Algunas arritmias que sufre el corazón brotan cuando el pensamiento deviene en conciencia de que la vida no nos emociona como antes, conciencia que nos impele a aceleramos hacia la añoranza de un pasado en que nuestro corazón latía más fuerte.
El corazón no tiene freno ni marcha atrás. De ahí que sus choques frontales con la Realidad tengan consecuencias letales. Nuestra Fantasía tiene el recurso protector de enloquecer cuando la Realidad se vuelve demencial.
¡Gracias por venir y enloquecer!
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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre
No reniego de mi
pasado. En general acepto como propios los aciertos y errores que me afectan, aunque no me corresponda su autoría.
Soy dado a hacer, no a intentar; de ahí que acumule
tantas pruebas de vida. Pruebas que demuestran que las vidas de este ensoñador
no han sido una sucesión de espejismos, sino un encadenamiento de realidades,
de ahí que mis vivencias tengan
mucho de variaciones.
Prueba simple de esto es este blog simplón, donde mi repetitivo canto a mí mismo lo disimulo como “ninismo”.
Básicamente soy el que era cuando abrí «Ven
y enloquece».
Mi manera de escribir se mantiene diletante.
Cada dos por tres escribo sobre las seis mismas caras
que conforman el dado vital con el que pongo a juego mi destino y envido con desatino: yo, mi, me, conmigo, de mí y sobre mí.
El mío no es
un caso de esquizofrenia venyenloquecida,
sino un ejercicio de vanidad bienacompañada.
Gracias
por el bien de tu compañía, amable leyente.
Mark Knopfler - Romeo and
Juliet (A Night In London | Official Live Video)
Hola, Susana:
Desconozco la realidad social estadounidense, pero me parece que el
resultado de sus elecciones presidenciales es bastante moldeable cuando a una
candidata que hace poco más de un mes se la adjetivaba de “impopular” ahora se
la exalta como “favorita”.
Me ha encantado tu fabulación de este paseo que realizan Memoria,
Nostalgia y Recuerdo por la playa del olvido: su lectura ha sido un pecio al
que me he subido en un momento en el que me sentía náufrago en los mares del
Destino.
Tu Hurlingham es un valle de viento inspirador para todo lector que tras
visitarte ya no verá en una muñeca rota el final de un juego sino el principio
de un deleite.
No soy imparcial al leerte, como no lo soy en la vida: donde no pongo mi
corazoncito antepongo mi humanidad. Desde mi imparcialidad te valoro como una
persona cuta presencia dignifica el proceso de comunicación humana. Desde mi
amistad te aprecio más allá de las palabras.
Aunque cuentes realidades insufribles, aunque denuncies realidades
atroces, lo haces sin regodearte en el sufrimiento y transpirado esperanza. Al
igual que esas mujeres afganas que, ya que les prohíben hablar, cantan; tú
haces de cada uno de tus textos, en verso o prosa, una muestra de lo
maravillosa que es la voz humana cuando la entona la humanidad.
No debemos negar la persistencia de lo atroz, ni divulgar si existencia
para asustar a los asustadizos y exaltar a los crueles: al igual que hacéis
tantos, debemos resaltar la vigencia de la esperanza activa, del obrar en
consecuencia a lo que sentimos. Así, dejareis de ser tantos y pasaremos a ser
muchos; y ellos dejarán de ser demasiados.
Estén o no basadas en hechos reales, este tipo de películas me
encorajinan, por lo que las veo en momentos en los que mi ánimo no esté muy
alterable. Confío en que llegue pronto mi momento para ver “El consentimiento”.
Disculpa mi uso de un símil cinematográfico, pero si transmutara en
fotogramas mis recuerdos infantiles y juveniles, éstos resultarían en una
mezcolanza de “Amarcord” (en blanco y negro) y “Los inútiles” (en color).
Gracias por este texto, cuidado en su forma y detallado en su fondo,
donde nos permites conocer más sobre el Paul Naschy artista y, sobre todo,
sobre el Jacinto Molina persona.
Su figura creativa es habitualmente abordada con condescendencia y la
humana, ignorada. De ahí que sea tan destacable tu texto en el que se nos
acerca a su personaje y a su persona.
En mi infancia el mundo era pequeño,
del tamaño de mi barrio.
Aunque la imaginación me permitía ir
donde quisiera, no imaginaba otro mundo mejor para vivir que aquél donde vivía:
el barrio de “El Carmen”, en Gijón –antiguo enclave de servicios navales que
había devenido en arrabal de servicios sexuales, prestados por prostitutas tan
ruidosas como vulgares y contratados por “puteros” tan vulgares como ruidosos–.
En mi calle, de apenas doce portales, había tres “puticlubs” y varios pisos que
oficiaban de burdeles. Las rameras caídas en desgracia –muy desgarbadas, desdentadas
e imagino que heroinómanas en su mayoría– tras ser expulsadas de los
prostíbulos trabajaban colándose en las carboneras de los portales o acomodándose
en los recovecos de los muelles cercanos.
Estas mujeres erosionadas frecuentaban
los bares a los que íbamos los vecinos del barrio, donde no sólo buscaban negocio,
también calor humano y cierto sentido de pertenencia. Allí, cuando estaban
sobrias, se les permitía permanecer –normalmente arrinconadas junto a las
máquinas tragaperras– siempre y cuando no molestaran al resto de la clientela.
Algunas, las menos deterioradas, incluso obtenían ingresos extra al realizar
trabajos de limpieza en los mismos portales
en los que trabajaban de noche.
Incluso hubo entre ellas quienes
encontraron algún “benefactor” que las retiró de la vida en la calle. La señal
más evidente de su incorporación a la condición de “vecina” era que dejaban de saludar
a sus antiguas colegas y clientes, por lo que pasaban de presencia ruidosa a
silenciosa, a menos que el espíritu del vino hiciera presente su pasado.
Foto tomada de Internet. Autoría no acreditada.
Recuerdo en especial las tardes-noches
de los domingos. Iba con mi familia al bar “El Nalón” o al restaurante
“Riscal”. Allí, mi padre y hermana veían el partido de futbol en la tele en
color. Mi madre alternaba la lectura de la prensa con la atención a las jugadas
destacadas y la conversación con nuestros convecinos, incluidas las meretrices
reconvertidas.
Las tardes en que tenía suerte yo
llevaba tebeos al bar y, una vez releídos, calcaba algunas de las viñetas
usando servilletas de papel. Pero era más habitual que cargase con libros y
cuadernos de ejercicios, para acabar de hacer los deberes o castigos escolares
a entregar el lunes. Cuando los finalizaba, no era raro que una de aquellas
mujeres perfumadas en pachuli me regalara alguno de los tebeos que ellas leían,
cómics a los que solía faltarles la cubierta o las páginas centrales, al igual
que a sus propietarias les faltaba algún diente. Aquellas mujeres me ofrecían
con tanta ternura los cuentos que mi madre nunca rechazaba el regalo, pese a
que mi padre soliera carraspear su desacuerdo.
Peter Bagge regresa a «Hate» (Odio), la serie que definió
a una generación, con una miniserie mensual de cuatro números: «Hate
Revisited».
‘Buddy’ y ‘Lisa’, ahora en su mediana edad, se enfrentan a sus propias
malas decisiones como jóvenes en la década de 1990; y es que el cambio
generacional le da una seriedad inesperada a sus vidas. Bagge alternade manera
experta entre el presente (a todo color) y el apogeo de la Generación X (en
glorioso blanco y negro). Nos cuenta –por primera vez– la historia de cómo
‘Buddy’ conoció a ‘Lisa’, ‘Apestoso’, ‘George’ y ‘Val’. «Hate Revisited» muestra
de manera experta el humor inimitable de Peter
Bagge y su habilidad narrativa.
Si te apetece revisitar un artículo en cuantro entregas aborrecibles que
publiqué sobre «Odio» en este odioso blog, sólo tienes que pinchar en este
enlace abominable.