Pese
a que había oído hablar de los encomios informáticos, pensaba que nunca los iba
a tener frente a mis ojos, al igual que aún no he visto la belleza interior o
la envidia sana. No niego que existir existan; pero afirmo que habitan en otro
mundo.
Nunca
es tarde para admitir un error: a día de hoy, la Vida y la Muerte convergen en
Facebook. El fantasma que mora en su armazón de cables y bits me recordó que
hacía mucho tiempo que no escribía a un amigo, muerto en lo físico pero vivo en
el hálito de quienes lo añoran. Me sorprendió la posibilidad de invocar a los
muertos con la tabla guija del teclado. Facebook ofició de libro de conjuros e
Internet de médium.
Lo
que me encontré me descolocó: vi dolor, vi cariño, vi añoranza…
Me
he vuelto a plantear el cierre de mis dos cuentas en Facebook. No practico el
culto a los muertos. A día de hoy no sabría ir con paso firme al columbario que
guarda las cenizas de mi madre.
Cuando
me muera, no quiero flores ni lápidas. No quiero que me recuerde quien me
ignoró en vida, ni que me llore quien sólo me hizo feliz. No creo en la paz de
los muertos. Quiero descansar en paz.
Cuando
me muera, me gustaría que alguien cuidara de mis seres queridos.
Yo
estaré bien.
Nino.
Igual pienso yo, cuando me muera, no quiero flores, prefiero que me las den en vida, además, no quiero encadenar a mi familia a esas tradiciones de tener que ir a visitar el cementerio, por eso me estoy pensando en la incineración y tiren las cenizas al mar, y allí me recuerden, cuando miren el mar, pero como no quiero pensar en estas cosas ahora, prefiero sentir la vida, y sobre todo, vivir el presente.
ResponderEliminarNo sabía que tienes cuentas en Facebook, ¿las vas a cerrar? ¿lo dices en serio? yo también tengo, te tengo que agregar si es que no las cierras, pero no sé con qué nombre estás. ¿Sabes que yo encontré a una amiga que desde niña no la veía? pues fue gracias al Facebook.
Espero que hayas pasado una feliz nochebuena y navidad.
Un beso.
Buenos días, María:
EliminarMuchas gracias por la cercanía que muestras en tu comentario.
No tengo una espiritualidad que se plantee la trascendencia de esta vida, imagino que eso explique mi vivir sin plantearme un futuro. Mentiría si no reconozco que al envejecer me planteo si no me he equivocado al evitar compromisos y obligaciones; pero ahora es tarde para arrepentirme de actos con los que no busqué hacer daño y que me replanteo por mera cobardía ante una vejez que no se presenta muy venturosa.
Creo en la trascendencia de los actos, no de las almas, por lo que entiendo la muerte como el final de una vida que ya sólo se prolonga en el recuerdo de tus seres queridos. En mi sentir, la muerte definitiva llega con el olvido, de ahí que tienda a recordar a quienes me importan. Para los miserables no tengo perdón ni olvido, me da lo mismo que estén vivos o muertos: no perdono el daño sufrido.
No rindo culto a los muertos, pese a ello me preocupa mi muerte. No la quiero dolorosa, tampoco precedida de la demencia del olvido de quien fui y sentí. He acordado que me incineren, me da repelús pensar en mi cuerpo descomponiéndose (soy un eterno narciso); el lugar donde acaben mis cenizas dependerá de si hay alguien a quien le apetezca ocuparse de ellas.
Mi Nochebuena y Navidad transcurrieron bien. Aunque ya no disfruto pantagruélicamente de este periodo festivo, tengo la suerte de tener un padre y una hermana que me hacen sentir querido (y sigo disfrutando con algún que otro capricho)
Espero que estas fiestas estén dándote calma y felicidad, María.
Respecto a Facebook, cometí el error de abrir mi cuenta personal con el nombre de mi heterónimo, Nino Ortea, con lo que se produjo un marasmo entre lo fantaseado y lo sentido. Para cuando intenté arreglarlo abriendo una cuenta con mi nombre real, ya era tarde: la confusión que había creado había alejado de mí a la mayoría de mis contactos. Además, al no contar con conexión propia a internet, no participo de la instantaneidad de las redes sociales ni frecuento las cuentas de otros, lo que me convierte en descortés al no participar de las teóricas normas de cortesía cibersociales.
Bueno, me alejo del calor de tu compañía para salir al frío de la calle.
Gracias por tu aprecio, María.
Un abrazo.
no tengo face, así que no te voy a extrañar por ahí.... y el blog a quien se lo vas a dejar? yo pienso que a una de mis hijas, si lo quieren claro..... felicidades master!!!!!!!!
ResponderEliminarBuenos días, JLO:
EliminarEn su momento, Facebook me resultó muy útil para retomar el contacto con antiguos conocidos. También fue una herramienta promocional jugosa. Ahora me resisto a cerrar una cuenta que apenas habla de mí. Las razones la he intentado sintetizar en mi anterior respuesta.
El blog no lo dejo, al menos no me lo planteo. En su momento lo cerré e borré la totalidad de su contenido. Ésa es una historia de mi constante histeria con la vanagloria.
Es todo un detalle el que te plantees regalarle este blog a una de tus hijas, sé lo importante que son para ti. No creas que olvidaré ese ofrecimiento que garantiza sangre nueva a este proyecto.
Un abrazo, JLO.
Buenos días, Nino,
ResponderEliminarNo me había planteado que pasará cuando yo no esté. No tengo cuenta de facebook, con lo cual no erraré por el ciberespacio sin poder contestar a mis visitantes.
Respecto al blog supongo que sí que quedará errante, al pairo en un mar de bits donde algún día se hundirá en el olvido.
No pienso a menudo en la muerte, pero es cierto que deseo que me visite por sorpresa, que no me haga sufrir años de dolor o postración o dependencia. Que sea benévola con mi mente y no deje que mis recuerdos se me escapen como el agua en un cesto de mimbre..... creo que me estoy poniendo tremendista.
De momento como dice María, disfrutemos de la vida (en mi caso intento tomar de nuevo las riendas de ella) y vivamos el presente que es lo único real con lo que contamos, ya que el pasado es pasado y el futuro incierto.
Una lluvia de besos, Sir Nino
Buenos días, Maduixeta:
EliminarDependiendo de mi estado de ánimo, me planteo ocasionalmente que será de aquello que me es querido una vez que me haya muerto. Ya desde niño me llamaba la atención la manera en que la vida continuaba mientras yo me veía envuelto en tragedias (la llegada de los boletines escolares con mis notas, los comentarios de los adultos sobre mis rarezas, mis constantes despistes que conllevaban el que perdiera mis tesoros,…), el saber que la felicidad no se acababa, hacía que confiera en volver a disfrutarla. A día de hoy, por suerte, áun soy capaz de disfrutar con lo sencillo. Y es que, aunque hay momentos en los que parece que disfruto temiéndome como un personaje de un relato enfermizo de Edgar Allan Poe, habitualmente me alegro ensoñando que protagonizo los que escribe mi heterónimo Nino Ortea.
La falsa sensación de inmortalidad que proporciona la creación en Internet es algo que me atrae. Su falsedad radica en que estamos en manos del capricho de los dioses cibernéticos que deciden nuestro persisitir o no en su universo. Por ejemplo, en cuanto Google decida cancelar su servicio de blogs, ¿qué ocurrirá con éste? Tanto en el mundo real como en el de éter nuestro destino sólo es nuestro cuando nos alcanza.
Más allá de guardar cibercopia de casi todos los textos que he compartido en éste y mis restantes blogs, sigo escribiendo a boli. El papel hace que escriba de manera más natural, menos condicionado por saber que alguien me puede leer. Con mis faltas y mi desorden, o quizá por ese caos tan natural, creo que lo que de verdad me gustaría que perviviera son mis inconexiones escritas que amontono en mi mesa de trabajo.
En absoluto resultan tremendistas las palabras con las que intentas reflejar las sensaciones que te produce la muerte. Yo no escribiría mejor mis temores y deseos respecto a ella.
Aunque, dada la inminencia de la llegada de un nuevo año, sí que me gustaría despedirme reafirmando mis ganas de vivir, disfrutar, aprender y ser feliz.
Ojalá despertarnos bañados en una lluvia de besos sea una maravilla cotidiana.
Te deseo lo mejor, Maduixeta.
Para mí la vida está aquí y ahora, y no pienso dejar ninguna "tarea" (en mi familia todos elegimos la incineración y así será conmigo) a los que quiero, salvo la palabra escrita por ahí en algún libro, y sin pretensiones y lo que quede en el recuerdo, que en verdad, tampoco importa. Las personas nos hemos encumbrado en un cierto endiosamiento, pero en verdad somo irrelevantes ante la magnitud del Cosmos. Y, como me siento y sé de mi fugacidad, pues eso, que no pierdo tiempo en ese después...
ResponderEliminarEn facebook, tuve cuenta por dos meses, y me resultó tan banal, y perdida de tiempo que la cerré sin contemplaciones y me quedé tan bien. Las personas que realmente me aprecian y se interesan por mí, no necesitan de ese lugar común para decirmelo. Por encima de todo, aprecio la sinceridad.
Un placer leerte y saber de ti, Nino.
Que vaya muy bien. Un abrazo.
Buenos días, Clarisa:
EliminarYa ves, a mí me importa el recuerdo que guarden de mí mis seres queridos. Lo entiendo como una forma de seguir a su lado, al menos yo lo hago así y cada día pienso en mis muertos. Muchas veces esta compañía anímica de los ausentes en lo físico me ayuda a ser mejor al tenerlos muy presentes a la hora de tomar decisiones.
Por desgracia, mi número de familiares es muy reducido, por lo que evitaré dejarles “tareas” ya es probable que no quede nadie para ocuparse de ellas.
Soy uno de esos “endiosados” que mencionas. Poco me importa de lo que ocurre fuera de lo que me afecta, mi individualismo hace que me sienta como un ser único, ni mejor ni peor que nadie, pero sí un universo que desaparecerá con mi muerte, parafraseando torpemente el monólogo final de Roy Batty en la película “Blade Runner”: “Todos los momentos que viví se perderán en el tiempo, como las lágrimas en la lluvia”. Esos momentos son únicos.
Respecto a las redes sociales, no sé usarlas y de ahí que acabe enredado en ellas. Creo que son una herramienta muy útil, pero sé que lo son en otras manos. Creo que las desaprovecho lo mismo que desaprovecho lo que otros ven como oportunidades. No sé qué hacer con mis cuentas, pero tampoco quiero cerrarlas: el mundo se está haciendo más pequeño y menos sugerente gracias a Internet, pero formo parte de este mundo y no quiero aislarme aún más de él.
Es más, fue en ese mundo de redes sociales donde nos descubrimos. Clarisa. Ya sólo por haberte conocido merece la pena haber abierto una cuenta en Twitter.
Ahora que empieza un nuevo año, te deseo lo mejor a ti y a los tuyos.
Leerte me abre los sentidos y me humaniza. Gracias, clarisa.
Un abrazo.