Hoy se conmemora en España el estreno de la película «Tiburón» –título en España para la película Jaws (Steven Spielberg, 1975–).
El film se estrenó en España el 19 de diciembre de 1975; y, dado su éxito, se reestrenó durante el verano de 1976. En mi ciudad, Gijón, se exhibió en el cine Robledo.
Por aquél entonces la época del verano no presentaba grandes estrenos cinematográficos. «Tiburón» –que en el mercado norteamericano se estrenó el 20 de junio de 1975– fue la película que cambió la política industrial y estableció la época veraniega como el periodo propicio para el estreno masivo de las superproducciones.
A continuación reproduzco un fragmento del capítulo 15 de mi novela «Donde vive el recuerdo», en el cual la realidad devora las ganas del protagonista por ver dicha película.
Según el reloj de la plaza aún no eran las seis de la tarde y la segunda sesión en los cines no empezaba hasta las siete y media. Aproveché para consultar la cartelera en el periódico y vi que aun echaban la peli de «Tiburón». Había oído hablar de ella a algunos chicos mayores del internado a los que las pasadas Navidades habían dejado entrar a verla –pese a ser una película para mayores de dieciocho años– por ir acompañados de sus padres. Anticipé que si la familia de mi madre era tan importante como todo el mundo aseguraba, el portero haría también la vista gorda a que un chaval de casi once años entrara a ver una peli no autorizada a menores.
Le iba a decir a papá que ésa era la peli que quería ver, pero estaba seguro de que al final sería mamá quien la elegiría, así que decidí esperar a verla para proponérselo. Además, él estaba ausente en su mundo. De vez en cuando sacaba del bolsillo interior de su americana una agenda, en la que buscaba alguna página y copiaba de ella unos números en una servilleta donde realizaba unas operaciones matemáticas, cuyo resultado apuntaba en la agenda. Luego de usar cuatro servilletas, papá comentó en voz alta que ya acabaría de hacer sus cálculos luego en casa, cuando estuviera más tranquilo, tenía toda la tarde por delante para acabar esas cuentas.
Comprendí que esa tarde no iríamos al cine y me quedaba sin ver «Tiburón». Ese fin de semana era el último que permanecía en pantalla. Mi madre había dicho a Susi que el domingo por la tarde tendría que venir a casa a ayudarla a reordenar el salón. Así que intuí que tampoco podría ir a ver la peli con Susana.

