero, quizás lo soy pero no me entero.

Decir os digo que me pierde añadir un aire de novedad a lo monótono, un aroma de deseo a lo rutinario y un mucho de ilusión a lo cotidiano. Si a veces veo una luz donde sólo hay obscuridad, eso no quiere decir que mi vocación frustrada sea la de ser acomodador; si no que no me acomodo a estar sin esperanza. Que prefiera una tarde lluviosa, si acabo a tu lado, a un año sin el sol de tu sonrisa, no quiere decir que me guste lo breve si no que valoro lo intenso.

Muchas veces, al contar mi vida, la gente cree que fantaseo y exagero. Mis amigos incluso aseguran que se me ve el plumero. Expertos en lo ajeno e indoctos en lo propio, así somos los hijos de Eva y las hijas de Adán. Oyendo a los demás, eso de quejarme por trabajar solo, por la noche y mientras la ciudad duerme es una película melodramática que me monto para ver si recibo algún galardón sobre un colchón.



Por fortuna, otros antes que yo, han compartido su lamento por eso de maldormir cuando la cuidad ruidea.



Y ahora, mientras voy y lo intento (que eso de disimular mi fealdad requiere de los mejores efectos espaciales) aquí os dejo con un vínculo al blog más interesante de todos cuantos he leído.

© Nino Ortea, actor de sí mismo. Gijón, 12-VI-2010

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