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¡Y es que me meto en cada jardín!

martes, 30 de junio de 2009

Alec Omnibus: The Years Have Pants

Tengo que admitir que no voy a ser imparcial; y, sinceramente, no creo que nadie lo deba ser cuando se decide a apreciar algo. Pues si cuando apreciamos, no mostramos aprecio hacia lo opinado, lo que hacemos es despreciar. Y ya hay bastantes despreciables sueltos por ahí cómo para aumentar su número. Un consejo, haz lo que yo: ¡ignóralos!



Pero bueno, no estoy aquí para divagar sobre afectos o desafectos; si no para compartir con vosotros otra buena noticia, la segunda en menos de 24 horas —yo sí que molo, y no el tiritas de Jack Bauer—.





Veréis, mis queridos enloquecidos, el narrador gráfico Eddie Campbell ha vencido su tendencia a postergar lo remunerado frente a lo gratificante y ha agrupado en un tomo —Alec Omnibus: The Years Have Pants sus sueños, vivencias y decepciones presentados bajo el heterónimo de Alec. Discurso en tercera persona que le permite el narcisismo de dibujarse eternamente joven. Aunque estoy seguro de que Eddie nunca reconocería su dandismo, y hablaría de “un sentido homenaje al trabajo de Bill Finger con Batman: siempre impoluto y en combate victorioso con Kronos”.





El libro saldrá a la venta este septiembre, pero ya se encuentra disponible para presolicitarlo en catálogos de material de importación, y me imagino que también en alguna que otra librería por Internet. Para la ocasión, la editorial Top Shelf —colaboradora habitual de Campbell cuando no se autoedita sus obras— ha pedido al diseñador gráfico Eric Skillman que confeccione la cubierta de la antología tanto en su edición en rústica como en tapa dura.

Alec: The Years Have Pants incluye en sus 640 páginas todos los relatos previos del personaje —The King Canute Crowd, Graffiti Kitchen, How To Be An Artist, Little Italy, The Dead Muse, The Dance Of Lifey Death, y After The Snooter— junto a toda una serie de cuentos, que ya había recogido el autor en su autoedición en forma de cuatro volúmenes del año 2.000 al 2.002.





Este omnibus incluye 90 páginas sobre el personaje realizadas por Eddie tras la publicación del último tomo de su antología, 45 de ellas nunca antes han sido publicadas y conforman la historia The Years Have Pants.







Perdona si soy demasiado directo; pero, mi cumpleaños es en septiembre. Si no sabes qué regalarme, cómprate Alec: The Years Have Pants, léelo y envíame tu opinión al respecto —ninortea@hotmail.com—. Será el mejor regalo que puedas hacerme.

Salud y suerte a todos.





©Nino Ortea, Gijón, 30-VI-09.

Alec Omnibus: The Years Have Pants


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Tengo que admitir que no voy a ser imparcial; y, sinceramente, no creo que nadie lo deba ser cuando se decide a apreciar algo. Pues si cuando apreciamos, no mostramos aprecio hacia lo opinado, lo que hacemos es despreciar. Y ya hay bastantes despreciables sueltos por ahí cómo para aumentar su número. Un consejo, haz lo que yo: ¡ignóralos!




Pero bueno, no estoy aquí para divagar sobre afectos o desafectos; si no para compartir con vosotros otra buena noticia, la segunda en menos de 24 horas —yo sí que molo, y no el tiritas de Jack Bauer—.


Veréis, mis queridos enloquecidos, el narrador gráfico Eddie Campbell ha vencido su tendencia a postergar lo remunerado frente a lo gratificante y ha agrupado en un tomo —Alec Omnibus: The Years Have Pants— sus sueños, vivencias y decepciones presentados bajo el heterónimo de Alec. Discurso en tercera persona que le permite el narcisismo de dibujarse eternamente joven. Aunque estoy seguro de que Eddie nunca reconocería su dandismo, y hablaría de “un sentido homenaje al trabajo de Bill Finger con Batman: siempre impoluto y en combate victorioso con Kronos”.


El libro saldrá a la venta este septiembre, pero ya se encuentra disponible para presolicitarlo en catálogos de material de importación, y me imagino que también en alguna que otra librería por Internet. Para la ocasión, la editorial Top Shelf —colaboradora habitual de Campbell cuando no se autoedita sus obras— ha pedido al diseñador gráfico Eric Skillman que confeccione la cubierta de la antología tanto en su edición en rústica como en tapa dura.
Alec: The Years Have Pants incluye en sus 640 páginas todos los relatos previos del personaje —The King Canute Crowd, Graffiti Kitchen, How To Be An Artist, Little Italy, The Dead Muse, The Dance Of Lifey Death, y After The Snooter— junto a toda una serie de cuentos, que ya había recogido el autor en su autoedición en forma de cuatro volúmenes del año 2.000 al 2.002.


Este omnibus incluye 90 páginas sobre el personaje realizadas por Eddie tras la publicación del último tomo de su antología, 45 de ellas nunca antes han sido publicadas y conforman la historia The Years Have Pants.




Perdona si soy demasiado directo; pero, mi cumpleaños es en septiembre. Si no sabes qué regalarme, cómprate Alec: The Years Have Pants, léelo y envíame tu opinión al respecto —ninortea@hotmail.com—. Será el mejor regalo que puedas hacerme.
Salud y suerte a todos.



©Nino Ortea, Gijón, 30-VI-09.

A lo hecho, pecho.





Muy buenas, estimados lectores.

Bienvenidos al primer boletín informativo de Ven y enloquece.

En realidad, había pensado daros esta noticia en forma de podcast; pero me he anticipado a mis planes, y lo que tenía pensado hacer dentro de unas semanas, lo he hecho hace unos días; así que no puedo esperar a contároslo hoy.

A lo que iba —que en acabando esto es a la cama— tengo una noticia que daros, y espero que sólo sea la primera de muchas y buenas.

Esa novela de la que me habéis leído hablar alguna vez, está acabada y entregada.

La he presentado a dos editoriales para que consideren su posible publicación, y este viernes he procedido al registro de su título; aunque quizás deba cambiarlo si es lo que se me aconseja por parte de quienes saben de eso de editar libros.

Como es mi primera vez —a mi edad no me sonroja admitir que soy primerizo— no sé muy bien cómo va todo este engranaje; aunque mucho me temo que aprenderé de mis errores, como es habitual en mí.

El título de la novela es “Besando a un tonto”. Quizás a algunos de vosotros os suenen algunos borradores que he colgado de ella en este blog bajo la etiqueta “BaUt”.

Básicamente, en la obra fantaseo sobre mis problemas con las mujeres. Más concretamente, me recreo en mis norelaciones con algunas mujeres con poco de personas. O, más exactamente —y viva el abuso de la adverbialización— esperpentizo a un tipo de fémina, a la que el capricho de mi deseo hace reencarnarse en caderas más o menos menguantes, pero escotes siempre crecientes.

El libro es también el resultado de mi hartazgo ante el axioma políticamente correcto de que las que ofrecen la manzana son de lo bueno, lo mejor; mientras que los que la mordemos somos de lo malo, lo peor. Como confío en que la obra salga editada si persevero y mi chufla respecto de ciertas memeces sectarias será de lo primero que salte a la vista debo admitir el tono masculino del escrito, que los sinsustancias encontrarán sexista y al que las soberbias denostarán por “Machista”.

La verdad es que en mi vida hubo, hay y habrá una presencia mayoritaria de buenas mujeres, y de mujeres requetebuenas. Pero, por alguna razón, me ha dado por desatinar sobre esa facción de las hijas de Eva más espurias que la falsa moneda.

¿Por qué escribo sobre las pocas malas, habiendo tantas buenas? Muy sencillo: para mi desgracia, a la pícara agraciada siempre le encuentro más gracia.

Bueno, ya os iré contando más cosas según vayan pasando; o según no vayan sucediendo, pues puede que al final todo quede en un espejismo, y acabe teniendo que vender fotocopias de mi iinfumable incunable para comprarle una cuna a mi aún no nato.

Ahora, queridos lectores, ya sabéis el porqué de mi descuido de este blog.

Ahora, Sergiux, ya estás al tanto de qué me hizo decirte —cuando te ofreciste a orientarme sobre el podcast— que como mucho duraría cinco minutos, y que no quería hacerlo con imagen. ¡Como para que alguna pellejuda lo colgara en yutiuv, y me pusiera una vela negra!

Una vez más, a todas y a todos, ¡gracias por venir y enloquecer!

Y el resto es silencio…



©Nino Ortea, Gijón, 29-VI-09

A lo hecho, pecho.




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Muy buenas, estimados lectores.
Bienvenidos al primer boletín informativo de Ven y enloquece.
En realidad, había pensado daros esta noticia en forma de podcast; pero me he anticipado a mis planes, y lo que tenía pensado hacer dentro de unas semanas, lo he hecho hace unos días; así que no puedo esperar a contároslo hoy.
A lo que iba —que en acabando esto es a la cama— tengo una noticia que daros, y espero que sólo sea la primera de muchas y buenas.
Esa novela de la que me habéis leído hablar alguna vez, está acabada y entregada.
La he presentado a dos editoriales para que consideren su posible publicación, y este viernes he procedido al registro de su título; aunque quizás deba cambiarlo si es lo que se me aconseja por parte de quienes saben de eso de editar libros.
Como es mi primera vez —a mi edad no me sonroja admitir que soy primerizo— no sé muy bien cómo va todo este engranaje; aunque mucho me temo que aprenderé de mis errores, como es habitual en mí.
El título de la novela es “Besando a un tonto”. Quizás a algunos de vosotros os suenen algunos borradores que he colgado de ella en este blog bajo la etiqueta “BaUt”.
Básicamente, en la obra fantaseo sobre mis problemas con las mujeres. Más concretamente, me recreo en mis norelaciones con algunas mujeres con poco de personas. O, más exactamente —y viva el abuso de la adverbialización— esperpentizo a un tipo de fémina, a la que el capricho de mi deseo hace reencarnarse en caderas más o menos menguantes, pero escotes siempre crecientes.
El libro es también el resultado de mi hartazgo ante el axioma políticamente correcto de que las que ofrecen la manzana son de lo bueno, lo mejor; mientras que los que la mordemos somos de lo malo, lo peor. Como confío en que la obra salga editada si persevero y mi chufla respecto de ciertas memeces sectarias será de lo primero que salte a la vista debo admitir el tono masculino del escrito, que los sinsustancias encontrarán sexista y al que las soberbias denostarán por “Machista”.
La verdad es que en mi vida hubo, hay y habrá una presencia mayoritaria de buenas mujeres, y de mujeres requetebuenas. Pero, por alguna razón, me ha dado por desatinar sobre esa facción de las hijas de Eva más espurias que la falsa moneda.
¿Por qué escribo sobre las pocas malas, habiendo tantas buenas? Muy sencillo: para mi desgracia, a la pícara agraciada siempre le encuentro más gracia.
Bueno, ya os iré contando más cosas según vayan pasando; o según no vayan sucediendo, pues puede que al final todo quede en un espejismo, y acabe teniendo que vender fotocopias de mi iinfumable incunable para comprarle una cuna a mi aún no nato.
Ahora, queridos lectores, ya sabéis el porqué de mi descuido de este blog.
Ahora, Sergiux, ya estás al tanto de qué me hizo decirte —cuando te ofreciste a orientarme sobre el podcast— que como mucho duraría cinco minutos, y que no quería hacerlo con imagen. ¡Como para que alguna pellejuda lo colgara en yutiuv, y me pusiera una vela negra!
Una vez más, a todas y a todos, ¡gracias por venir y enloquecer!
Y el resto es silencio…


©Nino Ortea, Gijón, 29-VI-09

viernes, 26 de junio de 2009

Fantômas, la amenaza elegante.

Últimamente he estado bastante entretenido hilvanando el capítulo introductorio para un libro que la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Gijón, va a publicar con motivo de la próxima edición —y ya van once, si sé contar— del irreductible festival cinematográfico ¡Peor… Imposible! ideado por Jesús Parrado.

El libro — coordinado por Javier G. Romero se centrará en el Cine de género europeo de los años 60-70, y en él podréis encontrar artículos de Carlos Aguilar, Antonio José Navarro, Tomás Fernández Valentí, Ramón Freixas & Joan Bassa, Pablo Herranz, Pablo Fernández, Alfredo Lara, Ángel García Romero, Juan José Pérez y Javier G. Romero.

Si la vejez tiene una ventaja, es la de poder hablar de lo que has vivido… ¡y aquello a lo que has sobrevivido! Y en lo referente a las pelis de Hércules, Sabata o Diabolik, ha sido un placer revivir lo vivido.

No sólo soy un acumulador de recuerdos, más o menos falseados por mi desmemoria; también peco de acumular material totémico —más de 20.000 carteles de cine; 9.462 comic-books o 29 años, cumplidos este mayo, fiel a la revista Fotogramas son prueba viva de ello—. Factor acumulativo que preocupaba a mi madre por su componente excesivo: guardo, repetido y completo por dos veces, el álbum de cromos original de La guerra de las galaxias, o versiones de la película Laura de Otto Preminger en ediciones betamax, vhs, dvd y coleccionista.

Como resulta de la escritura del capítulo para el libro, mi casa —recién ordenada esta primavera— vuelve a estar más embrollada que las memorias de un mentiroso.

Revistas por aquí, libros por allí… esto del desorden suena muy bien en las canciones en la sombra de Mecano, ¡pero no cuando para acostarte en tu cama tienes que enfrentarte a todo un batallón de caballería del fuerte de Comansi! Con la excusa de la escritura he pasado revista a gran parte del material que guardo de la época —¿cuándo tiraré las entradas para la sesión vermut de los inexistentes cines Robledo, FAC o Arango?— y revisionado películas que creí que no tenía —mañana le toca a Rojo oscuro (1975, Darío Argento)—.

Placeres aparte, para lo que a uno le pagan es para escribir un texto. Así que venciendo mi tendencia natural al “¿Quizás debería verlo todo antes de escribir un poco?”, cogí y me puse a garabatear. Una dificultad del capítulo —a día de hoy ya acabado, y del que me siento bastante satisfecho— fue acomodar lo escrito a la extensión pedida.

Por un puñado de palabras, no he duplicado la extensión máxima indicada. Y, como bien sabemos los escritores de encargo, la muerte de nuestros textos tiene un precio: no el que nuestro artículo sea bueno, feo o malo, si no que peque de largo. El cortar mi escrito ha sido un trabajo digno del Hércules más kolossal.

Por otro lado, Susan —autora de algunas de las lecturas más entretenidas en mi reducida blogosfera— ha realizado un comentario sobre un cartel publicitario de un serial sobre Fantômas que he colgado en este blog. ¡Y en mi efervescencia pop, con el archienemigo del Inspector Juve me puse a soñar!

Por desgracia, no soy Julio Cortazar. No sólo carezco de su capacidad para hermanar palabras y huellas, si no que no poseo la sensibilidad social que le llevó a usar a este personaje en su denuncia de la situación que atravesaban los derechos humanos en América del Sur.

Lo mío es, básicamente, vampirizar vidas ajenas.

Por eso, os acerco este homenaje pop que la editorial mejicana Novaro rindió al personaje de Marcel Allain y Pierre Souvestre. Homenaje que al igual que mis palabras, no por producirse a destiempo —las viñetas datan de 1980—se hizo a deshora.













Por desgracia, ha muerto Michael Jackson. Pero, creo que aún no lo he asimilado…

©Nino Ortea Gijón, 26-VI-09

Fantômas, la amenaza elegante.


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Últimamente he estado bastante entretenido hilvanando el capítulo introductorio para un libro que la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Gijón, va a publicar con motivo de la próxima edición —y ya van once, si sé contar— del irreductible festival cinematográfico ¡Peor… Imposible!.
El libro se centrará en el Cine de género europeo de los años 60-70, y en él podréis encontrar artículos de Carlos Aguilar, Antonio José Navarro, Tomás Fernández Valentí, Ramón Freixas, Joan Bassa, Pablo Herranz, Pablo Fernández, Alfredo Lara...
Si la vejez tiene una ventaja, es la de poder hablar de lo que has vivido… ¡y aquello a lo que has sobrevivido! Y en lo referente a las pelis de Hércules, Sabata o Diabolik, ha sido un placer revivir lo vivido.
No sólo soy un acumulador de recuerdos, más o menos falseados por mi desmemoria; también peco de acumular material totémico —más de 20.000 carteles de cine; 9.462 comic-books o 29 años, cumplidos este mayo, fiel a la revista Fotogramas son prueba viva de ello—. Factor acumulativo que preocupaba a mi madre por su componente excesivo: guardo, repetido y completo por dos veces, el álbum de cromos original de La guerra de las galaxias, o versiones de la película Laura de Otto Preminger en ediciones betamax, vhs, dvd y coleccionista.
Como resulta de la escritura del capítulo para el libro, mi casa —recién ordenada esta primavera— vuelve a estar más embrollada que las memorias de un mentiroso.
Revistas por aquí, libros por allí… esto del desorden suena muy bien en las canciones en la sombra de Mecano, ¡pero no cuando para acostarte en tu cama tienes que enfrentarte a todo un batallón de caballería del fuerte de Comansi! Con la excusa de la escritura he pasado revista a gran parte del material que guardo de la época —¿cuándo tiraré las entradas para la sesión vermut de los inexistentes cines Robledo, FAC o Arango?— y revisionado películas que creí que no tenía —mañana le toca a Rojo oscuro (1975, Darío Argento)—.
Placeres aparte, para lo que a uno le pagan es para escribir un texto. Así que venciendo mi tendencia natural al “¿Quizás debería verlo todo antes de escribir un poco?”, cogí y me puse a garabatear. Una dificultad del capítulo —a día de hoy ya acabado, y del que me siento bastante satisfecho— fue acomodar lo escrito a la extensión pedida.
Por un puñado de palabras, no he duplicado la extensión máxima indicada. Y, como bien sabemos los escritores de encargo, la muerte de nuestros textos tiene un precio: no el que nuestro artículo sea bueno, feo o malo, si no que peque de largo. El cortar mi escrito ha sido un trabajo digno del Hércules más kolossal.
Por otro lado, Susan —autora de algunas de las lecturas más entretenidas en mi reducida blogosfera— ha realizado un comentario sobre un cartel publicitario de un serial sobre Fantômas que he colgado en este blog. ¡Y en mi efervescencia pop, con el archienemigo del Inspector Juve me puse a soñar!
Por desgracia, no soy Julio Cortazar. No sólo carezco de su capacidad para hermanar palabras y huellas, si no que no poseo la sensibilidad social que le llevó a usar a este personaje en su denuncia de la situación que atravesaban los derechos humanos en América del Sur.
Lo mío es, básicamente, vampirizar vidas ajenas.
Por eso, os acerco este homenaje pop que la editorial mejicana Novaro rindió al personaje de Marcel Allain y Pierre Souvestre. Homenaje que al igual que mis palabras, no por producirse a destiempo —las viñetas datan de 1980—se hizo a deshora.







Por desgracia, ha muerto Michael Jackson. Pero, creo que aún no lo he asimilado…
©Nino Ortea Gijón, 26-VI-09

miércoles, 24 de junio de 2009

TdAp: Hijos del Paraiso II a

Jerome Charyn // Movieland

Capítulo: Hijos del Paraíso.







Había venido a París a trabajar en una bande desinée; no era una forma artística con la que pudiera haber tonteado en Nueva York, donde los tebeos serios para adultos eran una especie de industria de barraca, tan modesta que no aparecía en la guía telefónica. Sentía curiosidad hacia lo que me había llevado a Francia. ¿Algún deseo de regresar al territorio de mis primeros libros de lectura?. Fueron Walt Disney y su Donald los que me habían enseñado a leer.



Las palabras dentro de un bocadillo habían tenido mucha más influencia que ninguna otra clase de aprendizaje formal.

Pero no había venido buscando mis raíces literarias.

No me iba a poner a desenterrar al Pato Donald en algún lugar de los Campos de Marte. Comprendí quien era. Un creador de películas que podría haber sido escritor.

Estaba aquí para dirigir una película a cámara lenta. Cada viñeta de Billy Budd era una especie de toma congelada; y el dibujante con el que trabajaba, un rudo autodidacta de Lille, tenía una increíble habilidad para crear perturbaciones de actividad entre las tomas congeladas.

Bueno: él era el genio, y yo era el monje que garabateaba palabras que florecían sobre su tablero de dibujo, al igual que un paraguas abriéndose… abriéndose en medio de su hábitat peculiar. Eso era en lo que yo pensaba cuando ojeaba sus páginas: en flores que habían brotado a partir de los diseños nacidos en mi cabeza. Como en una película.





ADELANTE



ATRÁS





TdAp: II a



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TdAp: Hijos del Paraiso II b



2. Jack Nicholson, Robert De Niro y Mickey Rourke pueblan los expositores de los kioscos a lo largo del Boulevard Montparnasse. Sus rostros aparecen en las portadas de todas las revistas francesas sobre cine, como si París fuese una provincia de Hollywood, un puesto avanzado más, una pequeña tierra de las películas, al igual que el Paraíso de Loew, pero privada de las estatuas de John Eberson y los cielos centelleantes.

Me pregunto si la Cinecittà de París, los estudios en Billancourt, se están convirtiendo en graneros desiertos. ¿Necesita Billancourt otro Mussolini, o Louis B. Mayer, que reviva la industria del cine francés? ¿O continuarán cerrando las salas hasta que solo haya espacio para De Niro y Mickey Rourke?

Ojeo una de las revistas francesas, y me siento inquieto pues el artículo sobre De Niro me hace sentir como si la cultura cinematográfica norteamericana hubiese sido inventada en Francia.

Regreso a mi apartamento en el Boulevard Arago, junto a la prisión de La Santé, donde se supone que Fantômas, el hombre de los muchos disfraces y maestro ficticio del crimen en Francia, pasó una noche o dos. Fantômas perturba mis sueños. Lo imagino en mi próximo cómic, con un aire a Tyrone Power o Turhan Bey. Lo veo en Norteamérica, acechando desde los tejados de alguna metrópoli, encorvado hacia delante como una enorme águila, esperando para derramar la sangre de alguna viuda y robar todas las joyas de la casa.

ADELANTE

ATRÁS



TdAp: Hijos del Paraiso II b


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2. Jack Nicholson, Robert De Niro y Mickey Rourke pueblan los expositores de los kioscos a lo largo del Boulevard Montparnasse. 
Sus rostros aparecen en las portadas de todas las revistas francesas sobre cine, como si París fuese una provincia de Hollywood, un puesto avanzado más, una pequeña tierra de las películas, al igual que el Paraíso de Loew, pero privada de las estatuas de John Eberson y los cielos centelleantes.
Me pregunto si la Cinecittà de París, los estudios en Billancourt, se están convirtiendo en graneros desiertos. ¿Necesita Billancourt otro Mussolini, o Louis B. Mayer, que reviva la industria del cine francés? ¿O continuarán cerrando las salas hasta que solo haya espacio para De Niro y Mickey Rourke?
Ojeo una de las revistas francesas, y me siento inquieto pues el artículo sobre De Niro me hace sentir como si la cultura cinematográfica norteamericana hubiese sido inventada en Francia.
Regreso a mi apartamento en el Boulevard Arago, junto a la prisión de La Santé, donde se supone que Fantômas, el hombre de los muchos disfraces y maestro ficticio del crimen en Francia, pasó una noche o dos. Fantômas perturba mis sueños. Lo imagino en mi próximo cómic, con un aire a Tyrone Power o Turhan Bey. Lo veo en Norteamérica, acechando desde los tejados de alguna metrópoli, encorvado hacia delante como una enorme águila, esperando para derramar la sangre de alguna viuda y robar todas las joyas de la casa.

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