Frente a la actual pérdida de papeles por parte de la prensa diaria, los semanarios de sociedad han ido alcanzando más poder –que no prestigio– social. Muestra de ello es que los periódicos incluyen noticias del mundo del colorín en sus páginas coloreadas. Y muchos de ellos añaden en su popurrí de fin de semana, alguna publicación centrada en un mundo del corazón sin trasplantes pero con desplantes.
El poder de estas revistas cardiacas es tal que,
aunque no quiten ni pongan reyes, ayudan a sus señores. Desde sus portadas
desinformantes nos intentan colar un
cuento sin fin, ante el que debemos sentirnos felices al leer cómo otros se
comen nuestras perdices. Los programas de embrutecimiento son fieles a su
planteamiento; mientras que en los informativos se nos engaña con desinformación.
Todo el colorín colorado que está coloreando las
revistas de sociedad y los diarios de suciedad con trazos de la figura barbarizante
del exmonarca tunante y su vetusta amante, no
deja de ser una clara muestra de lo mucho que los españoles preferimos las
fábulas regias a las informaciones reales.
Curiosa sociedad la nuestra en la que, tras acostarse
con el Príncipe Encantado, la Bella Durmiente ya no quiere ser princesa, sino
que vivir para siempre del cuento.
Y este plebeyo nada bello está harto de que lo
intenten forzar a tragarse sapos chulapos y besar ranas marranas.
Me siento inseguro en este mundo con corazón impuro y
donde el rumor noticiado provoca tumor atontado. Inseguridad que me lleva a la
nimiedad de refugiarme en evocanciones de mi tierna edad.
Raffaella Carrà- Rumore
Un gran artículo. Ante eso, sólo nos quedan los libros. Un beso
ResponderEliminarHola, Susana:
EliminarTe agradezco tus constantes comentarios apreciativos.
Un saludo.
Hay ciertas similitudes.
ResponderEliminarPor acá no hay reyes ni principes, sino presidentes que tienen amantes o novias, a las que se les paga la custodia. Como también algún presidente que dice hablar con sus perros muertos, echándole la culpa de sus decisiones.
Saludos.
Hola, Demiurgo:
EliminarEspaña es un país donde reina la impostura (nos gusta creernos tal y como nos describirnos, no cómo actuamos); quizá por eso una sociedad que se define ‘republicana’ acepta que se la adjetive como ‘monárquica’ para así evitar que se la identifique como una “república bananera”, donde la sinvergonzonería es admirada y coronada.
Un abrazo, compañero.
Leí una vez un cuento en el que el Rey aposentaba a su amante en una especie de caseta de invitados que para esta gente debe ser como la caseta del perro. La dama atolondrada pidió al monarca que le concediera un viaje a lo 'Memorias de África'. Concedido el deseo y cuando su majestad -ya en África- bajaba unos peldaños cayó rodando y acabó regresando al Reino abandonado y pidiendo afanosamente disculpas. Creo que la saga familiar sigue viajando, gastando, vistiendo, reinando y moneando a cuenta de los impuestos de aquellos que además los reverencian y aplauden por su dignidad y prudencia. Somos los mejores :)
ResponderEliminarAbrazos, Nino!
Hola, Miguel:
EliminarMuy ingenioso este cuento que nos has contado.
Sí, quizás el mayor error de quienes defienden lo egregio del linaje regio es no admitir la vulgaridad que corona a las personas, independientemente de que se vayan de safari a África que de caza a un puticlub: en ambos entornos uno se fabula como un gran cazador, cuando sólo se cobra aquello por lo que ha pagado.
En lo que respecta al servilismo social ante las figuras de poder, es algo que se nos inocula ya en la escuela: no preguntes, no cuestiones, acepta el orden social y procura trepar en él.
Un abrazo, Miguel.
La Carra es mucha carra. Yo también prefiero escucharla a ella que a las noticias. Besos 😘😘
ResponderEliminarHola, Maie:
EliminarSí, Raffaella Carrá fue y es muy grande. Y eso no es un rumor, es un hecho.
Gracias.