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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

jueves, 28 de abril de 2011

Siempre acabo volviendo

Hola a todos:
Si a quienes nos gusta lo dulce no nos llaman “dulzosos”, sino “golosos”, ¿cómo podemos llamar a quien agradece que le den las gracias?
Lo de “gracioso” suena a chiste o a majestuoso. Yo doy pena, no risa; y no soy regio, soy republicano. Así que esta palabra no me vale.
Definirme como “agraciado” no me pilla ni de medio lado. Aunque bueno, si reparo en cualquiera de las tres gracias a las que pintó Rubens, sí que me pillaría de lleno la categoría de “entretenimiento para un momento tonto”.
Señalarme como “agradecido”, sería llamarme feo. ¿O acaso creéis que no me reconozco en los clásicos? Ahí está el gran Rosendo Mercado y su rocanrolenate Agradecido. Podéis llamarme muchas cosas, pero no feo, pues me estropeo. Además, “agradecido” define a quien agradece, no al que reagradece. (Por cierto, permitidme recomendaros la escucha del álbum A veces cuesta llegar al estribillo con el que Rosendo ha ganado hoy mismo el Premio de la Música al mejor álbum del año)
Así que a esta altura de mi escritura, no me queda otra tesitura que la de ninear una palabra que defina cómo me siento mientras tecleo este encomio. De aquí hasta el adiós me defino como gaudeante, por eso de entogarme latinizante.
Sinceramente: os agradezco el que me agradezcáis que haga lo que me agrada. Me gusta gustar, no dar disgustos. Así que el saber que, más allá de mi egoninismo, hay personas que estáis a gusto con el regusto de mis ocurrencias y vivencias, es algo que me alegra de aquí hasta mi adiós.

Siempre acabo volviendo a donde recibo cariño. Aunque creí que añadir algo a este blog me convertiría en redicho, he vuelto. Nunca pensé que a nadie le importara mucho lo que cuento en Ven y enloquece, pero me equivoqué. Algunos esperabais que volviera, otros me animasteis a que lo hiciera. Creí que no lo haría, pues entre las fantasías y reflexiones que he recogido aquí, subyace dolor y vergüenza.
Me duele releer lo desorientado que divagué. Me avergüenza redescubrir lo enrabiado que escribí algunas cosas. Siempre me quedaría el donjuanismo del "Clamé al Cielo y no me oyó; y, pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra, responda el Cielo y no yo".
Pero en vez de ser tan zorro como para escudarme en Zorrilla, admito que, en más de una ocasión, mi frustración se escribió como aberración. Esos textos ponzoñosos, también son ninosos. Son tan míos como aquellos que brillan y dan esplendor a este pobrecito hablador. Son parte de mí. Una muestra de cómo soy. No en vano este blog es el crisol donde he fundido muchas ilusiones y decepciones durante 3 años. Remedando a la humilde Ana Ma Matute, la Escritura sigue siendo un refugio íntimo ante un Mundo que nunca acabo de comprender
Pese a mi sensación de que Ven y enloquece se había convertido en un solaz de lectura y no de escritura, he vuelto. Lo he hecho gracias a vosotros. Pues este blog es una puerta por la que han entrado a mi vida personas anónimas que se han convertido en acompañantes. Es un banco en el que me siento a hablar con amigos sobre cosas que silenciamos cuando nos encontramos. Es también un espejo, en el que veo mi reflejo: una veces esperpéntico, otras expectante; siempre agradecido.
Gracias. De no ser por vosotros no estaría aquí. Estaría allá, en los vastos jardines sin aurora. Allá lejos; donde habite el olvido. Luis Cernuda sabía cómo compartir estas ausencias. Yo sólo sé lamentarme de ellas y admirarlo a él.
Os deseo lo mejor.
Nino

Joaquin Sabina - Whisky sin soda




Joaquin Sabina - Whisky sin soda, posted with vodpod

martes, 26 de abril de 2011

Jusqui’ci tout va bien…

¡Hola a todos!

En una noticia publicada en la página 3 de la edición de hoy lunes del periódico 20 minutos, se nos informa de que “el Ministerio de Sanidad cifra en 180.000 las personas que se quedan fuera de la llamada universalización de la cobertura sanitaria. (…) El Ministerio asegura que los colectivos que no están amparados por el sistema público son los que, en principio, dispondrían de recursos para financiarse la asistencia. (…) Parados sin el subsidio de desempleo que dispongan de rentas o recursos anuales por encima del salario mínimo interprofesional y personas que no han trabajado nunca o de manera esporádica y también con ingresos por encima del salario mínimo”

Tras leer esta noticia, la cual no me comunicaba de nada sobre lo que no me hubiera avisado repetidamente una gran amiga que ve muy posible el que yo pase a engrosar esta legión de desasistidos, me entró mi habitual cabreo de las 3 de la tarde. Pues entre las familiares tocaduras de narices de mi padre y/o hermana, y la sempiterna desinformación manipuladora de los informativos televisivos, es contada la comida cuya ingesta no se me acaba indigestando.

Luego me esperaba el atrangantón de hacer de lazarillo de un invidente vital; así que se me olvido el arrebato al poco rato. Tras volver a oficiar de devorador de mundos ajenos, compartí un par de vinos con un gran amigo al que hice partícipe de esta crónica sanitaria. Ya en casa, donde la cena en soledad es siempre digestiva, me dispuse a buscar en Internet un enlace a la noticia y me encontré con una serie de exabruptos disimulados de cometarios a dicho artículo, que ratificaban una teoría que había expuesto torpemente unas horas antes.

El problema que tenemos Los Humildes es que El Poder siempre se las arregla para que la venganza a sus abusos la apliquemos a nuestros iguales. Desde el colegio, vemos cómo los representantes de la autoridad, logran dividirnos a la hora de plantear nuestras reivindicaciones. Preferimos volcar nuestra frustración en mortificar a ese compañero tartamudo cuyo nombre, casualmente, siempre recuerda el profesor a la hora de intentar evitar que “la clase” se le escape. Ya convertidos en clase obrera, la artimaña les sigue funcionando; y estamos más pendientes de la inquina que nos produce un compañero esquirol que de ponernos en nuestro sitio ante un jefe miserable.

Frente a la progresiva disminución de derechos sociales, Los Poderes que Son lo tienen fácil: o bien aprovechan cualquier cortina de humo que nos encabrite cual potro de Caballo Loco, o bien azuzan a sus perros de prensa para que emprendamos la caza de la pieza social más débil. Que siempre es el diferente y el desarraigado. Que últimamente es el inmigrante.

Es curioso que a los mismos robaperas a los que les interesó la llegada masiva a España de una mano de obra extranjera no cualificada –con la que cubrían trabajos de explotación o la usaban como amenaza laboral, para conseguir que el trabajador en precario aceptase la mengua de derechos consolidados–, busquen ahora demonizar a estos extranjeros señalándolos como una recua de parásitos que infectan nuestro Estado del bienestar.

Bien está lo que bien acaba; y todo pinta a que la cosa acabará mal. Quizá en una organización social cercana a la que se vive en Los Estados Unidos de Norteamérica. Sociedad donde bajo la fachada de un sistema legal garantista, subyace una sistemática desigualdad social.

Quizá, por que soy hijo y nieto de emigrantes. Probablemente, por que me veo obligado a vivir en la autarquía sumergida. Con toda seguridad, porque estoy harto de este hartazgo, te invito a que hagamos algo más allá de escribir un texto o ponernos una camiseta. Idear un proyecto que agrupe a los que, como tú y como yo, estamos hartos de que nos hagan de menos por nuestra capacidad para vivir con menos. Un proyecto que de voz a aquellos a los que se nos paternaliza como “raros” por no llamarnos “vagos”, cuando lo único que hacemos es vivir de manera diferente.

¡Ah, se me olvidaba! ¿Quizá estás demasiado ocupado en descubrir quién es mejor: el barça o el madrid? Perdona, no quería molestarte. Sigue ahí sentada demostrando que eres una súper profesional, pues para compartir tu condición de mujer y de persona siempre hay tiempo.


Creo que antes de dejarnos llevar por el odio social, podríamos intentar la coherencia social. Mi madre, la tuya y la suya nos educaron para no hacer a los demás lo que no nos gusta que nos hagan. Nos criaron para querernos y defendernos frente a quienes nos desprecian. Seamos buenos hijos. Volvamos a ser esa niña pizpireta que siempre se mofaba de quien intentaba ridiculizarla. Volvamos a ser ese niño mimoso con los que lo trataban con cariño.

Nino Ortea.

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