Hoy se cumple el tercer día en la nueva ofensiva criminal con la que el ejército ruso está asesinando a la población ucraniana.
No llego a imaginar
lo que es sobrevivir durante un asedio militar. Pero sí que puedo pensar en lo
tortuoso del vivir de mis iguales ucranianos no asediados: de enfermos que no
pueden recibir tratamientos o adquirir medicinas, de discapacitados que no
pueden acceder a los refugios antiaéreos, de infectados de COVID‑19 que no
pueden buscar ese refugio por miedo a contagiar a otros…
Yo –que si puedo recibir,
adquirir o acceder– puedo además ayudar a mis iguales ucranianos. Tú, amable
leyente, también puedes: sólo tenemos que usar la palabra, sin necesidad de alzarla.
Basta con que la empleemos de manera apropiada, sin permitir que se apropie de
ella su ¿mal? uso en titulares periodísticos.
Creo
inapropiado hablar de “guerra entre Rusia y Ucrania”.
Lo encuentro impreciso, ya que no estamos ante dos países cuyas sociedades se
enfrentan por una ambición común en ambas. Creo
que –dentro de la economía del lenguaje que rige los titulares
periodísticos– estamos ante “guerra de
Rusia contra Ucrania” (este segundo titular sólo usa dos espacios más que
el primero). La guerra la ejecutan
los militares rusos, los ciudadanos ucranianos se defienden. Usar la retórica del agresor es aceptar sus
excusas para asesinar.
La guerra la tienen
ellos con la Libertad, nosotros luchamos por ella (y –por suerte– en España
podemos hacerlo con palabras, no con balas).
Apalabra la Libertad,
libre leyente.
ŋinO. Gijón.
2022.