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¡Y es que me meto en cada jardín!

miércoles, 28 de julio de 2010

Ese chico pálido y distinguido

Las dos páginas que siguen a estas líneas desarrollan el relato de Eddie CampbellCider in Asturias”. La historieta saludaba al lector del número 55 de la revista Eddie Campbell’s Bacchus (Septiembre, 2000).



Mucho ha sido lo que ha llovido desde entonces; y no sólo en las calles de Gijón. Pero el afecto del afable Eddie y de su portentosa esposa, Anne, sigue ahí.

Sirvan estas líneas para desearles a ellos y a su familia aún en crecimiento, la mejor de las suertes.

The best is yet to come!



Nino

Ese chico pálido y distinguido

Las dos páginas que siguen a estas líneas desarrollan el relato de Eddie CampbellCider in Asturias”. La historieta saludaba al lector del número 55 de la revista Eddie Campbell’s Bacchus (Septiembre, 2000).



Mucho ha sido lo que ha llovido desde entonces; y no sólo en las calles de Gijón. Pero el afecto del afable Eddie y de su portentosa esposa, Anne, sigue ahí.

Sirvan estas líneas para desearles a ellos y a su familia aún en crecimiento, la mejor de las suertes.

The best is yet to come!



Nino

Eddie Campbell: Sidra en asturias 1/2

Eddie Campbell: Sidra en asturias 2/2


Rotulación: Cristina Ruíz.
Traducción: Nino Ortea

sábado, 24 de julio de 2010

Una de vaqueros: Desperadoes 1/2



Desperadoes. Serie limitada. 5 cómics. Editorial Planeta.

Guión: Jeff Mariotte.

Dibujo: John Cassaday.



Nos encontramos con un trabajo en el que el guionista Jeff Mariotte, aprovechándose de las posibilidades y flexibilidad del western, alterna elementos típicos de este género con otros recursos ajenos a él, como asesinos en serie con poderes paranormales. Aunque, en realidad, esta inclusión no es ninguna novedad; pues ya a finales del siglo XVII el escritor norteamericano Charles B. Brown incluía el terror y lo paracientífico en sus relatos.



La acción se sitúa en un contexto concreto, el oeste norteamericano de 1879; época crucial para los EE.UU., pues bajo la presidencia de Grover Cleveland el país sufrió un periodo de depresión industrial, con un elevado desempleo y numerosas huelgas. Mariotte adopta una estética cercana al Spaghetti Western. El feísmo y la ausencia de lirismo priman en sus descripciones, la violencia es desmedida, la sangre lo llena todo y los cargadores nunca se quedan vacíos pese a su continuo uso. El guionista recurre al retrato psicológico tanto para justificar las acciones de su grupo salvaje de justicieros como las del asesino.

El cabalgar de estos jinetes de leyenda aparece trazado por un fatalismo, que impide a los personajes alejarse de un violento mundo llamado a desaparecer frente a los tiempos modernos. Permuta ejemplarizada en el personaje que actúa de narrador — de aspecto frágil y modoso— cuyo comportamiento está muy alejado del ideal fronterizo, incluso en detalles tan espirituosos como el que beba coñac y no güisqui.



Es curioso que este “petimetre” sea un agente de la agencia de detectives Pinkerton, la cual tras un pasado glorioso —en el que llegó a organizar el servicio secreto del ejército de la Unión— se encontraba en aquella época dedicada a reventar huelgas, como la ferroviaria de 1887. La sensación de encontrarnos en un momento de cambios, en el que nada es lo que parece, se ve desarrollada por el hecho de que los justicieros que buscan detener al sádico asesino de niños mestizos, sean perseguidos por la justicia. O por las muestras evidentes de un racismo institucional ya por entonces ilegal y que aún hoy en día es evidente en leyes intolerantes como la de inmigración del estado de Arizona. Parece ser que entre las cosas que se llevó el viento, están las promesas de cambio del falsario de Barack Obama.

Pero bueno, mejor pienso mañana estas reflexiones en mi lejana Tara y ahora continúo con mi acercamiento a Desperadoes.



ADELANTE

Una de vaqueros: Desperadoes 1/2



Desperadoes. Serie limitada. 5 cómics. Editorial Planeta.

Guión: Jeff Mariotte.

Dibujo: John Cassaday.



Nos encontramos con un trabajo en el que el guionista Jeff Mariotte, aprovechándose de las posibilidades y flexibilidad del western, alterna elementos típicos de este género con otros recursos ajenos a él, como asesinos en serie con poderes paranormales. Aunque, en realidad, esta inclusión no es ninguna novedad; pues ya a finales del siglo XVII el escritor norteamericano Charles B. Brown incluía el terror y lo paracientífico en sus relatos.



La acción se sitúa en un contexto concreto, el oeste norteamericano de 1879; época crucial para los EE.UU., pues bajo la presidencia de Grover Cleveland el país sufrió un periodo de depresión industrial, con un elevado desempleo y numerosas huelgas. Mariotte adopta una estética cercana al Spaghetti Western. El feísmo y la ausencia de lirismo priman en sus descripciones, la violencia es desmedida, la sangre lo llena todo y los cargadores nunca se quedan vacíos pese a su continuo uso. El guionista recurre al retrato psicológico tanto para justificar las acciones de su grupo salvaje de justicieros como las del asesino.

El cabalgar de estos jinetes de leyenda aparece trazado por un fatalismo, que impide a los personajes alejarse de un violento mundo llamado a desaparecer frente a los tiempos modernos. Permuta ejemplarizada en el personaje que actúa de narrador — de aspecto frágil y modoso— cuyo comportamiento está muy alejado del ideal fronterizo, incluso en detalles tan espirituosos como el que beba coñac y no güisqui.



Es curioso que este “petimetre” sea un agente de la agencia de detectives Pinkerton, la cual tras un pasado glorioso —en el que llegó a organizar el servicio secreto del ejército de la Unión— se encontraba en aquella época dedicada a reventar huelgas, como la ferroviaria de 1887. La sensación de encontrarnos en un momento de cambios, en el que nada es lo que parece, se ve desarrollada por el hecho de que los justicieros que buscan detener al sádico asesino de niños mestizos, sean perseguidos por la justicia. O por las muestras evidentes de un racismo institucional ya por entonces ilegal y que aún hoy en día es evidente en leyes intolerantes como la de inmigración del estado de Arizona. Parece ser que entre las cosas que se llevó el viento, están las promesas de cambio del falsario de Barack Obama.

Pero bueno, mejor pienso mañana estas reflexiones en mi lejana Tara y ahora continúo con mi acercamiento a Desperadoes.



ADELANTE

Una de vaqueros: Desperadoes 2/2



En general, el guión está escrito con una técnica cercana al realismo mágico: trotamos por un Macondo norteño donde conviven desde representantes de los despiadados especuladores que forjaron los USA actuales, como catervas de desarraigados que ejemplifican a las sucesivas generaciones perdidas de norteamericanos crédulos en un “American Way of Life” que convierte a los idealistas en sombras para así poder seguir conciliando su “sueño americano” a la vigilia de un dios que cree en el dólar. Destaca sobremanera la figura del mesiánico asesino que una vez que ha liberado a sus víctimas de la prisión de sus pieles y curte éstas con los sesos de sus piezas, utiliza la sangre de los niños para volverse invisible.



El modernismo de este personaje se convierte en una ventana abierta al futuro de un nuevo siglo —el XX— donde nos impregnamos de la sangre de nuestros semejantes para asistir impasibles a su sufrimiento, tan evidente que se vuelve invisible en el siglo de la imagen. Ya saben eso de que para ocultar algo, lo mejor es mostrarlo a plena luz.





El dibujo del por entonces primerizo John Cassaday, daba muestras muy concretas de rasgos artísticos que perfeccionaría con el tiempo, hasta alcanzar su distintiva impronta actual.

Distribución irregular en cuanto a número y tamaño de viñetas. Composición clara; tal vez en exceso, pues la primacía que da a la figura humana sobre los fondos hace que los personajes parezcan superpuestos a los escenarios. Lo cual, cuando sitúa la acción en espacios abiertos, lleva a que su dibujo pierda fuerza, pues sus paisajes aparecen sin vida, no aportando ninguna atmósfera a la narración. Su trazado de la figura humana es fino, esboza el dibujo de los extras y focaliza nuestra atención en los personajes principales gracias a una ilustración detallista y nervuda. Es en este apartado donde parece más interesado, mostrando su pincel un gran realismo y capacidad de expresión, Cassaday busca la complicidad del lector con ciertos guiños como la caracterización de algunos personajes con el aspecto de famosos, el corrupto Augustus Pruett muestra una sorprendente similitud con el genial Orson Welles. A la hora de reflejar la acción lo hace de una manera ágilmente sangrienta, pero evitando, acertadamente, caer en una morbosa recreación de la violencia.





Nos encontramos ante un proyecto, que muchos prejuzgaron en su momento por la inevitable conexión con el mundo del Cine —imposible no recordar a Sergio Leone y su La muerte tiene un precio. El que logre superar los prejuicios iniciales se encontrará ante una obra bien contada, fácil de leer y que nos permite acercarnos a ese mundo tan desperdiciado por el cómic, como es El oeste norteamericano. Quizás puedas encontrar la miniserie en cualquier librería de viejo o en el fondo de la editorial yanqui DC.

Llegues como llegues a esta lectura, forastero, confío en que su disfrute conlleve una pasión de las fuertes.

ATRÁS.

©Nino ☺rtea. Y un infierno lo persigue hasta Gijón, el 24-VII-2010.

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