"Si tuviera un martillo, golpearía en la mañana, golpearía en la noche, por todo el país.
Alerta del peligro, debemos unirnos para defender la paz."
Alerta del peligro, debemos unirnos para defender la paz."
El martillo, letra de Víctor Jara adaptando la canción If I Had a Hammer de Lee Hays y Pete Seeger
La verdad es que creo que todo lo relacionado con Emilio Gutiérrez se está sobredimensionando, y sacando de contexto. Así que entono en primer lugar un mea culpa.
Me aterroriza, no encuentro otra palabra, la facilidad con que este guipuzcoano ha pasado a convertirse en protomártir invocado por muchos como ejemplo de héroe.
Bueno, creo que mejor me explico:
Basta con leer mi perfil, o el título de este espacio, para saber de mi carácter impulsivo y mi tendencia a los arranques de rabia ante los miserables. Comprendo, que este ciudadano, quizás sintió en la actitud de los matones que frecuentaban el figón fascista, el ultraje final tras una larga serie de vejaciones por no encontrarse entre los ungidos en la intransigencia; siendo la actitud chulesca de los intolerantes la que actuó de bebedizo que —como antaño a los berserkers de las tribus pictas— lo imbuyó de una enajenación destructiva.
A mí también me ha dado en más de una ocasión el baile de San Vito frente a los sayones; y en esos zapateos a destiempo basan mis detractores mi fama de colérico. Aunque esos endogámicos liberticidas ya se cubren de gloria por sí solos, con despropósitos como su reciente campaña contra el concierto de la cantante israelita Noa en Gijón. Pero bueno, ¿qué esperar de gente que comercia con lo justo?
A lo que iba, no era, ni es, mi intención, justificar su respuesta a mazazos al apedreamiento continuo que sufrió por parte de los integristas de la exclusión. Emilio manifestó que su picapedreo fue la única solución que vio al problema de ser diferente ante los ojos de quienes no creen en sus semejantes. Con lo que no voy a ser tan faltón como para proponerle una mejor solución.
Sólo decirle que, en mi condición de prosélito del dios Thor, me adhiero a su recurso al martillo para expulsar a los pecadores del templo. Y como admirador del promiscuo Zeus, le podría aconsejar por dónde meterles unos cuantos rayos.
Básicamente, mi lema vital —y así lo he escrito en este blog— es : A los miserables ni agua. Así que no me voy a desdecir de lo dicho, ni a defender a tanto malbicho que defiende su libertad de subyugar a los demás.
Emilio ha hecho lo que ha podido y, como toda víctima de sus impulsos, se ha metido en un lío. La Ley —esa misma ¿justicia? que hoy mismo ha condenado en Barcelona a la cárcel a un indigente por robar una barra de pan— tendrá que decidir si lo suyo fue falta o delito. Lo cual, en una sociedad en la que no faltan delitos por juzgar, ni jueces que se estresan por hacer su trabajo, tiene su intríngulis.
Lo que me llevó a colgar mi posteo —y a mostrarle mi solidaridad a él y a todos los Gutiérrez víctimas de los sandios— fue, es y será mi tristeza al ver cómo por no perder su honra, perdía su morada, y, cual Cid, se autocondenaba al destierro. Como creo firmemente que, sin Libertad, de nada nos vale el consuelo de un Dios o la protección de un Estado; me conmovió que fuera consecuente con su libre albedrío, sin encomendarse a protección divina o humana.
De ahí mi apoyo a quien prefiere perderlo todo antes que su dignidad. De ahí mi solidaridad con Emilio Gutiérrez.
Pero, no quisiera que se me malinterpretara.
No apoyo su canonización, ni subirlo a los altares de la Democracia. Para mí no es un héroe, ni un justiciero o un vigilante.
Héroe es el protagonista de una epopeya, y él lo es de una tragedia. Un justiciero busca el bien común, Emilio vengaba afrentas personales. Un vigilante es… alguien que ha visto demasiadas pelis de Charles Bronson.
Se han abierto cuentas bancarias para recaudar fondos en su ayuda, cuando no la ha pedido. Lo han convertido en líder de una Cruzada por unos vascos lugares, para los que él desea la paz no más guerras. Los medios de comunicación, tan bienintencionados ellos, han divulgado su imagen buscando ayudarlo… a convertirse en proscrito de las calles por las que le encantaba callejear.
Mendigo sin postular.
Héroe a la fuerza.
Personaje público por ser persona.
Muchos han visto en su actitud una gesta, otros una afrenta. Algunos han encontrado la evasiva que buscaban para demonizar a todo lo que huela a independentismo o a vasco.
Yo, simplemente, veo a un nuevo odiseo condenado a vagar por el mar egeo de la soledad, como consecuencia del capricho de los endiosados del Odio.
Suerte, Emilio. A diferencia de ti, yo esta noche dormiré en mi cama, cerca de mis seres queridos.