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martes, 13 de agosto de 2013

La que se avecina.




"Las semanas que más trabajo puedo llegar a hacer más de 70 horas, y las que menos, ocho o nueve". Así relata Aaron, de 45 años, su situación laboral como cuidador de personas mayores en una empresa que depende directamente de la Administración en un barrio del sur de Londres. Este cuidador se siente atrapado en un contrato sin horas, esto es, uno en el que el empleador no estipula cuántas horas semanales trabaja su plantilla, exigiéndole disponibilidad en función de la carga de trabajo.
El caso de Aaron es uno más, la punta de un iceberg de más de 300.000 personas que se encuentran en esta misma situación, según datos de la Oficina Nacional de Estadística. Nada comparado con el último informe del experto en recursos humanos CIPD (Chartered Institute of Personnel and Development) que aumenta la cifra hasta casi cuatro veces más, superando el millón de empleados en esta situación tan precaria. El CIPD afirma que mientras que el sector privado acapara el 17% de estos contratos, el público absorbe el 24%, incluyendo al Servicio Nacional de Salud (NHS).
Una modalidad de contratación bastante similar a la que la CEOE quiere implantar en nuestro país. La Confederación Española de Organizaciones Empresariales ha propuesto al Ejecutivo que los empresarios puedan "imponer" a los trabajadores la conversión de su contrato a tiempo completo en uno a tiempo parcial cuando existan causas que lo justifiquen, con la finalidad de evitar despidos. Sin embargo, estas propuestas ya han recibido el rechazo frontal de los principales sindicatos y del PSOE, que temen que estas medidas únicamente sirvan para aumentar la precariedad laboral, tal y como ocurre en Reino Unido.



Los párrafos anteriores están cortapegados del artículo Los contratos sin horas, la explotación que viene firmado por DAVID BOLLERO y publicado en el ciberdiario Público.

Y es que más allá del Swinging London, Los Teletubbies o Amy Winehouse, de la pérfida Albión también han venido El tacherismo, La tercera vía de Tony Blair y la videovigilencia a los ciudadanos. ¿Y si George Orwell se hubiera equivocado en 30 años al fechar su distopía?

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