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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

martes, 26 de febrero de 2019

Con humildad y respeto


Siempre quise ser un mago.
Pero no uno tipo “Harry Potter”, pues mi vértigo me impediría montar en escobas voladoras, y mi cobardía –disfrazada de prudencia– me llevaría a desmayarme antes de animarme a asumir ningún papel de héroe. No, lo que yo quería era ser un ilusionista como Houdini: alguien que supiera escapar con ilusión elegante de la realidad afeante.



Siempre me atrajo lo distinguido del porte escénico de los magos, con esos esmóquines cortados a medida y su porte grácil sobre el tablado de los sueños. Además no voy a montar un espectáculo para ocultar que, desde pequeñito, fantaseo con estar rodeado de creciditas voluptuosas que me inviten a hacer magia compartida con nuestros cuerpos mientras me susurran: “Ven y enloquece, Ninín”.
Lo de hacerse el sueco ante la ocasión de escenificar gritos y susurros, lo dejo para genios como Ingmar Bergman. Tú y yo hacíamos magia, no Arte.
El problema está en que los magos itinerantes no tenemos buena fama, pues se nos tilda de escapistas de la fidelidad cuando lo que somos es asustadizos ante la fealdad. Además, lo de empeñarse en ser ilusionista a la edad de ser pensionista, suena a ser un gran iluso; y de iluso a tonto hay menos distancia que la que acerca mi corazón a tu olvido, Sidonie.
Curiosa la facilidad con la que la realidad convierte en artificio lo que antes se percibía como hechizo. Los mismos trucos que hasta antes de ayer se disfrutaban, desde ayer han pasado a ser prejuzgados como trampas. De ahí que ya no sea tu “mago”, sino un vago que a sus 53 años responde a un nombre de niño, lo mismo que mi comportamiento corresponde al de un inmaduro.



Pero bueno, no debo entregarme a la melancolía. Tengo que retomar la ilusión. La magia volverá. Será sobre otro escenario, con otra partenaire y con las mismas ganas.
Además, si uno no persigue sus ensueños, lo acaban azuzando sus demonios. Así que: adiós pereza. Reconozco que me sentía cómodo adormecido en tus brazos indolentes. Pero tu frialdad, al igual que la del invierno, ha llegado a su fin.
Hoy mismo he desempolvado mi caja de “Recursos literarios Ninoniani”, y me dispongo a enredar con la varita mágica de la escritura. Con suerte dentro de un tiempo sacaré un conejo de la chistera creativa. Para ello debo practicar a diario entre bambalinas. Y debo hacerlo con humildad hacia mis ideas presentes y respeto hacia mis lectores futuros.
Volveré al escenario. Lo haré con Esperanza. Lo haremos sin hacer secreto de nuestro matrimonio, Inspiración.

Si no surgen contratiempos, amables leyentes, espero haber autopublicado un nuevo libro antes de que finalice este año.
Gracias por la magia de vuestra compañía.

La idea 03: Humildad y respeto

Las imágenes que embellecen este texto pertenecen al corto «Presto» –realizado en 2008 por Doug Sweetland para Disney-Pixar–. Te invito a que lo veamos juntos, amable leyente.

domingo, 24 de febrero de 2019

Bagaje, video promocional


«Bagaje» es el título de la antología creativa que firma Ana T.. Esta obra consta de cuatro secciones: El rincón del micro, Desde mi parvedad, Del amor y otros verbos y Versos en eclipse. El libro presenta 74 textos, donde se alterna la prosa con el verso.

Se encuentra a la venta en Amazon –tanto en formato impreso como en archivo digital–.

He subido un video promocional a YouTube, quizá te apetezca verlo




Ana es la primera autora de la que he publicado una obra completa en mi recurso editorial Librelena. Confío en que no sea la última.

Le estaré siempre agradecido por haberme permitido acercarte parte de su riqueza creativa. Lo mismo que te agradeceré, amable leyente, el que hagas tuyo su «Bagaje».

Sencillamente: GRACIAS, amable leyente.

martes, 19 de febrero de 2019

Tony Curtis lo sabía


Ayer lunes he revisionado la película «Los vikingos» (Richard Fleischer, 1958).


Tony Curtis siempre me ha parecido un gran intérprete: versátil tanto en libretos trágicos como en cómicos, dotado de un físico grácil que lo hacía creíble en películas de aventuras y de un atractivo que lo equilibraba entre lo galante y lo pícaro.
Hablar de la mirada de Tony Curtis, de su capacidad para transmitir emociones, nos habla de un ser dinámico que transmite vida. Como hedonista que optó por deleitarse con vivir lo propio frente a limitarse a representar lo ajeno, fue maldito por la misma industria que él engrandecía. De ahí que una carrera de más de 100 películas se vea reducida habitualmente a su participación en una única producción: «Con faldas y a lo loco». Película convertida en leyenda al converger en ella la calidad técnica y la magia del azar.

Me solivianta el encontrar reducida la trayectoria de Tony Curtis al eco de un “Nadie es perfecto” que ni siquiera llegó a pronunciar. Palabras abordadas en una lancha rápida en la que él nunca llegó a navegar.
A este restringir su carrera a una única referencia, a ese referirnos a su interpretación usando referentes ajenos, unámosles un último agravio. Tony Curtis no guardaba buen recuerdo de esa película, en concreto de su relación con la —para otros, que no para él— icónica Marilyn Monroe.
Irónicamente no es el único.
Ni como persona, actriz o amante logró en vida Norma Jeane Mortenson provocar un interés prolongado en quienes la convivían. Una vez muerta, la evocación de su personaje de Marilyn aún embruja nuestros sueños.
Al final Tony Curtis se vio atrapado en el laberinto de Hollywood. Siendo un Teseo a la fuerza, que combatía al minotauro de la memoria selectiva para acudir al rescate de la memoria de una Ariadna cuyos labios no busca besar.

Hoy me desperté solo. Y me acurruqué pensativo en la cama antes de levantarme con galbana. En lo que va da día no he dejado de pensar que, al vistazo de ojos ajenos, probablemente mi vida perezosa tenga un paralelismo con la de Tony Curtis, mi trayectoria se reduzca a un único viaje. La diferencia entre ese actor y este escritor está en que soy el Dédalo que construye mi laberinto, el Ninotauro que acecha en él y el Ícaro que, para huir de su autoreclusión en la fantasía, se acerca tanto al Sol que sus alas de libertad se derriten al calor de la realidad.

Por suerte, en mi salón no brilla el Sol, sino el televisor. A su luz se derrite el barro de mi condición humana. Sin las limitaciones de la carne, me reencarno en las fantasías que pueblan la pantalla. Ayer volví a navegar en el drakar de Eric y besé a una Morgana cuyos labios sabían a frambuesa.
Ante la realidad de un beso se derrite cualquier fantasía. Incluso un vikingo errante necesita un puerto donde fondear su corazón. Tony Curtis sabía que el amor es el viento más favorable para nuestras velas vitales.



#MiércolesDePelícula

domingo, 17 de febrero de 2019

Halito 17II19

Aunque sea domingo y la tarde se presente más recreativa que creativa, en el halito de la espera me oxigeno divagando sobre el equilibrio entre el fondo y la forma que debe tener todo texto creativo compartido.

Soy un escritor que se inventa palabras y un hablador que disfruta con la cacofonía.
El relato de mis vivencias y la narración de mis fabulaciones son caprichosos en el fondo, pero formalmente son cuidadosos. Hace tiempo que no practico la publicación automática de mis textos. Suelo tomarme un rato de espera y de muchas relecturas antes de publicarlos. Esas relecturas son un recurso para codificar mi mensaje de la manera más comprensible para el receptor. Y también son un exfuerzo de evitar todo descuido –gramatical o sintáctico– que se pueda interpretar como desatención hacia mi interlocutor.

Mantener ese equilibrio suele librarme de la publicación vertiginosa de textos impulsivos fallidos.
Quizá la columna de opinión que hoy publica Elvira Lindo en el diario El País sea un texto impulsivo. Dado que desconozco su intencionalidad no lo puedo calificar de fallido. Sí que lo he encontrado sorprendente por sus fallos de fondo –es el problema de recurrir a hechos de la Historia común para sustentar circunstancias de una historia personalizada– y preocupante por sus descuidos gramaticales.





Si el texto se dedicara a una “Presidenta”, ¿seguiría apareciendo el pronombre “le” en los tres usos subrayados?

Por favor, indicadme cualquier fallo gramatical que encontréis en mis textos. No tengo el ingenio de la escritora Elvira Lindo, pero mucho menos quiero tener sus deslices.
Gracias futuras, leyentes presentes.

Y tras el hálito, el desaliento de mirar el reloj y comprobar que se me hace tarde. Disculpa si llego con retraso.

viernes, 15 de febrero de 2019

Sobre «Bagaje», antología con sentimiento de Ana T.


Salvo imprevistos, antes del fin de este mes habré publicado en mi recurso autoeditorial Librelena la que es la primera obra ajena cuya difusión se me confía: «Bagaje» –antología de textos escritos por Ana T.–.

Confío, amable leyente, en que tu lectura futura del bagaje de textos escritos con sentimiento por Ana T. te supondrá un paseo por sendas de vida y esperanza. De sus poemas no se desprende ninguna añoranza por la fugacidad de momentos que huyen de su quema al Sol para cobijarse en las sombras. Sus relatos son instantáneas de anhelos cotidianos, plasmadas en palabras que capturan luz de ilusión y emanan aromas de libertad.
Ana T. es una escritora natural, lo que nos permite, como lectores, plasmar nuestras propias ilusiones en sus versos, asentados sobre el encanto de lo sencillo: sus emociones se le desbordan vivas las estrofas, como el agua rebosa el cántaro que intenta contenerla.

Ana es la primera autora de la que he publicado una obra completa en mi recurso editorial Librelena. Le estaré siempre agradecido por haberme permitido acercarte parte de su riqueza creativa. Lo mismo que te agradeceré, amable leyente, el que hagas tuyo su «Bagaje».
Sencillamente: GRACIAS.


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