Coincido con su enfoque y reflexión.
El profesor y editor Gonzalo Pontón publicaba hace poco en 'Babelia' un artículo titulado provocativamente 'Ojalá que se extingan los escritores' en el que venía a decir que uno de los gozosos efectos colaterales que va a tener el nuevo modelo de mercado digital en lo concerniente a la literatura será la extinción del escritor profesional. Ya éste no podrá esperar que un editor le firme contratos sustanciosos por obras no escritas, y cada cual, decía Pontón con harto optimismo y nula ciencia, escribirá lo que tenga que escribir y ni una sola palabra más. Pontón recordaba que la figura del escritor que vive de lo que escribe es relativamente nueva -del XIX- y que durante siglos poetas y narradores han hecho lo que tenían que hacer sin esperar satisfacción económica. Así que esa vuelta a la antigüedad -que no es tan así, Marcial cobraba una pasta por cada epigrama que se le encargaba, y en cuanto al encargo que Augusto le hizo a Virgilio y del que resultó la 'Eneida' ni hablamos: pero es mejor no poner ejemplos, para cualquier cosa, en este asunto como en tantos otros, se pueden apilar ejemplos que demuestren una cosa y su contraria- es una estupenda noticia que mejorará la literatura, o por lo menos no la va a ensuciar tanto como la ha ensuciado el mercado, con la consiguiente proliferación de escritores jóvenes criados en la estúpida fe de que podrían vivir de lo que escribían. (…)