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¡Y es que me meto en cada jardín!

miércoles, 29 de abril de 2009

Las arañas de Marte I

El domingo pasado, Sergio Huerta me regaló —para mi sorpresa— la edición estadounidense de la miniserie V. Ventajas de tener amigos desprendidos.

A raíz de su obsequio, nos pusimos a charlar del hoy y el ayer de la ciencia ficción en España. Los dos coincidimos en señalar que, probablemente V había sido la última gran serie televisiva de “marcianos” que había triunfado en nuestro país. Más allá de que la figura invasora de Diana haya pasado a encarnar, en mi bestiario, la figura de la “lagartona” por excelencia, comentamos la tremenda repercusión social de la producción televisiva, traducida en una gran explotación comercial, que alcanzó los límites de lo “guarrindongo” con la distribución de un dulce con forma de rata. Y eso en un país donde se comercializan “huesos de santo” o “brazos de gitano” resulta una demasía.

Proyectos sumamente interesantes como las series vinculadas a Star Trek —y no lo digo por haber sido su traductor—, Babylon 5 o Farscape —de la cual se anuncia una próxima temporada en Internet— han sufrido el desprecio de los ignorantes de su valía, a los que en cuanto les mencionas la palabra “nave espacial” les entra la misma repugnancia que a mí al oír el término “brócoli”. Sergio no podía evitar reírse cada vez que le comentaba la cara de ¡a ti te falta un hervor! con el que mis conocidos me miran, siempre que proclamo que mi vida sería más gris sin el brillo en ella de Battlestar Galactica… O que leo tebeos… O que soy feliz.



De hecho, esta aversión a lo “fantástico” —con la honrosa excepción de Expediente X— afecta a otros muchos programas televisivos; y explicaría el porqué del fracaso de producciones como Perdidos, Ángel o Los 4400.

Sólo cuando estas series son presentadas como productos juveniles —Xena, Smallville, Buffy…— son aceptadas como animal de compañía televisivo. Aunque viviendo en un reino donde Los Simpsons, Padre de familia o Vaca y pollo son consideradas apropiadas para una audiencia infantil, mis deseos de que llegue La República aumentan.





ADELANTE

Las arañas de Marte I


-->El domingo pasado, Sergio Huerta me regaló —para mi sorpresa— la edición estadounidense de la miniserie V. Ventajas de tener amigos desprendidos.
A raíz de su obsequio, nos pusimos a charlar del hoy y el ayer de la ciencia ficción en España. Los dos coincidimos en señalar que, probablemente V había sido la última gran serie televisiva de “marcianos” que había triunfado en nuestro país. Más allá de que la figura invasora de Diana haya pasado a encarnar, en mi bestiario, la figura de la “lagartona” por excelencia, comentamos la tremenda repercusión social de la producción televisiva, traducida en una gran explotación comercial, que alcanzó los límites de lo “guarrindongo” con la distribución de un dulce con forma de rata. Y eso en un país donde se comercializan “huesos de santo” o “brazos de gitano” resulta una demasía.
Proyectos sumamente interesantes como las series vinculadas a Star Trek —y no lo digo por haber sido su traductor—, Babylon 5 o Farscape —de la cual se anuncia una próxima temporada en Internet— han sufrido el desprecio de los ignorantes de su valía, a los que en cuanto les mencionas la palabra “nave espacial” les entra la misma repugnancia que a mí al oír el término “brócoli”. Sergio no podía evitar reírse cada vez que le comentaba la cara de ¡a ti te falta un hervor! con el que mis conocidos me miran, siempre que proclamo que mi vida sería más gris sin el brillo en ella de Battlestar Galactica… O que leo tebeos… O que soy feliz.


De hecho, esta aversión a lo “fantástico” —con la honrosa excepción de Expediente X— afecta a otros muchos programas televisivos; y explicaría el porqué del fracaso de producciones como Perdidos, Ángel o Los 4400.
Sólo cuando estas series son presentadas como productos juveniles —Xena, Smallville, Buffy…— son aceptadas como animal de compañía televisivo. Aunque viviendo en un reino donde Los Simpsons, Padre de familia o Vaca y pollo son consideradas apropiadas para una audiencia infantil, mis deseos de que llegue La República aumentan.



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martes, 28 de abril de 2009

Las arañas de Marte II

Quizás por ese hermanamiento en el desprestigio que conlleva el hablar con prestigio de la Ciencia ficción, cada vez aumenta más mi admiración hacia el creador gijonés, Juan José Plans; quien no cesa en su empeño por mantener viva esa cultura popular que muchos quieren convertir en elitista para beneficiarse de ella. Cuando los tebeos a color son sepultados por novelas gráficas en blanco y negro; cuando al cine de aventuras lo arrincona el cine de bostezos; cuando al rock & roll lo silencia el garage; es de agradecer que alguien con el peso y la enjundia de Juan José Plans se muestre firme en su defensa de la dignidad de la ahora denostada cultura popular.





Con el apoyo de La Consejería de Cultura y Turismo del principado de Asturias, Plans ha ideado una exposición bibliográfica compuesta por más de 140 ejemplares, con los que recoge el pasado colectivo de muchos de nosotros. Tebeos de Bruguera conviven con novelas de Cátedra en un proyecto llamado Historias de la ciencia ficción, el cual su coordinador confía con que cuente con próximas entregas.

En el interesante catálogo, profusamente ilustrado, que acompaña a la muestra, Plans combina información con opinión y reflexión, logrando trasmitir al espectador de la exhibición o al lector del librillo, la plena fuerza y valía del género. Apellidos como Voltaire, Kafka o Borges acompañan a los habituales al Fantástico: Verne, Stevenson o Wells. A los que yo añadiría sin dudar los de Cervantes, Calderón o Góngora. Pues, encuentro en sus novelas moriscas, bizantinas, de caballerías o incluso autos sacramentales un intento de reflexionar sobre la sociedad actual emplazando la acción en lugares remotos y situaciones imposibles: en el Madrid de 1635, la historia del heredero a trono de El reino de Polonia, encerrado en una torre e ignorante de su condición regia, debía de ser visto como un relato de lo más “marciano”; de hecho quizás esa vida más que ser calificada como “sueño” debería haberlo sido como “delirio”.

No creo que cuando Mary Shelley estaba escribiendo Frankenstein, se planteara que en julio de 1929, Hugo Gernsback ideara la palabra “ciencia ficción” con la que en pleno siglo XXI se intenta acorsetar a la obra sobre el moderno Prometeo.



Hoy se puede estar escribiendo una novela que dentro de dos siglos será considerada crucial en la trayectoria de un género existente en la actualidad. De hecho —y sin pretender ser irreverente— dudo que exista mejor obra de ciencia ficción que La Biblia: un extraterrestre que camina sobre el agua y resucita, hombres cuyo factor mutante los convierte en matusalenes, mujeres cuyos pecados las convierten en sal…

Pero bueno, en otro momento compartiré con vosotros mi opinión al respecto.





El caso es que la exposición Historias de la ciencia ficción, estará abierta hasta el 31 de mayo en La biblioteca pública Jovellanos, de Gijón; y del 9 de junio al 12 de julio en La biblioteca Ramón Pérez de Ayala, en Oviedo.

Sinceramente, os animo a que la visitéis sin necesidad de teletransportaros.

Cuidaros.

ATRÁS



©Nino Ortea. Gijón, 28-IV-09

Las arañas de Marte II


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Quizás por ese hermanamiento en el desprestigio que conlleva el hablar con prestigio de la Ciencia ficción, cada vez aumenta más mi admiración hacia el creador gijonés, Juan José Plans; quien no cesa en su empeño por mantener viva esa cultura popular que muchos quieren convertir en elitista para beneficiarse de ella. Cuando los tebeos a color son sepultados por novelas gráficas en blanco y negro; cuando al cine de aventuras lo arrincona el cine de bostezos; cuando al rock & roll lo silencia el garage; es de agradecer que alguien con el peso y la enjundia de Juan José Plans se muestre firme en su defensa de la dignidad de la ahora denostada cultura popular.


Con el apoyo de La Consejería de Cultura y Turismo del principado de Asturias, Plans ha ideado una exposición bibliográfica compuesta por más de 140 ejemplares, con los que recoge el pasado colectivo de muchos de nosotros. Tebeos de Bruguera conviven con novelas de Cátedra en un proyecto llamado Historias de la ciencia ficción, el cual su coordinador confía con que cuente con próximas entregas.
En el interesante catálogo, profusamente ilustrado, que acompaña a la muestra, Plans combina información con opinión y reflexión, logrando trasmitir al espectador de la exhibición o al lector del librillo, la plena fuerza y valía del género. Apellidos como Voltaire, Kafka o Borges acompañan a los habituales al Fantástico: Verne, Stevenson o Wells. A los que yo añadiría sin dudar los de Cervantes, Calderón o Góngora. Pues, encuentro en sus novelas moriscas, bizantinas, de caballerías o incluso autos sacramentales un intento de reflexionar sobre la sociedad actual emplazando la acción en lugares remotos y situaciones imposibles: en el Madrid de 1635, la historia del heredero a trono de El reino de Polonia, encerrado en una torre e ignorante de su condición regia, debía de ser visto como un relato de lo más “marciano”; de hecho quizás esa vida más que ser calificada como “sueño” debería haberlo sido como “delirio”.
No creo que cuando Mary Shelley estaba escribiendo Frankenstein, se planteara que en julio de 1929, Hugo Gernsback ideara la palabra “ciencia ficción” con la que en pleno siglo XXI se intenta acorsetar a la obra sobre el moderno Prometeo.


Hoy se puede estar escribiendo una novela que dentro de dos siglos será considerada crucial en la trayectoria de un género existente en la actualidad. De hecho —y sin pretender ser irreverente— dudo que exista mejor obra de ciencia ficción que La Biblia: un extraterrestre que camina sobre el agua y resucita, hombres cuyo factor mutante los convierte en matusalenes, mujeres cuyos pecados las convierten en sal…
Pero bueno, en otro momento compartiré con vosotros mi opinión al respecto.


El caso es que la exposición Historias de la ciencia ficción, estará abierta hasta el 31 de mayo en La biblioteca pública Jovellanos, de Gijón; y del 9 de junio al 12 de julio en La biblioteca Ramón Pérez de Ayala, en Oviedo.
Sinceramente, os animo a que la visitéis sin necesidad de teletransportaros.
Cuidaros.

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©Nino Ortea. Gijón, 28-IV-09

viernes, 24 de abril de 2009

Anteriormente en Kong 1 de 5



Ven y enloquece se enorgullece en anunciarles que la próxima semana regresará a nuestro desatino, la narración de las trastadas de Nino en La isla de Kong. Hasta entonces, y a modo de recordatorio, tengan a bien leer esta recapitulación

Anteriormente en ¡Kong!...







Las aguas del océano volvieron a abrirse, pero esta vez no lo hicieron para facilitar la huida de un pueblo elegido prófugo hacia su tierra prometida. Esta vez habían posibilitado la llegada de una parada de los monstruos a La tierra olvidada por el tiempo.

Incluso Triqui, el monstruo de las galletas, dejó de engullir phosquitos, cuando Kong se incorporó ayudado por los dos lagartos prehistóricos. Ya en pie, el regio primate acarició la testuz de Orca, y lanzó a sus congéneres una sonrisa triste.El simio, aun aterido de frío y atenazado de dolor, se sentó de espaladas al Mar que lo alejaba de su pasado, y miró hacia su presente en la isla y su futuro junto a sus congéneres.

Se rió.

Pese a su debilidad, su voz sonó firme:

—Nos llaman freaks, aberraciones, monstruos... Nos consideran irreales sólo por ser diferentes, cuando somos aquello que ellos imaginan, lo que sueñan, lo que temen y anhelan. Nosotros encarnamos las virtudes que envidian y disfrazan de defectos o pecados. Somos lo prohibido, lo innombrable, lo ignoto. Por sentir nos llaman desalmados, por admirar la belleza nos llaman bestias. ¡Eso se acabó!

He tomado una serie de decisiones, la primera, por favor, no me llaméis “King”. Ese término regio lo dejo para los pusilánimes de sangre azul, la mía es roja.

Otra, aparcaré viejos rencores y querencias. No volveré a descorazonarme por ingratas. Ni dedicaré mi vida a vengarme. No merecen mi tiempo. No ganaría nada. Sólo ensuciarme con su contacto.

Así que, ni se os ocurra volver a traerme a pellejudas, vestidas en gasas y coronadas en guirnaldas. ¡A la próxima, os la coméis vosotros!

Como podéis imaginar, allí tumbado en el vertedero donde me arrojaron, tuve mucho tiempo libre para pensar. Finalmente, cerca de mi liberación, cayó en mi cara una tonelada de papel impreso con los artículos que un zoófilo había escrito sobre “King Kong”: Como comprenderéis, no iba a dejar Lilliput sin pasarme por la casa del perturbado.

El alopécico se puso tan pesado hablando de su ¿blog?, su colección de airganboys, y las ganas que tenía de conocer a una tal Megan Fox, que decidí traerlo a que os entretuviera

Si no me equivoco, es aquél amasijo que ahora está deglutiendo Moby. Al igual que antes había hecho con Jonás, o con el inquieto Pinocho, nuestra arponeada amiga se ha brindado a traer al humano a Nunca Jamás.

Espero que no os importe aguardar un rato, hasta que se recomponga. Entonces, oiremos el relato de su viva voz, y luego… decidiremos si nos lo comemos. Bueno, y… si no os molesta, mientras aguardamos, me voy detrás de esa montaña, que tengo las tripas revueltas.

¡Procurad no sentaros a favor del viento!

Incluso es esa situación apurada, el gran simio mantenía su porte regio. Eso sí, al pasar junto a Chita, se sonrojó como un colegial… ¡Ah, el amor!



ADELANTE



Anteriormente en Kong 1 de 5



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Ven y enloquece se enorgullece en anunciarles que la próxima semana regresará a nuestro desatino, la narración de las trastadas de Nino en La isla de Kong. Hasta entonces, y a modo de recordatorio, tengan a bien leer esta recapitulación
Anteriormente en ¡Kong!...




Las aguas del océano volvieron a abrirse, pero esta vez no lo hicieron para facilitar la huida de un pueblo elegido prófugo hacia su tierra prometida. Esta vez habían posibilitado la llegada de una parada de los monstruos a La tierra olvidada por el tiempo.
Incluso Triqui, el monstruo de las galletas, dejó de engullir phosquitos, cuando Kong se incorporó ayudado por los dos lagartos prehistóricos. Ya en pie, el regio primate acarició la testuz de Orca, y lanzó a sus congéneres una sonrisa triste.El simio, aun aterido de frío y atenazado de dolor, se sentó de espaladas al Mar que lo alejaba de su pasado, y miró hacia su presente en la isla y su futuro junto a sus congéneres.
Se rió.
Pese a su debilidad, su voz sonó firme:
—Nos llaman freaks, aberraciones, monstruos... Nos consideran irreales sólo por ser diferentes, cuando somos aquello que ellos imaginan, lo que sueñan, lo que temen y anhelan. Nosotros encarnamos las virtudes que envidian y disfrazan de defectos o pecados. Somos lo prohibido, lo innombrable, lo ignoto. Por sentir nos llaman desalmados, por admirar la belleza nos llaman bestias. ¡Eso se acabó!
He tomado una serie de decisiones, la primera, por favor, no me llaméis “King”. Ese término regio lo dejo para los pusilánimes de sangre azul, la mía es roja.
Otra, aparcaré viejos rencores y querencias. No volveré a descorazonarme por ingratas. Ni dedicaré mi vida a vengarme. No merecen mi tiempo. No ganaría nada. Sólo ensuciarme con su contacto.
Así que, ni se os ocurra volver a traerme a pellejudas, vestidas en gasas y coronadas en guirnaldas. ¡A la próxima, os la coméis vosotros!
Como podéis imaginar, allí tumbado en el vertedero donde me arrojaron, tuve mucho tiempo libre para pensar. Finalmente, cerca de mi liberación, cayó en mi cara una tonelada de papel impreso con los artículos que un zoófilo había escrito sobre “King Kong”: Como comprenderéis, no iba a dejar Lilliput sin pasarme por la casa del perturbado.
El alopécico se puso tan pesado hablando de su ¿blog?, su colección de airganboys, y las ganas que tenía de conocer a una tal Megan Fox, que decidí traerlo a que os entretuviera
Si no me equivoco, es aquél amasijo que ahora está deglutiendo Moby. Al igual que antes había hecho con Jonás, o con el inquieto Pinocho, nuestra arponeada amiga se ha brindado a traer al humano a Nunca Jamás.
Espero que no os importe aguardar un rato, hasta que se recomponga. Entonces, oiremos el relato de su viva voz, y luego… decidiremos si nos lo comemos. Bueno, y… si no os molesta, mientras aguardamos, me voy detrás de esa montaña, que tengo las tripas revueltas.
¡Procurad no sentaros a favor del viento!
Incluso es esa situación apurada, el gran simio mantenía su porte regio. Eso sí, al pasar junto a Chita, se sonrojó como un colegial… ¡Ah, el amor!


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Anteriormente en Kong 2 de 5



El sol naciente me daba de frente, y eso me impedía ver con claridad. Cómo no escuchaba cerca de mí ninguna voz femenina, no me apetecía andar a palpo, así que esperé a que mis ojos se acostumbraran a la luminosidad. Una chati con dos cabezas se me quedó mirando fijamente, y no pude evitar bajar la vista para comprobar si tenía cerrada la cremallera. ¡No problemo!

Más adelante, un yoni capuchón, enfundado en un hábito raído, me hizo señales con su guadaña. "¡Sí, justamente en ese momento estaba yo pensando en ponerme a segar!" Obviamente, querido lector, en ese momento me invadían las mismas dudas que a cualquier otro en mi situación:

“Si la chati tiene dos cabezas… ¿cómo andará del resto?”

“¿Cuándo se come aquí?”

“¿Habrá entre estos alegres alguien subscrito a mi blog?”

Oí unas fuertes pisadas, y recé por que no fuera mi futura suegra. Recordé que no estaba en Gijón, así que me tranquilicé. Fue girarme, y no podía creérmelo: ¡era Kong, con expresión de haberse liberado de un gran peso!

En ese momento el viento cambió de dirección. No sé lo que comería el simio, pero mi pituitaria se negó a identificar el hedor.

Tropecé y caí.

—¡A ver si miras con tus sentidos y no con tus ojos, chaval!

—¡Anda, hombre invisible, vete por ahí! Mejor te vestías, que a tu edad te tenía que dar vergüenza aprovechar tu invisibilidad para andar desnudo.

Una nube de arena me cegó, y volví a sentir el “olorcillo”. Cuando me quise dar cuenta Kong me aferraba en su puño. Confié en que ésa no fuera la mano con la que se había limpiado el fondillo. Todos los mitos nos miraban, me vino una idea a la cabeza. Si se conectaran todos a mi blog… ¡tendría una audiencia monstruosa!

Tras tres tristes traspiés trostélidos, nos detuvimos. Ya en el suelo, me fijé en el mascarón metálico que el simio utilizaba como silla. Pude leer la palabra que figuraba en un lateral: Nautilus.

Frente a mí, tenía sentada sobre un cofre a una pellejuda cubierta con un generoso vestido de gasa, que despertó mi curiosidad. A medida que me alejaba del olorcito simiesco, me acercaba al aroma de su sonrisa vertical; hasta que mi arrimo se vio frenado por un titán que, tras salir de la nada, le dijo a la liviana:

—¡Pero bueno, Pandora! ¿No te puedo dejar sola? ¡Cuando no estás abriendo tu ánfora, lo estás haciendo de piernas!

De repente oí la dulce voz de la alardeadora, mientras me señalaba con su dedo:

—¡¡ φαλακρό άντρα που προσπάθησε να αποπλανεί μου!!

Justo entonces, el audífono con traductor g.p.s que le había robado a un ciego, decidió quedarse mudo. Aunque para entender las intenciones del titán, no hacía falta tener poderes adivinatorios…

De repente, todos guardaron silencio ante K.

Entre el mareo por el vértigo, y el aturdimiento por el hedor — ¡pues sí, Kong me había pillado con la mano adobada!— no estaba yo muy perceptivo, pero el gesto del king era muy poco regio, yo diría que más bien, encabronado. Más tarde supe que en su apresuramiento por alejarme del envite griego, había pisado al hombre invisible que continuaba haciendo ostensible su imperceptible desnudez.

K me posó abruptamente, y con el golpe se reactivó mi traductor holográfico GPS. Bien, ¡por fin podría preguntarle a alguien a quién habían expulsado de Gran Hermano!

—¡No lo muevan, voy a hacerle el boca a boca! —gritó un salibante Dorian Gay.





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Anteriormente en Kong 2 de 5



-->El sol naciente me daba de frente, y eso me impedía ver con claridad. Cómo no escuchaba cerca de mí ninguna voz femenina, no me apetecía andar a palpo, así que esperé a que mis ojos se acostumbraran a la luminosidad. Una chati con dos cabezas se me quedó mirando fijamente, y no pude evitar bajar la vista para comprobar si tenía cerrada la cremallera. ¡No problemo!
Más adelante, un yoni capuchón, enfundado en un hábito raído, me hizo señales con su guadaña. "¡Sí, justamente en ese momento estaba yo pensando en ponerme a segar!" Obviamente, querido lector, en ese momento me invadían las mismas dudas que a cualquier otro en mi situación:
“Si la chati tiene dos cabezas… ¿cómo andará del resto?”
“¿Cuándo se come aquí?”
“¿Habrá entre estos alegres alguien subscrito a mi blog?”
Oí unas fuertes pisadas, y recé por que no fuera mi futura suegra. Recordé que no estaba en Gijón, así que me tranquilicé. Fue girarme, y no podía creérmelo: ¡era Kong, con expresión de haberse liberado de un gran peso!
En ese momento el viento cambió de dirección. No sé lo que comería el simio, pero mi pituitaria se negó a identificar el hedor.
Tropecé y caí.
—¡A ver si miras con tus sentidos y no con tus ojos, chaval!
—¡Anda, hombre invisible, vete por ahí! Mejor te vestías, que a tu edad te tenía que dar vergüenza aprovechar tu invisibilidad para andar desnudo.
Una nube de arena me cegó, y volví a sentir el “olorcillo”. Cuando me quise dar cuenta Kong me aferraba en su puño. Confié en que ésa no fuera la mano con la que se había limpiado el fondillo. Todos los mitos nos miraban, me vino una idea a la cabeza. Si se conectaran todos a mi blog… ¡tendría una audiencia monstruosa!
Tras tres tristes traspiés trostélidos, nos detuvimos. Ya en el suelo, me fijé en el mascarón metálico que el simio utilizaba como silla. Pude leer la palabra que figuraba en un lateral: Nautilus.
Frente a mí, tenía sentada sobre un cofre a una pellejuda cubierta con un generoso vestido de gasa, que despertó mi curiosidad. A medida que me alejaba del olorcito simiesco, me acercaba al aroma de su sonrisa vertical; hasta que mi arrimo se vio frenado por un titán que, tras salir de la nada, le dijo a la liviana:
—¡Pero bueno, Pandora! ¿No te puedo dejar sola? ¡Cuando no estás abriendo tu ánfora, lo estás haciendo de piernas!
De repente oí la dulce voz de la alardeadora, mientras me señalaba con su dedo:
—¡¡ φαλακρό άντρα που προσπάθησε να αποπλανεί μου!!
Justo entonces, el audífono con traductor g.p.s que le había robado a un ciego, decidió quedarse mudo. Aunque para entender las intenciones del titán, no hacía falta tener poderes adivinatorios…
De repente, todos guardaron silencio ante K.
Entre el mareo por el vértigo, y el aturdimiento por el hedor — ¡pues sí, Kong me había pillado con la mano adobada!— no estaba yo muy perceptivo, pero el gesto del king era muy poco regio, yo diría que más bien, encabronado. Más tarde supe que en su apresuramiento por alejarme del envite griego, había pisado al hombre invisible que continuaba haciendo ostensible su imperceptible desnudez.
K me posó abruptamente, y con el golpe se reactivó mi traductor holográfico GPS. Bien, ¡por fin podría preguntarle a alguien a quién habían expulsado de Gran Hermano!
—¡No lo muevan, voy a hacerle el boca a boca! —gritó un salibante Dorian Gay.


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