Parece que fue ayer, y fue hace dos
meses, que he empezado lo que ahora me resisto a acabar, ya que seguir su curso
me altera el pulso. Quizá esta alteración se deba a la pulsión que me domina al
acercarme al final de la escritura de un compendio de memorias mejoradas,
recuerdos falseados y ensoñaciones nineadas.
Me llama la atención, e incluso me entristece, la fidelidad con la que recuerdo los momentos difíciles y la inexactitud con la que recreo los periodos felices –pese a que éstos son más frecuentes y prolongados–. Mi propósito inicial era el de “escribir algo a boli" durante estos meses de verano.
La muerte de una amiga, Carmen P*ñ*d*, me había
impulsado a evocar vivencias que habíamos compartido y que tras mi muerte –tan
segura como, deseo, futura– se diluirían en el flujo del tiempo cual “lágrimas
en la lluvia”.
–¡Es
momento de escribir! –me exhorté en actitud replicante ante la melancolía
anquilosante. Y a ello me puse.
Por suerte, mi vida ha transcurrido habitualmente
sin más problemas que aquellos que me he buscado. Y las únicas tragedias que he
vivido siempre han matado a otros. He sobrevivido mucho, no creía que llegase a
cumplir la edad que tengo; y he sufrido poco. Eso es verdad.
También es verdad, como ya te he anticipado
al principio de esta enninación, amable leyente, que no soy fiel escribano de
mis actos vitales. Hecho que he vuelto a comprobar al redactar esta recolección
de vivencias compartidas, cuyo borrador estoy a punto de finalizar. Sin que
fuera mi intención, he fabulado con lo que he recordado. Mis memorias
voluntarias resultan en fantasías espontáneas. Escribir deviene en un ejercicio
de reminiscencia en el que a la par que ejercito recuerdos se liberan emociones
que esos repasos despiertan. Me distancio del sufrimiento; por lo que cuando lo
recuerdo lo hago de manera sintética. Me froto con el disfrute, detallo su
talle e incluyo ecos de la fruición presente que me produce revivir un pasado
placentero: trareo canciones no de ese momento, pero sí de aquella época; la
brisa fría de aquél invierno la adjetivo ahora como refrescante; los colores
chillones, como resultones.
Sé que el deseo se impondrá aún más a la
realidad en las futuras correcciones de estas evocaciones, que los textos
tendrán más de mi heterónimo que de mi persona, que los amigos a los que quiero
recordar los habré convertido en personajes literarios. Corregiré los recuerdos
a la par que corrija los textos. Y quizá incluso haga mía la voz de Manolo
García:
Tan lejos los recuerdos
De días felices y extraños
Mis viejas fotos mienten
Tu pelo es más liso y claro
El último de la fila - No me
acostumbro (1987)