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viernes, 6 de marzo de 2009

Los Wildcats de Alan Moore 5 de 7




Así en el cielo...
Moore recurre a la narración en paralelo de dos tramas contrapuestas: asistimos a la simultánea desunión de un grupo y la consagración de otro. Los WildCats originales (WC.1), alejados de la Tierra tras una batalla en la que una vez más salvaron a nuestro planeta de la amenaza daemonita, alcanzan el planeta Kera. Nada más llegar comienza a parecer la otra cara del sueño kerano, donde los Cats no querubines son considerados subalternos de Zealot y Emp.
En su proceso de transformación de la utopía en distopía, el escritor realiza un avance gradual. En principio presenta un orbe cercano al Mundo feliz de Huxley, para acabar mostrando una sociedad vecina de la que Orwell plasmaba en 1984, o More temía en V de Vendetta. Para ello recurre a figuras realistas y a estructuras sociales que se han producido a lo largo de la Historia.
La organización en castas en la que unos elegidos gozan de unos privilegios ajenos a la mayoría de la población nos habla de la desigual sociedad capitalista; el bipartidismo Panteón-Coda, es fácilmente extrapolable a la división socialdemócratas-conservadores o demócratas-republicanos; el utilizar a los titantropos —aborígenes de Kera— como barata mano de obra que habita unos bajos fondos convertidos en reservas, tendría su paralelismo en el trato dado por los europeos a los nativos americanos o en los guetos en los que se recluye a los inmigrantes; la derrota de los daemonitas y la humillación a la que son sometidos recuerda el trato sufrido por Alemania tras las Guerras Mundiales; su confinamiento en campos de concentración, los sitúa al borde del Holocausto sufrido por los judíos.



La ruptura del grupo es mostrada a través del monólogo interior de los personajes. Estos no actúan como hermandad, presentan reacciones individualizadas ante una realidad que experimentan de forma diferente. Emp y Zealot no ven esta verdad, al igual que Superman en El hombre que..., están cegados por su anhelo de recuperar un mundo que creían perdido desoyendo los avisos sobre la irrealidad de su sueño. Será necesaria una intervención externa que les saque del letargo. Este despertar es amargo pues acarrea la toma de conciencia de que Kera —a falta de un enemigo— se ha convertido en aquello a lo que combatía.
Para el resto de los componentes del grupo este viaje iniciático conllevará comprobar la perversión de unos ideales por los que llevaban años arriesgando sus vidas. Al igual que los soldados aislados en las islas del Pacífico, desconocían que luchaban y mataban en una guerra ya acabada. La desaparición del elemento que les había mantenido unidos provoca una implosión del conjunto, al convertirse los antaño amigos en enemigos. Este enfrentamiento, manifestado claramente en la pelea de gatas Vudú-Zealot, no será solventado con la vuelta a casa de los WC.1. Al igual que le ocurría al Gulliver de Swift, su periplo más que físico fue emocional; a diferencia de aquél su viaje no aporta nada positivo.



Es inevitable no encontrar en estos pasajes un reflejo sobre el comportamiento humano, caracterizado por un continuo enfrentamiento entre semejantes. Lo único que nos hace unirnos es la amenaza de un tercero. En un mundo en el que la guerra fría ha desaparecido, reaparecen los odios tribales en pueblos antaño unidos. Por desgracia es posible que muchos vean como el único medio de alcanzar la utopía de la paz mundial, la solución que Ozyman plantea en Watchmen o el partido coda en esta serie: el asesinato de una minoría por el bien de la mayoría.


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