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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

domingo, 20 de marzo de 2022

En el Día Internacional de la Felicidad

Amable Leyente:

No es nada raro —y esto te lo asegura un anómalo— encontrarse con quienes proclaman con desfachatez su sensatez; y lo hacen a base de cuestionar tu cordura para gobernarte. Estos loqueros entonan su “hago lo que quiero” mientras invaden tu territorio desde la frontera del desquicie. Y te aseguran que lo hacen por tu bien y que el tiempo les dará una razón en la que incluso tú acabarás entrando.

Lo enrarecido lo encuentro en que esos invasores saben que pocas cosas te sacan más de quicio que el que te impongan una realidad que tú encuentras más fea que Picio. El armisticio a este estropicio es fácil de plantear: a quien no le guste tu locura que se aplique la doble cura de disfrutar su ucronía en su casa y respetar tu “Ucrania” en la tuya.

Con lo bien que está uno creyéndose un napoleón –la moneda, no el dictador–, por eso de ser aceptado por todos; y son legión los que disfrutan tratándote como si fueras una moneda devaluada. De ahí que nuestro ánimo sea tan fluctuante como el “euro”, cuya debilidad en esta economía de guerra “putinesca” está sacudiendo a Europa, tal cual fuera ese “torito blanco” que conmocionó a la virginal Εὐρώπη.


Dejando a Napoleón aparte –que para dictadores invasores ya tenemos a Vladímir Vladímirovich Putin–, la Historia refleja que nadie que tuvo en mente ser el árbitro del destino de una sociedad logró convertir en realidad su desatino.

Como bien sabes, afable Leyente, hoy se celebra el “Día Internacional de la Felicidad”. Gracias por permitirle a este loco como una cabra celebrarla a tu lado.

¡Felicidad, qué bonito nombre tienes!

ŋinO. Gijón. 2022.

La Cabra Mecánica – Felicidad Warner Music Spain © 2009 WMG




sábado, 19 de marzo de 2022

 Feliz día, papá.



viernes, 18 de marzo de 2022

Vivimos en una constante cuesta de enero

Vivimos en una constante cuesta de enero. Subirla nos deja sin aliento y sin coraje. Por el repecho nos encontramos a personas sin ingresos, sin ánimo, sin fuerzas.

    Nos alegramos de no ser ellos, sin comprender que podemos quedar varados en la próxima curva. Cuando una huelga de transportes o una dificultad de suministros no nos lo impide, caemos en un consumismo fatuo –consumismo al que nos lleva el confundir la “calidad de vida” con la “cantidad debida” a una página web tras una compra impulsiva–.

   Nos preocupa ser uno de ellos. A causa de nuestro miedo, culpamos a todo lo que se mueve –incluso al viento– por su acción o inacción frente a esta crisis, tan cruel como el más crudo de los inviernos. Me pregunto cuánto tardaremos en atribuir al pueblo ucraniano las congojas que nos angustian en lugar de acusar al inhumano Putin.

ŋinO. Gijón. 2022.

martes, 15 de marzo de 2022

Al igual que Andrés Hurtado

Pocas descripciones del proceso de angustia vital he releído tan febrilmente como la que refleja «El árbol de la ciencia». Al igual que Andrés Hurtado, su personaje central, hay etapas en las que me invade la displicencia. Una desgana por todo y por todos que incluso, hasta hace poco tiempo, me acercaba a procesos autodestructivos. Es entonces que me invade una melancolía por lo que nunca existió o una rabia frente a lo que ya no existe. Por suerte siempre he vuelto a mi persona y dejó atrás mi ajado personaje de “joven airado”.



Descubrí esta novela –escrita por Pío Baroja– a los 17 años, como imposición de mi por entonces profesora de literatura, María Elvira Muñiz. Ya de aquella, yo confundía libertad con soledad y los consejos con imposiciones. Recuerdo que mantuve una avivada discrepancia con mi profesora –también directora del instituto de secundaria– sobre el sinsentido de exigirnos leer obras sobre las que no se nos permitía desarrollar una opinión basada en la lectura de sus páginas, ya que debíamos repetir la valoración que sobre la obra se nos dictaba en clase.

Quizá la muestra más clara de mi petulancia la exterioricé algún tiempo después, cuando la profesora me invitó a leer en público mi trabajo –ya evaluado por ella– sobre la obra de teatro «El tragaluz», escrita por Buero Vallejo. Yo, tras romper mi escrito y tirarlo a la papelera –si a ella le había gustado hasta el punto de urgirme a leerlo es que no era un trabajo “auténtico”–, les hablé a mis compañeros de «Al este del Edén», la novela de John Steinbeck que estaba leyendo en ese momento. Momento convertido en eternidad, pues nunca la he acabado. Ni me planteo hacerlo.

María Elvira no sólo consintió mi actuación airada, sino que creo que fue la única persona en la clase que siguió con atención mi digresión sobre la obra de John Steinbeck. Ella fue tolerante con mi actitud diletante. Yo fui intransigente con su aptitud docente. Aprendí la lección de la maestra: hay que diferenciar entre la persona y su personaje.

 

 

ŋinO. Gijón. 2022.

viernes, 11 de marzo de 2022

Hoy se cumplen

Hoy se cumplen catorce años del inhumano atentado islamista en Madrid que causó 192 fallecidos y 1.857 heridos. Recuerdo bien aquella mañana del 11 de mayo de 2004. La pasé en gran parte sentado junto a mi madre y frente al televisor. Las noticias eran cada vez más descorazonadoras. Los dos guardamos silencio la mayor parte del tiempo, más allá de exhalar algún lamento. Mi madre, gravemente enferma, rompió ese silencio para decirme:

Nino, me preocupa el mundo que os dejo a tu hermana y a ti.

Hoy, catorce años después de ese atentado inhumano, me siento culpable al apreciar consuelo en pensar que mi madre ya no puede preocuparse por este mundo inmundo.

 

Hoy se cumplen dos años desde que la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia de COVID-19. Por suerte, mi hermana y yo nos hemos mantenido incólumes al contagio del maldito coronavirus. Pero nuestro ánimo sí que se ha infectado de desánimo, ya que de qué sirve el estar tú bien cuando tantos en tu entorno están mal. Ésta es una pregunta que mi madre me inculcó que debía plantearme para así evitar alegrarme al no verme afectado por males que aquejaban a la mayoría de mis compañeros de aula:

Nino, ¿de qué te vale que a ti no te castiguen sin salir al patio, si tus compañeros sí lo están y no tienes con quien jugar?

A mi madre le preocupaba el bienestar social. Quizá por eso admiraba a las personas que hacían posible un presente mejor. Para ella, los héroes no eran los guerreros, sino que los bienhechores: personas como Alexander Fleming, científico cuya escultura en el Parque de Isabel la Católica nos llevaba con frecuencia a visitar. Los científicos que han desarrollado las vacunas contra la COVID-19 figurarían en su devocionario. Por eso aparecen en los de su hija e hijo.

 


Hoy se cumple el decimosexto día del proyecto exterminio que el ejército ruso lleva ejecutando contra la población ucraniana. Mi madre se habría sentido “ucraniana” ante esta aniquilación; y así es cómo nos sentimos su hija e hijo.


Hoy se cumplen treinta años del estreno de la película «Volver a empezar». Mi madre fue a verla con su amiga Adelina al teatro Arango. Recuerdo que volvió a casa recomendándonos ver el filme, ya que –aunque la podíamos encontrar un poco “lenta”– nuestra ciudad salía muy guapa en ella y los actores eran estupendos. Su hija e hijo volveremos a ver «Volver a empezar» esta noche.

 


Hoy, como siempre, me acuerdo de mi madre y lo hago con una sonrisa de esperanza mientras escribo este texto en un tiempo de desesperanza.

ŋinO. Gijón. 2022.

martes, 1 de marzo de 2022

Las pocas cosas que mantengo claras

 Hola, amable Leyente:

Entiendo tu sorpresa al saber de la existencia de este blog iterativo.

La verdad es aún que no consigo explicarme por qué, a mis 55 años, me ha dado por reabrir un blog en lugar de abrir un plan de pensiones. Y es que pasados catorce años desde que vine y enloquecí, aún me da cosa no saber el porqué de mis impulsos. Me mantengo ignorante de qué me lleva a seguir adelante en esta vida vulgarizante. https://venyenloquece.blogspot.com/2008/07/el-porque-de-las-cosas.html

Ignorancia que resulta de que soy demasiado perezoso como para ponerme a leer toda la matraca freudiana sobre el “Yo” y el “Superyó”. Inopia que se beneficia de mi tener el buen gusto de evitarme el disgusto que acompañaría la lectura del mesiánico Paulo Coelho.

Las pocas cosas que, a 1 de marzo de 2022, mantengo claras son:

a) Que con la burocracia no hay quien pueda.

b) Que ante las mujeres no hay quien se resista.

c) Que las tropas homicidas rusas deben abandonar Ucrania.

d) Que la vida canónica o me viene grande o me aburre.

e) Que —parafraseando al gran escritor colombiano Gabriel García Márquez— en estos tiempos de cólera vírica, el dolor de las noticias amargas me recuerda el destino de los amores contrariados.


 f) Que en estos tiempos de muerte, escribir me sigue acunando en el ensueño de ser inmortal.

 


Gracias por encabezar otra página de nuestro cuaderno viajero, sugerente Leyente.

ŋinO. Gijón. 2022.

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