Resulta
triste, a la vez que curioso, el que ciertos actos que antes eran cotidianos
ahora estén idealizados. Si el mero hecho de escribir una carta resulta
inhabitual en nuestros días, ya nadie juicioso envía palabras de amor sencillas
y tiernas. El romanticismo ha quedado reducido a la Ficción, al igual que el
heroísmo o la puntualidad. No en vano, encuentro mucho heroísmo en quien se
atreve a enamorarse a tiempo y confía su corazón a intenciones ajenas.
Algunas arritmias que sufre el corazón brotan cuando el pensamiento deviene en conciencia de que la vida no nos emociona como antes, conciencia que nos impele a aceleramos hacia la añoranza de un pasado en que nuestro corazón latía más fuerte. El corazón no tiene freno ni marcha atrás. De ahí que sus choques frontales con la Realidad tengan consecuencias letales. Nuestra Fantasía tiene el recurso protector de enloquecer cuando la Realidad se vuelve demencial. ¡Gracias por venir y enloquecer!