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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

domingo, 23 de enero de 2011

Todo lo que amo debe morir 2/2

¿Sigues creyendo que exagero?

Fijémonos en la actual identificación entre “desempleado” y “defraudador”.

Son muchos los vigilantes que tachan de irreales las cifras del desempleo; pues de ser más que cuatrimillonario el número de desocupados, las calles de esta España mía, esta España nuestra, serían cañadas de sangre. Además, las encuestas dejan claro que 1 de cada 5 euros hispaniensis anida en la economía sumergida. Cubil donde acechamos los anegados laborales que devoramos los recursos públicos, saturamos los servicios sociales y –como cigarras “bon vivants”– holgazaneamos, mientras las laboriosas hormigas mantienen la caja común.

Hormiguitas muy amiguitas de la Ley y el Orden; aunque a veces se despisten y puntilleen sobre el hormigón caliente del fraude fiscal. No son ellas, sino sus circunstancias, las que las llevan a falsear datos para que sus hijos acudan a escuelas privadas mantenidas con dinero público. No es condición tacaña, sino su natural ecológico, lo que les hace exigir –por eso de no gastar papel– que no se les facture el iva. No es su tendencia al abuso, sino su integración laboral, lo que las anima a hacer todas sus llamadas personales desde el trabajo, pues allí se sienten como en casa. Ni, por supuesto, tampoco es culpable ese empresario liberticida que da el albedrío de elegir entre trabajar sin seguro o la seguridad de que pasarás necesidades. Y es que, si el trabajo dignifica, más glorifica el hacerlo sin contrato, en precariedad o a destajo. ¿Acaso los grandes homo sapiens no se demuestran en situaciones extremas?

Para algunos paleolíticos, los parados somos neandertales inadaptados incapaces de llegar a los talones de nuestros benefactores cromañones. Sucios mutantes que cambiamos de situación laboral por capricho.

Para demasiados políticos, los parados somos una panda de borregos a los que se pastorea con silbidos de promesas y el perro del desarraigo.

Unos marcados por un gen, otros por nuestro mal genio, todos somos tratados como parias y condenados a vivir al este de un edén en el que sólo se nos recibe en época de cosechas electorales.

No quiero vivir en un hormiguero. No soy una insecto integrado en el ordena y mando de un bien común para unos pocos. SÍ, ¡soy un mutante! Evoluciono, me adapto y aprendo; por eso muto de todo menos de corazón. Sus palos y sus piedras pueden romper mis huesos, pero mis palabras curan mi autoestima. No soy el mejor en lo que hago; aunque procuro disfrutar con ello.

Se acerca un tiempo de elecciones políticas. Ojalá se acerque un tiempo de evoluciones sociales. Mi voto es tan secreto como el tuyo; pero intuyo que sabes de quien no soy devoto. No sigo a líderes ni a caudillos. No confío en políticos que recurren al populismo y al nacionalismo como muletas que sostienen su ambición. No soy ola en esa marea mansa del 44 % de asturianos que encuestan a favor del neptuno casquista.

Para otros los advenimientos mesiánicos, lo mío es el movimiento orgánico. Lo mío es caminar entre dispares. Al igual que el activista Malcon, lo mismo que el profesor Xavier, ha llegado el momento de que me una a la Nación X. Aunque sé que todo lo que amo debe morir algún día, no seré yo quien descuide su cuidado.

¡Salud y suerte!

Nino X

¿Involución?

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