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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

sábado, 10 de octubre de 2015

Quizá París fue una fiesta




       Quizá nunca te lo había dicho, para así no desmitificarme en tu endiosarme como el escritor que esta generación se perdía; pero, hasta ahora, no había concluido la lectura de una novela escrita por Ernest Hemingway.






Quizá se deba a mi natural caprichoso; pero en cuanto un libro deja de interesarme, concluyo su lectura. Valoro más mi opinión que la de jurados que fallan permios perjuros o la de lectores que acumulan libros. Sin hacer de ellas unas malas novelas, son cientos las obras a las que he puesto final sin interesarme por la conclusión que les dan sus autores.

Soy juez y jurado en mi tribunal de valoraciones, ante el que no admito que se eleven apelaciones a galardones conseguidos o a corazones partidos: cuando se acaba, se acaba; y nuestro final conlleva no volver a rozar tu piel, que para mi voluntad se ha convertido en hiel, pese a mi deseo aún se relama ante tu miel.



Quizá te suene a boutade saber esta gran “nidade”: hasta hace nada mi libro favorito de Hemingway lo era por su portada. Allá por 1983, la editorial Salvat publicó para su venta en quioscos una impresión de la novela Fiesta, en cuya portada aparece la magnetizante Rita Hayworth con una sonrisa acogedora; expresión que sólo he visto reflejada en ti, aunque ahora sé que lo tuyo era una mera mueca.



Quizá ya no te interese saberlo; pero, al igual que hay corazones con freno y marcha atrás, mi determinación se ve refrenada por mi “caprichosidad”; de ahí que sin ningún rubor haga lo impensable para evitar el sopor y lo insoportable. Hace algo más de una semana, estuve a punto de contestar a uno de esos mensajes que me mandas por error, ya que no puedo ser el destinatario de las palabras inflamadas que contienen. Por no escribirte, me puse a leer; y empecé el último libro que me regalaste.

Me ha gustado, gracias.


Sin ningún quizás, nuestra fiesta se ha acabado. Estoy tan cansado que no me importa si París brilla o arde, lo que importa es que lo nuestro ha terminado.

Sont finis, le livre et nous. Adieu, Sidonie. Bon chance.

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