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jueves, 9 de julio de 2009

No supe qué decir

El martes pasado, a eso de las once de la mañana, me encontraba charlando con mi amiga Rosa frente a un establecimiento situado en la esquina entre las calles Corrida y San Antonio.
De repente, una señora —desconocida para ambos— se paró frente a nosotros y nos comentó su desolación ante el inminente cierre del negocio situado a nuestras espaldas, y a cuyo fundador había conocido laboralmente en su condición de marisquera.
La septuagenaria continuó con su monólogo; y no tardó en transmitirnos la verdadera razón de su tristeza: su marido, al que conocía desde los catorce años, estaba siendo consumido por un cáncer de hígado con metástasis en el cerebro. La señora ya había perdido 14 kilos de peso, devorados por la angustia.
Tanto Rosa como yo intentamos animarla; intento en el que mi torpeza llevó a la mujer a creer que yo era hijo del difunto Oblanca, fundador de la cadena de ultramarinos.
La mujer se fue, yo no supe qué decirle.

1 comentario:

  1. ¡Hola a todos!
    En primer lugar gracias por vuestras palabras de apoyo respecto a este texto. ¡Ojalá yo hubiera sido capaz de transmitírselas a la apenada señora que me contó su situación!

    He intentado corregir el texto, pues he encontrado faltas gramaticales y ortográficas en él.
    Problemas de la escritura automática. aunque os pueda parecer mentira, mi intención al sentarme a escribir era hacerlo sobre la película Terminator: Salvation.

    Venga, a vivir y disfrutar.
    Salud y suerte.

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Gracias por tu lectura comentada.

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