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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

martes, 31 de enero de 2012

La injusta peatonalización del barrio de El Carmen, Gijón.

Me parece injustificable la decisión, emprendida por la anterior administración local, de peatonalizar el barrio de El Carmen en Gijón.

Cualquiera que se pase, a partir de las 13:00, por la mayoría de las calles del barrio, verá la desmesura que supone la peatonalización de dichos espacios. Y todo para que puedan explotar comercialmente esos tramos de vía pública establecimientos de hostelería ubicados en locales minúsculos.
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Por lo que, su ocupar la calle no supone una forma de mejorar su servicio, sino su principal fuente de ingresos. Contando además, con que somos los ciudadanos los que pagamos la iluminación, limpieza y mantenimiento de su terreno ocupado con patente de corso hostelera.
Tal y como ellos mismos reconocen, el negocio les ha salido redondo. Una hostelera de la zona reconoce en una entrevista los beneficios de su buena vista, a la hora de plantar su negocio en una zona sin tradición hostelera previa, más allá de las ya ausentes casas de lenocinio: “ahora tengo dos bares: uno para fumadores y otro para no fumadores”.

Esta privatización de lo público, lleva asociada una pérdida en la calidad de vida de quienes viven en la zona. Ya que el acceso y salida del portal de los edificios se convierte en una carrera de obstáculos. Sortear el mobiliario –sombreado aquí y allá cual canta la canción de Mecano– y deslizarse entre unos clientes –más pendientes de que se les vea lozanos, que de ver a quien tienen cercanos con bolsas en las manos– son los deportes de moda entre los ciudadanos convertidos en forzados atletas urbanos.
Y, obviamente, el tema pierde toda gracia cuando hablamos de los problemas que esta “hostelerización” de las calles acarrea a los ancianos –porcentaje de población mayoritario en este barrio envejecido– o en el desempeño de aquellas actividades para las que es fundamental el recurso a un vehículo –desde el traslado de un enfermo, al reparto de una compra pesada–.

Eso sí, el soberano pueblo de Gijón se concentra en contra de la destitución de un cargo de confianza que ha perdido la confianza de la corporación local. Pero cada vez que se plantea la queja ante esta situación, al denunciante lo tachan de quejumbroso o lo invitan a ir a ver la ballena.

El horario de peatonalización restringido –a partir de las 20:00–, que el Ayuntamiento de Gijón impone, en festivos y vísperas de guardar, a la totalidad de las calles no peatonalizadas de la zona, se traducirá en una disminución de los derechos ciudadanos de los residentes en el barrio. Más allá de la dudosa legalidad de las medidas, es inmoral el que se rente a intereses privados el uso de un espacio público, que pertenece a todos y que es ocupado por muy pocos.

He leído que se están organizando los vecinos del barrio, de cara a presentar un escrito donde se recojan nuestras quejas ante la situación de abandono a la que estamos sometidos por parte del ayuntamiento. Agradecería que me facilitaran –escribiéndome a la dirección de contacto que aparece en este blog–  los datos necesarios para unirme a dicha iniciativa.
Gracias.

Nino Ortea

viernes, 27 de enero de 2012

La sensibilidad de Lucía Alonso es mixta



La sensibilidad de Lucía Alonso es mixta, al igual que la técnica que utiliza en la mayoría de sus lienzos. 

martes, 24 de enero de 2012

El laberinto del ninotauro


Quizá ahora que están dificultando el intercambio de archivos informáticos, ha llegado el momento de compartir confidencias. Aquí va una: Me gustaría ganarme la vida escribiendo.

He acabado un libro –ilustrado por Lucía Alonso– que estoy empezando a presentar a diferentes editoriales. Obviamente, espero que la publicación de la obra me reporte un dinero que me anime a seguir escribiendo. La musa de la inspiración puede ser gratuita, pero la “gusa” de la alimentación cuesta dinero. Y soy tan vulgar que necesito comer a diario, para así poder alimentar mis apetitos creativos.
No espero firmar un contrato millonario, ni figurar en la lista de los escritores más vendidos. Pero sí que cada lector se sienta animado a releer nuestro libro y a recomendar su lectura. Uno no crea por dinero, sino por necesidad. Aunque hay necesidades más perentorias que la de escribir.
Existen sociedades ágrafas que acumulan siglos de Historia. La historia de un creador famélico es de muy breve recorrido, pues éste acaba engañando su hambre creativa con un plato de lentejas laborales.

Lucía Alonso y yo hemos acabado un libro. Obra que aparecerá publicada con sus derechos de autor protegidos. Lo cual me lleva a volver a adentrarme en el laberinto de contradicciones que conlleva mi paseo por la vida: Defiendo mi autoría, pero no respeto la ajena.

Como no pago por acceder a Internet, me las arreglo para que otros compartan involuntariamente su señal. Gracias a que me tomo prestado lo que no se me ofrece, leo mi correo electrónico, busco empleo, ojeo webs y actualizo este blog. También descargo archivos.
Lo precario de mi acceso me impide liberar al acumulador que hay en mí. Aunque cada semana algún nuevo cómic, revista o contiendo audiovisual acaba incorporándose a mi botín electrónico. Todo ese material tiene autores que, como yo, esperan que su trabajo les reporte unos ingresos.

No presto atención a las realidades ajenas. Las paredes de mi laberinto me impiden ver lo que no quiero ver. Con cada piedra que me encuentro en mi camino personal voy construyendo mi muro defensivo. Yo no quiero que cierren videoclubs ni editoriales. Yo no quiero que los escritores trabajen de escribanos. Yo sólo quiero aquello que se publicita y no puedo comprar. La culpa de mis sisas es de los especuladores culturales. ¡Ellos me obligan a hacerlo!

Ahora no estoy solo en mi laberinto. He llegado a una encrucijada en la que confluyen pasillos de otros meandros. Resuenan voces que denuncian los abusos de La Armada Cultural, que navega a toda vela gracias a las condenas a galeras a las que somete a los creadores.
Los editores, los promotores y los productores son unos facinerosos, que cuentan con patente de corso para cazarnos tras denostarnos como piratas, cuando sólo somos hermanos de la costa libertaria. ¡La Industria es el Capitán Morgan, nosotros la tripulación de El cisne negro!

Pero no es así. La vida no es en blanco y negro, está llena de matices.
Me llama la atención la persistencia de mis compañeros en que La Cultura sea gratuita. ¿También la querrán arbitraria y sin fundamento? Yo pienso que lo que debe ser gratis son el pan y la sal, los mimos y las caricias. La cultura debe ser popular y barata, que no mala. El creador deber ver garantizado su derecho a ganarse la vida con dignidad, no viviendo de limosnas institucionales.

Me descubro hablando en voz alta y mis camaradas empiezan a mirarme. Les digo que no entiendo que un escritor no pueda aspirar a ganar dinero escribiendo un libro, pero sí una profesora que comenta libros ajenos o un bibliotecario que los clasifica.
Con nuestros abordajes estamos hundiendo pequeñas naves, patroneadas por mercaderes modestos y tripuladas por algunos de nuestros iguales que, tras sobrevivir al naufragio, se convertirán en marineros en tierra y no volverán a navegar por los mares de los sueños.

Varios de mis camaradas me lanzan andanadas de descalificaciones antes de alejarse. Otros, simplemente continúan su singladura. Yo, varado en la arena de mis contradicciones, vuelvo a mi laberinto. Sigo buscando en él al monstruo de La Industria que se alimenta de la carne de los creadores. Quiero derrotarlo. Me veo como Teseo en su enfrentamiento con El Minotauro. No me doy cuenta de que La Industria vive lejos –en un palacio de privilegios– y ha logrado que muchos deambulemos por laberintos sin salida.

Me detengo en mi caminar. Comprendo que las contradicciones forman parte de la vida y que no debo dejar que me atrapen ni me aíslen. Quizá ha llegado el momento de desandar lo andado y regresar junto a Ariadna.
Lucía Alonso y yo hemos acabado un libro. Ojalá llegues a leerlo.
Nino Ortea

viernes, 20 de enero de 2012

Colorín colorado 1/2

Ahora que vivimos tiempos difíciles, fijémonos en tiempos recientes en los que hemos asistido a coronaciones de gentiles –encumbradas por el gentío–, a quienes no ha sido su sangre azul –sino la tinta rosa– la que las ha convertido en princesas de bocas de fresas.

Para otro momento dejo mi reflexión sobre esa fuerza de la naturaleza mutada en “La princesa del pueblo” merced a saber aprovechar un ratito de gloria torera. Su constante desvelar sus desvelos hacen de ella la nueva “María Magdalena” de estos entretiempos preocupantes.

Ahora, me centraré –llevado por el partidismo popular por el azul– en “La princesa del cuento”. Y lo de “cuento” no es porque viva de él, no, ella es tan trabajadora como el que más de su familia política. Viene a cuento de que así fue como definió el cineasta Woody Allen a la capital del principado que le da a ella título y boato.


Colorín colorado 2/2



Quizá a causa de la tendencia de nuestras contadas estrellas internacionales–evadidas en Andorra, Miami o Montecarlo– a vivir fuera de estos andurriales, es por lo que hemos convertido a La Familia Real en portada habitual de revistas y suplementos, cuando antes sólo aparecían en sellos, monedas y retratos oficiales. 


Hemos pasado de atesorarlos en nuestras carteras, a depositarlos en los contenedores de reciclaje. Otra explicación a esta sobreexposición de la realeza, sería que nos estamos monegasquizando. Pero no, eso es imposible, con nuestra aversión nacional a aprender idiomas extranjeros, antes juancarlistas que afrancesados. Además, nosotros no imitamos, copiamos.
 

El caso es que La Familia Real se ha convertido en presencia continuada en las revistas de sociedad. Pocos poderes han ayudado más a la perpetuación borbónica que las publicaciones de entretenimiento. Es curioso el que Don Juan Carlos se queje de que lo usen como modelo de vestuario para un malo de tebeo, pero no por su uso en las prensas del cotilleo. Y es que si tuviera que pagar por las campañas de publicidad gratuita que le orquestan, el paso de Don Felipe de príncipe a mendigo sería más acuciante que el novelado por Mark Twain.
Fuera de toda malicia, por mi parte, es llamativo el trato dado por estas revistas a Doña Letizia. La han convertido en referente de la moda, la distinción y la buena dicción. 

Cuando cuestionan algo en ella –sus modales prosaicos o su aspecto preocupante– es para acabar reforzando su figura. Fijémonos en todo el reciente ruido de titulares sobre su extrema delgadez, resuelta con un elogio a su fina estampa. Al cuestionarla, nos la presentan como mujer de su tiempo, con un pasado laboral y vital, como una más de nosotros.
Y vaya si lo es. ¡Tambien tiene cuñado! ¿Y hay algo más español que ese cuñado pesado del que no sabes cómo librarte?

Roberto Segura. Los señores de Alcorcón y el holgazán de Peón.

Colorín, colorado
lo de Urdangarín sólo ha empezado.

Pag. anterior.
Nino Ortea.

martes, 17 de enero de 2012

domingo, 15 de enero de 2012

Rebajas de enero.

Apenas llegó, se instaló para siempre en mi vida.
No hay nada peor que afrontar una crisis desmedida.


Huyendo del frío, la agencia de calificación Standard & Poor’s buscó en las rebajas de enero y halló a nueve naciones europeas que ya estaban mal. Cansada de tanto esperar el euro verdadero, le dio por bajar la nota de la deuda a largo plazo de estos países. La mayoría de los ministros de economía descalificados –incluidos el español– vivieron historias de gritos y recesos, de tila y de sal. Pero el representante francés no. El muy impertérrito aseguró que su paso de la matrícula de honor al sobresaliente era un mero reajuste y que en poco tiempo las cosas volverían a su estado habitual.

Mi eterna condición de acumulador de asignaturas pendientes, me lleva –tras oír a este economista chovinista– a esas tardes de domingo en las que encontraba, por casualidad, mis notas escolares a entregar a primera hora del lunes. El firmante de mi padre, tras respirar firmemente y mirarme con firmeza, se sentaba y abría el boletín antes de destapar su caja de los truenos.
Frente a la ira de este zeus desatado, de nada servían mis explicaciones: “La profe de lengua no sabe ni leer, fíjate que no entiende mi letra”, “al de inglés sólo le interesa hablar de francés con mis compañeras”, “la de mate no comparte mi planteamiento frente a los problemas”… Para él, mis razones eran sólo excusas. Y mi promesa de que todo mejoraría con las siguientes notas, sólo servía para pasar él a encolerizado y yo a castigado. La de episodios de Yo, Claudio; Curro Jiménez o Poldark que me perdí a causa de mi destierro al este del edén televisivo, tras ser mandado a la cama sin cenar.

Por fortuna, el paraíso de Internet me ha permitido rellenar los huecos en las series; y de atiborrar mi panza hambrienta se ocupaban los tigretones que guardaba en mi mesita, en previsión de que mi padre se pondría a rugir como un león.
Por desgracia, ciertas deficiencias siguen ahí. Ya fuera de clases y aulas, sigo entrando en bares. Ayer, tras saborear un plato del día, le pedí la nota a la camarera. Se acercó y me dijo en voz alta: “Necesitas mejorar”. ¡Luego se quejará de que no le dejé propina!

Al igual que yo, España mantiene sus deficiencias. Nos organizamos según un sistema que ha dejado de funcionar. Una pretendida democracia participativa que debería establecer nuestras pautas económicas, sociales y de organización territorial. Pero en realidad nos dirigen unos poderes económicos empeñados en que todo siga como estaba, pues los políticos se muestran impotentes o indolentes frente a especuladores fantasmales.
¿Quién elige a esas agencias de calificación? ¿Quién les da poder? ¿Acaso el dios Zeus, que se carcajea desde el Olimpo al ver las tribulaciones de unos humanos que han dejado de creer en él?
Estoy seguro de que junto con las llaves de La Bodeguilla y el fertilizante para los bonsáis, cuando el Presidente llega a La Moncloa le dan una agenda con los números de teléfono aquellos que cuando no nos aprietan, nos ahogan. Pero claro, con esto de la crisis tanto Zapatero como Rajoy hacen las llamadas a cobro revertido y los descalificadores no les devuelven los honores.

Nuestra democracia no es participativa, sino punitiva con nuestros deseos y necesidades. La renovación cuatrienal de los cargos políticos me produce la misma sensación de regreso al planeta de los simios que sentía cada septiembre, cuando al volver al colegio cambiaban algunos nombres  y libros, pero el tedio era el mismo.

Vivimos tiempos difíciles, en los que no podemos confiar en que los que nos gobiernan nos ayudarán. Debemos ayudarnos nosotros a mantener la marcha. Al igual que me ayudaban mis compañeros cuando me contaban el episodio que no había visto, para que así pudiera seguir la trama de mis series favoritas.
Al final, papá, mis razones son verdades: ¡Los profes nos tienen manía!
Nino Ortea

miércoles, 11 de enero de 2012

¡Mariano habla!


¡Mariano habla!

Hay personajes que acaban devorando a la persona que los sustenta.
Su creación de hermano mudo acabó velando la imagen de Harpo Marx hasta el punto de que, aún hoy en día, son muchos los que suponen que el actor no podía hablar. Error al que ayudó el que, en las apariciones que realizó en diferentes programas televisivos norteamericanos, desempeñase papeles silentes. No faltará quien sostenga que permitir que la ficción suplante a la realidad es cosa de yanquis, ese atajo de incultos que – tras haberlo visto estrechar la mano de los presidentes Nixon y Kennedy– cree que Forrest Gump fue un personaje histórico.

Pero no. Eso de confundir a la persona con su personaje –y más si le da la mano a presidentes y ministros– también se da en la culta España. En este reino mágico donde coronamos a un caballero que sale por la tele dando la mano a políticos y que sólo nos habla, unos minutos, en Nochebuena.
Quizá el ejemplo del hermético monarca ha llevado a nuestro recién elegido presidente, Mariano Rajoy, a mantener últimamente un silencio publico. Como eso de inclinarse frente a su majestad en los besamanos no debe de ser prueba suficiente de su fidelidad borbónica, ha optado por imitar al los modos y maneras del callado jefe de estado.

Y es que, siguiendo con el hermano Marx de voz más enmudecida, para muchos fue una sorpresa descubrir que tenía mucho de que hablar. Tal y como muestra su libro de memorias ¡Harpo habla! –publicado en 1961, cuarenta años después del estreno de su primera película, Humor Risk– donde revisa la historia de su familia, de su país y de la industria del espectáculo.

Volviendo a nuestro prudente presidente, no ha habido que esperar cuarenta años, bastaron tres semanas para que empezara a dictar sus memorias.
Quizá algunos estamos equivocados; y la Política no tiene mucho de Teatro y sí de Fe. Ya que la única prueba que tenemos de que el presidente preside este país, es que así lo aseguran sus apóstoles –encarnados en ministros– y amanuenses –presentados como periodistas–. No estoy escribiendo que Doña Soraya Sáenz de Santamaría es una especie de Moisés ministerial, que cada viernes se baja del monte de La Moncloa para leernos un decálogo de mandamientos. Pero sí que el Señor Rajoy tiene mucho de monje trapense. No sólo por su vocación contemplativa de la realidad española, también por su voto de silencio respecto a sus votantes.

Acaso el mutismo actual se deba a la redacción de una nueva Regula Monasteriorum para su “ministerorum”. Pero Don Mariano ya venía dando muestras de su gusto por la afonía en sus últimas apariciones públicas, en las que no admitía turnos de preguntas.
Ayer, finalmente, rompió su silencio; en lo que no es un acto de fe, sino de EFE. Con sus declaraciones a la agencia de noticias, grabadas y retransmitidas en diferidos, me ha hecho sentir que vuelve la Nochebuena. Y, la verdad, es que uno ya se encuentra un poco empachado con tanto festejo y exceso pantagruélico en mitad de esta penuria económica. Pero quizá, el Señor Presidente no buscaba actuar con sus palabras como un alka-seltzer frente a esta crisis de acidez. Quizá buscaba demostrarnos que podía hablar, para que no nos fijáramos en que lo que dice.
Algo así como el lema publicitario de la película Ninotchka, donde a falta de información sobre la trama se publicitaba que su protagonista era capaz de reír.

Lágrimas, que no risas, es lo que provoca este alejamiento comunicativo que mantiene el presidente. En estos momentos en los que desde las administraciones públicas se nos piden desvelos y sacrificios, no creo que sea pedirle un gran esfuerzo a Don Mariano el que se dirija periódicamente a la nación para explicarnos sus planes de mejora nacional. Unas alocuciones a sus conciudadanos parecidas a las que realizan sus cofrades Merkel o Sarkozy
¡Pero se me olvidaba! Ellos gobiernan lenguaraces repúblicas. Sistemas de gobierno que tienden al desorden, como ese camarote de los Marx donde mandaban los verborreicos de Groucho y Chico. Nosotros estamos embarcados en una monarquía parlamentaria; y nuestro modelo es el silente Harpo Marx.
Nino Ortea.

lunes, 9 de enero de 2012

Lo prioritario

Hechos, eso es lo que quiero. No enseñéis a estos muchachos otra cosa que no sean hechos. Los hechos son lo único imprescindible en la vida.
(Traducción libre del inicio de la novela “Hard Times”, escrita por Charles Dickens)


Vivimos tiempos difíciles. En cierto modo, sería fácil encontrar a quien echar la culpa de ello. Los políticos, los banqueros, los inmigrantes o incluso el cantante Miguel Ríos figuran entre los más nombrados, a lo largo del año 2011, por quienes nos hemos quedado desdentados tras rucar piñones del desempleo cubiertos por la hiel del desencanto. 


Vivimos tiempos de autoengaño. En los que nos conformamos diciéndonos, en voz alta, que este invierno con clima de otoño no está tan mal. Se nos olvida que lo que nos gusta es la primavera. Al igual que se nos olvida nuestra parte de culpa en el derrumbe del castillo de naipes sobre el que habíamos construido nuestra sociedad. Preferimos culpar del cataclismo a los políticos, los banqueros, los inmigrantes o incluso a Miguel Ríos, el cantante.


Vivimos tiempos difíciles; pero no los convirtamos en tiempos de desesperanza. Confiemos en que, al final, la justicia social prevalecerá. Escribo “justicia” y no “legalidad”, pues confiar en quimeras como que los pródigos con dinero público serán sometidos a proceso público, es tan iluso como mi porfiar en que, algún día, me será devuelto el dinero que pagué por una entrada de la decepcionante gira “Rock en el ruedo” del cantante de Miguel Ríos. ¡Con lo bien que me vendrían ahora esos 3 euros!
 
Saber que quedará viuda la culpa de esta crisis, no tiene que llevarnos a condenar a la “esperanza” a una soltería solitaria. Al contrario, mimémosla, cortejémosla, querámosla… 
Sólo así vendrán tiempos mejores, en los que dejaremos atrás los que fueron momentos para venir y enloquecer. Recuperaremos el ánimo con el que éramos capaces de afrontar las contrariedades. Como cuando veíamos en repetir un curso escolar, una oportunidad para volver a ir de viaje de estudios. O tras sufrir un rechazo afectivo, destacábamos la suerte de habernos librado de la compañía de quien no nos quería.

Aunque algunos continuarán viviendo del cuento, toca dejar de vivir en el número 7 de la Calle Melancolía y mudarnos al 13 de la Rué del Percebe. Eso sí, sin dejar que los superintendentes nos sigan pagando con “mortadelos” y exigiendo que lo hagan con moneda legal. 
 
Ha llegado el momento de empezar a escribir el principio del final de esos tiempos difíciles. Quizá pronto podamos decir sobre ellos:

Fue el peor de los tiempos, fue el mejor de los tiempos. (A Tale of Two Cities, por Charles Dickens)
Nino Ortea.

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