Algunas arritmias que sufre el corazón brotan cuando el pensamiento deviene en conciencia de que la vida no nos emociona como antes, conciencia que nos impele a aceleramos hacia la añoranza de un pasado en que nuestro corazón latía más fuerte. El corazón no tiene freno ni marcha atrás. De ahí que sus choques frontales con la Realidad tengan consecuencias letales. Nuestra Fantasía tiene el recurso protector de enloquecer cuando la Realidad se vuelve demencial. ¡Gracias por venir y enloquecer!
jueves, 30 de octubre de 2014
martes, 28 de octubre de 2014
Kong (re)vive: Monstruosa fiesta playera 1/2
Kong (re)vive!
Un cuento (re)contado por Nino Ortea
Capítulo IV
Monstruosa
fiesta playera 1/2
Hola, este relato forma
parte de la antología «Nada ha sido probado»,
disponible en Amazon por 0,99 €.
Gracias.
Kong Revive IV: Monstruosa fiesta playera 2/2
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viernes, 24 de octubre de 2014
Lo que sé de mí (X/14)
La
reciente lectura de un comentario de Verónica
me ha llevado una vez más a la introspección.
Disfruto con la lectura del
ingenio y conocimiento que combinan sus posteos en su blog Censura Siglo XXI. Construye
sus entradas con textos e ilustraciones que me entretienen y estimulan, que
despiertan mi interés por la forma en que siente y reflexiona. Interés no
habitual en mí, ya que habitualmente lo ajeno me aburre. Aunque creo que a ella
no le gusta mucho la palabra, sus textos me transmiten “esperanza”.
También es frecuente el que,
tras leer sus palabras, me ponga a pensar en lo que sé de mí. Esto es lo que
necesito escribir tras leer su último comentario.
Lo que sé de mí (X/14)
Normalmente me
importa un bledo el qué dirán y lo que piensen los demás.
También es frecuente
el que descuide lo que otros sienten, de ahí que mis mayores faltas ya no sean
las de ortografía como cuando era niño, sino que de simpatía y empatía.
Pese a mi componente
huraño y egocéntrico, me gusta cómo soy. Me estimula más mi compañía de lo que
me entretiene la de la mayoría. Aunque soy un solitario, no me siento solo. Siempre
hay alguien con quien me apetece charlar o estar en silencio, aunque ese “siempre”
sólo dure un rato. Tengo la ilusión del reencuentro y la suerte de conocer a
nuevas personas; por lo que cada vez está más claro que se equivocan quienes
me señalan de “raro”: en realidad soy “caro”, ya que no me vendo por lo que compra
el dinero o araña la soledad.
En su comentario, Verónica
realiza una reflexión sobre la percepción de la “honestidad”, que me resulta
muy cercana.
Mi honestidad pierde su
rastro entre los vericuetos de la coherencia y la congruencia. Cuando me bajo
del púlpito de las ideas, mis actos suelen desdecir mis palabras. Pese a ello
me gusta creer que soy una persona de palabra que no se lleva el viento, sino
que impulsa la pasión. Algo así como un Clark Gable que tarda en comprender lo
que tiene que hacer, pero lo acaba haciendo aunque para entonces su mundo arda
en llamas y su matrimonio haga aguas.
Creo que mi
honestidad se basa en la fidelidad a mis caprichos, de ahí que desde fuera de
mi sentir sea tan repetido el que se me perciba como liviano.
Esto lo ha escrito
Nino (que no mi heterónimo Nino Ortea)
martes, 21 de octubre de 2014
Delirio dadaista
Hay veces en las que tras haber intentado desvestir
mis sentimientos en palabras me cubre la vergüenza, pues compruebo que quien
acumula mis agasajos no tiene sentimientos por compartir y sí gestos para fingir
pudor frente a mi desnudez afectiva.
Las palabras
sinceras, susurradas en momentos de complicidad, suelen convertir un lecho de
rosas en un camastro de clavos del que nos levantamos espantados, argumentando
que nos habíamos tumbado con el ánimo de un amante y no el de un faquir. Pocas
cosas tienen mayor efecto espantadizo que las palabras sinceras.
Incluso ahora
en esta Era de la inComunicación, lo que valoramos es la inmediatez
del contacto, no la espontaneidad de lo compartido.
Encuentro indescriptible la soledad que me rodea en
esta maraña de redes sociales que nos envuelve. A falta de conversar, tuiteo. Facebook no es un vínculo
comunicativo; sino una entelequia que encubre contactos como amigos. Un delirio
dadaista que me permite fabularme más
ingenioso, más sociable, más deseable…
Fuera de las máquinas
y de nuestro nuevo lenguaje, quebrado por anglicismos fallidos y ortografías
bufas, el uso sin alma de significantes léxicos convierte a los que nos creímos
personas irremplazables en personajes insignificantes,
indignos de compartir una línea de diálogo con las estrellas rutilantes de
autobiografías ajenas. La comunicación nos deshumaniza; nos cambia a clones de
patrones de comportamiento socializado. Somos androides que no nos atrevemos a
soñar. Somos ciborgs que, a falta de
sentimientos, guardamos silencios y apariencias. Vestimos nuestro lenguaje como
un traje de domingo, marcado por un patrón de modismos entallados a la moda.
Confiamos en que una
mentira repetida se pueda convertir en verdad. Y si no funciona, articulamos
excusas que argumenten nuestro obrar incongruente.
Pero, desnudo frente a tu indiferencia me siento
despojado de autoría y sudado en desilusión después de tanto trabajo de amor
perdido.
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