El
28% de los profesionales informáticos ocultan que trabajan en el sector. O
eso asegura una encuesta reciente; aunque, si los encuestadores fueron también
ocultadores de su condición laboral, quizá estos datos sean tan fiables como
los que indican que los españoles somos afables con las extranjeras primaverales
y que las asturianas sienten debilidad por los alopécicos otoñales.
Inocentemente,
confío en que esta encuesta profesional sea más veraz que la que usa el
Gobierno en su contumaz afirmar que hemos dejado atrás el invierno de la crisis
y nos adentramos en el verano de la solvencia. Aunque me temo que la frontera
entre “iluso” e “ilusionado” sigue cobrando sus aranceles en decepciones.
Es
curioso el que en una sociedad supra poblada de personas que curriculean tener
un nivel medio de inglés y de informática, sean tantos los embebidos que creen
que eso de introducir un “password” consiste en meterse un güisqui entre pecho
y espalda.
Es triste el que en un mundo en el que el uso de ordenadores, no es
algo mundanal sino de primer orden, son tantos los haraganes que se
desentienden del funcionamiento de esta herramienta laboral y desatienden a su
parienta conyugal.
Muchos
de ellos, en lugar de intentar solucionar sus incidencias informáticas recurren
a sus allegados con conocimientos en ordenadores para que se las solucionen. Me
pregunto si cada vez que necesitan un golpe de suerte, llaman a un conocido
boxeador para que los aporree fuerte.
Esta semana me llamó un ¿amigo? –del que, sin exagerar, no sabía nada
desde hacía más de un año– que bajo la fachada de una invitación cervecera,
ocultaba una chapuza informática. Al muy afortunado le habían arreglado un aipaz; y pensó en que se lo configurara
este rapaz. Poco me conoce si desconoce mi abstinencia de manzanas mecánicas
ensambladas en China. Poco me valora cuando sólo me llama para hacer lo que a
él le molesta hacer.
Mi
primer “NO”, fue claro, aunque a él le debió de sonar raro eso de que lo
informara de que no me apetecía morder su manzana. Quizá de haberme ofrecido la
visita a su casa la maliciosa madrastra de Blancanieves, me habría quedado sin
palabras; pero tras su petición me quedé mudito.
Lo inaudito fue su “Total, ¿qué
tienes que hacer?”, ante lo que le contestó el lado gruñón de este hijo de
Gijón inspirado por el imborrable Benjamin Linus de la teleserie Perdidos:
"You know how to read, don’t you?" Tras lo que lo invité a adentrarse en el
fascinante mundo de los manuales de instrucciones. Quedamos en vernos, imagino
que será cuando se compre un aifón de última generación.
No
me extraña que los informáticos oculten su oficio, imagino que les es más
cómodo que mi tener que oficiar de ogro en cuentos ajenos.
Un articulo muy en la línea de tus viejos tiempos
ResponderEliminarsaludos
Gracias, Oriol.
ResponderEliminarquizá han vuelto esos tiempos enloquecedores.
Mientras te escribía unas palabras en la casilla de Fb, recordé.
ResponderEliminarDemasiado extenso para dicho medio mi pensamiento en este regreso al pasado.
Cambio de cromos. Así definía la amistad un profesor que me enseñó más de la vida que de la asignatura que impartía.
¿Mi primera reacción ? el escándalo ; la apología del altruismo, etc etc etc.
Pero, asquerosamente racional como se definía ( cosa que no era más que una piel de lobo, te lo aseguro ), me argumentó con as, con bes , a por a, b por b y con ejemplos prácticos muy adecuados para mentes ilusas, de manera que lo fui viendo.
Y hoy se repite la historia.
Cromos !! me decía según te estaba leyendo ...
Hay quien evita los canjes a toda costa y pretenden concluir Su colección con demasiada desfachatez .
Y te lo dice alguien que detesta leer los manuales y así le luce el pelo con la informática ... yo siempre en el extremo opuesto :-(
Abrazos
Hola, Juncal:
EliminarInteresante el comentario. Obviamente toda relación social se basa en el interés, en ese “quid pro quo” al que tu docente llamaba “cromos”.
Sin llegar a indecentes, la mayoría de los profesores funcionariales con los que me crucé eran bastante desganados. Salvo el Sr. Francisco Vizoso (mi profesor de Latín durante 3 años en el Jovellanos) y Joaquín (mi actual profesor de Programación en FP) poco recuerdo del resto del vasto elenco que más bien adjetivo como “basto”.
Pero sí que aprendo mucho del Cine. No sé si has visto la peli de “El llanero solitario”, pelín larga en opinión de este calvo”. Pues bien, en ella el inconmensurable de Yoni Dip interpreta a un indio que viene a decir que “para recibir hay que dar algo” (eso sí, el indio no es tonto y da lo que le…) Casi te cuento el final sin que hubieras pedido que te contara el principio.
Sé que hay un refrán sobre “Andrés” y “el interés”, pero por similitudes nominales con el interfecto, prefiero no traerlo a colación.
Pelín largo me ha quedado esto. Voy para ese fb que lo acorta todo.
Saludos, Juncal.