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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

domingo, 31 de octubre de 2010

Como las lágrimas en la lluvia I



El calendario marca que se acerca época de rendibú a los difuntos; aunque casi parece más de exaltación a los payasos, por eso del “ja-ja Jalloguín”. Quizá la explicación para esta broma asesina del tiempo de adviento, que para algunos es Halloween, se encuentre en que lo que está cadavérico es nuestro sentido del humor.
Aunque nadie lo diría tras escuchar a Juan María Canals —Secretario Técnico de la Comisión Episcopal de Liturgia—, quien ha secundado la exhortación a que los padres no disfracen a sus hijos como garabatos y sí de santos, a la hora de lucirlos en sus romerías a cementerios y limpiezas de nichos.
Del devocionario al bestiario en un breviario.
Uno recupera la carcajada al imaginarse, en esta tarde noche del 31 de octubre, las calles llenas de niños empanados como San Jacobos y huyendo de unos encoralizados Bob Esponjas que los persiguen para freírlos en las planchas de sus cangreburgers.

Pese a mi presbicia no diagnosticada, he leído con retraso un artículo sobre las razones del Suicidio en España.
Me llamó —y mucho— la atención el hecho de que un suicida no lo es tanto si se inmola en una gran ciudad. Es este caso, según asegura la psiquiatra Carmen Tejedor, la acción adquiriría otras connotaciones sociales; y el adiós definitivo podría incluso ser certificado por un forense como un accidente fortuito. Y es que acaso el verdadero suicidio social sea la presencia en la Función Pública de tanto turista accidental; fortuitamente atraído por sueldos y horarios, pero carente de disposición a prestar un servicio público.
Debo admitir que lo que acabo de escribir es obra del resentimiento —por todos los que me desconocen es sabida mi condición de opositor frustrado— y además, al igual que Reverte o Dragó yo también quiero salir en los telediarios por airear mis bilis.
Lo curioso es que, sin necesidad de entrar en detalles porcentuales, los datos del Instituto Nacional de Estadística reflejan que durante el año 2008 se produjeron menos suicidios en la comunidad de Madrid que en regiones con menor población como Galicia o Canarias. Probablemente, a la Muerte —al igual que a las sextillizas ricachas televisivas— no le gusta la plebeyez de habitar en un cubículo urbano y prefiere pasarse largas temporadas en sus casas de campo.
Lo triste es que siempre hay ciertos adioses, largos o cortos, que están condenados a pasar desapercibidos. Como también lo están las despedidas que nos enredan en sábanas que ya calienta otro cuerpo; o los silencios telefónicos que nos dejan colgados del auricular, como un cuadro a la pared de un edificio a medio demoler. Todo lo contrario a lo que ocurre con la perennidad en Internet, árbol de la vida cuyas hojas nunca caducan.

Pese a que había oído hablar de los encomios informáticos, pensaba que nunca los iba a tener frente a mis ojos, al igual que me ocurre con la belleza interior o la envidia sana. No niego que existir existen; pero afirmo que habitan en otro mundo. Nunca es tarde para admitir un error.
Una de las razones por las que me atrae la creación literaria en Internet, es la combinación entre lo efímero y lo inmortal. Hay textos que son meros pretextos para capturar instantáneas vitales que perpetúo al releerlas.
Como fiel y buen lector de este blog, lo reescribo con cada relectura. Gracias a él, no existe el Tiempo y puedo auscultar a mi corazón delator en sus latidos de hace un año, tres meses o dos publicaciones. Me redescubro furioso, apasionado, cegado o fatuo. Encuentro paralelismos con el Hoy y bifurcaciones al Ayer. Privados del barniz del ímpetu por apalabrar sensaciones, recorro en los pasajes de Ven y enloquece paisajes en los que en su momento ni había reparado, pero que otros ojos sí habían visto, a su manera...
Ante mis sentidos, se juntan las palabras escritas, las emociones que me llevaron a escribirlas y los recuerdos asociados a cómo las escribí. En esos momentos, no me vienen a la cabeza literatos como Fowles, García Márquez o Ballard. Al releerme pienso en Renoir, en Man Ray o en mi padre con su cámara. Lo que ellos captaron sigue siendo interpretado por otros.




Como las lágrimas en la lluvia II


Internet es el Futuro, según aseguran los poderes que son. De momento, Internet nos lleva al Pasado.
La mensajería instantánea nos remite a la época de las cartas. A ese estar pendiente de si el cartero te visita el día de San Valentín.
Las redes sociales nos enredan en la búsqueda del contacto con sombras del pasado que, a la luz de la comunicación, recobran vida o se desvanecen.
Es doloroso leer cómo me resisto a dejar pasar al pasado y hago de él lo único que me pasa. Me preocupa la intensidad con la que revivo lo extinto.

En el exterior, el Recuerdo o el Olvido están prendidos a la intensidad de un instante. En Internet, el Guardar o Borrar están vinculados a la presión sobre un enlace. Ser o no ser ya no es una cuestión, es un clic.
Corría el año 1981 cuando el grupo musical The Police publicó el disco Ghost in the Machine donde se nos definía como espíritus en un mundo material. Pocas cosas hay más materiales que   .. Desde un punto nada dialéctico —pero sí muy materialista— su acceso no es libre ni universal, hay que pagar por su uso, pese a que no pertenece a nadie. Desde un punto tangible, pocas cosas hay más materiales que la maraña de cables que  el mundo de éter que nos espera al otro lado del espejo. Donde, con sus distorsiones, simetrías y esperpentos nos encontramos con un reflejo de este lado. Refracción que, al igual que ocurre al confrontar dos lunas, transmite la sensación de prolongarse hasta el Infinito y más allá.
A día de hoy, la Vida y la Muerte convergen en Facebook.
El fantasma que mora en su máquina me recordó que hacía mucho tiempo que no escribía a un amigo, muerto en lo físico pero vivo en el hálito de quienes lo añoran. Me sorprendió esa posibilidad de invocar a los muertos con la tabla guija del teclado. Facebook ofició de libro de conjuros e Internet de médium. Lo que me encontré me descolocó: vi dolor, vi cariño, vi añoranza…
En ese momento evoqué la exaltación a la vida del replicante Roy Batty en la película Blade Runner (Ridley Scott, 1982): "He visto cosas que vosotros no creeríais: naves de ataque en llamas más allá de la nebulosa de Orión. He visto centellear rayos-c en la oscuridad, cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como las lágrimas en la lluvia. Es hora de morir". Roy formula esta reflexión en noviembre, tiempo de adviento.
Me he vuelto a plantear el cierre de mis dos cuentas en Facebook.
No practico el culto a los muertos. A día de hoy no sabría ir con paso firme al columbario que guarda las cenizas de mi madre.
Cuando me muera, no quiero flores ni lápidas. No quiero que me recuerde quien me ignoró en vida, ni que me llore quien sólo me hizo feliz. No creo en la paz de los muertos. Quiero descansar en paz.
Cuando me muera, me gustaría que alguien cuidara de mis seres queridos.
Yo estaré bien.
Nino Ortea.






viernes, 29 de octubre de 2010

Popsy Pop contra Hollywood 03



La Bella y la Bestia (Jean Cocteau, 1946)

La Francia del Presidente De Gaulle, firma en Washington el 28 de mayo de 1946 el Acuerdo Blum-Brynes que establece cuatro semanas por trimestre reservadas a la proyección de cine francés por sala; plazo ampliado a cinco semanas en 1953.

El 19 de junio de 1959, se proclama el Decreto Malraux que regula la doble financiación estatal y privada para las producciones, a la vez que fija la subvención del cine de vanguardia y el adelanto sobre los beneficios en taquilla para el comercial. Este modelo productivo —mantenido en Francia hasta nuestros días— también busca ampliar el mercado internacional de la cinematografía gala; para lo que perfecciona una serie de acuerdos bilaterales, como el firmado con Italia, el 21 de fenrero de 1949, que extiende la subvención nacional a todo rodaje en coproducción. Las cinco películas sobre el personaje de Don Camilo protagonizadas por Fernandel, son uno de los resultados más inmediatos de este convenio.

La industria italiana sufre la censura de un Estado empeñado en acabar con el contenido social del Neorrealismo. De 1948 a 1953 —en su condición de Subsecretario de Cinematografía—, Giulio Andreotti actuará como “inquisidor general” del Medio al que considera guarida de izquierdistas agitadores. Baste citar su Carta abierta a De Sica —publicada en febrero de 1952 en la revista Libertas— donde denosta la imagen del país mostrada por el cineasta en Umberto D (Vittorio de Sica, 1952).

El resultado de esta censura será el opuesto al buscado, pues el cine popular adopta parte del temido discurso agitador. De Diabolik (1967, Mario Bava) — asesino que adopta tácticas terroristas como la voladura de edificios, aplaudidas por un público que lo ve como un Robin Hood que combate a los carabinieri—; a los dos buscavidas encarnados por Terence Hill y Bud Spencer en Le llamaban Trinidad (1971, Enzo Barboni) —entretenidos con su campaña de botar a tortazos a los políticos— son innumerables los ejemplos de héroes cuyas gestas se basan en combatir el Sistema.

ADELANTE

ATRÁS



jueves, 28 de octubre de 2010

Queen & David Bowie - Under Pressure


These are the days it never rains but it pours




Dailymotion - David Bowie and Queen - Under Pre..., posted with vodpod

Carta de presentación

Según el Áiur Vedá, las personas con más porcentaje de bilis en sangre poseen una fuerte personalidad, su piel es rosada y se broncea fácilmente. Tienen el pelo fino, de color castaño o pelirrojo, con tendencia a la aparición prematura de canas. Los ojos son de color gris, ámbar o avellana. Son más intelectuales y su manera de hablar es clara y precisa. Son personas ardientes, enojadizas, críticas y ambiciosas. Los hombres biliosos son buenos líderes, con tendencia a la alopecia.

Los colores correspondientes a la personalidad biliosa son colores frescos y calmantes, tales como el azul, el verde o el púrpura. El sentido predominante de la persona pitta es la vista.

Según los hindúes, la bilis es responsable de cualquier actividad relacionada con la transmisión y transformación de la energía:

La vista

El mantenimiento de la temperatura corporal

La digestión

Las actividades hormonales

El color del pelo y de los ojos

El conocimiento y la precisión del intelecto

lunes, 25 de octubre de 2010

A Basil Hallward, con afecto I


Hay veces en que nuestra percepción de la Realidad está impregnada de una sensación de Irrealidad. Cuando lo idealizado se convierte en tangible, lo rechazamos por ilusorio. De ahí que haya relaciones que clausuramos en la inexistencia, lugares que sólo queremos visitar en fotografía y sabores que únicamente nos hacen salibar frente al televisor. El cineasta David Lynch logra transmitir esa sensación de caos dentro del orden, de fealdad bajo la belleza, de falsedad tras lo fidedigno. El arranque de su película Terciopelo Azul (1986) es uno de esos momentos imborrables en mi memoria. Perdurable tal y como lo evoco; pues, probablemente, mi recuerdo falsee la realidad de esa obra de ficción.
Quizás somos como los demás nos creen ver y no como nosotros nos sentimos; al igual que las vivencias son tal y como las recordamos, no como las vivimos. Incluso al compartir esas evocaciones con quien las convivimos, solemos descubrir que sus recuerdos no son parecidos. Como mucho, similares; habitualmente disímiles. Compartimos situaciones, pero no los sentimientos asociados a esas experiencias.
Es en ese momento de enfrentarnos a la distorsión evocativa cuando nuestras inseguridades pueden convertir las variables del caos en monstruos. “¿Cómo pude confundir un roce con una caricia?, ¿Qué me llevó a entender su ‘hasta luego’ como un ‘hasta pronto’? ¡Soy un esternocleido! ¡Parezco un mastoideo!”
Vemos nuestro brillo de vida —ese atrevernos a compartir— como un centelleo de luces de bohémia con reflejo esperpéntico. Destruimos a balazos de rencor los espejos que nos reflejan deformados por los sentimientos. No queremos ser así. Tememos ser señalados como hombres elefantes en el circo de tres pistas sociales. Nos maquillamos como payasos, nos disfrazamos de prestidigitadores o incluso nos creemos maestros de ceremonias ajenas. Invocando el “YO en tu lugar…”, “Si a MÍ me dicen eso…”, “TÚ lo que tienes que hacer…”, buscamos llevar nuestra feria de rarezas a ciudades ajenas, como la Mary Henry que protagoniza El carnaval de las almas (Herek Harvey, 1962).
Yo también fui un hombre lobo adolescente; y ahora soy un narciso frente a mi decrepitud física, que teme que sus actos reflejen su degradación moral. De ahí que, al igual que Dorian Gray, tupa mis recuerdos con ensoñaciones. Por eso, como John Merrick, encapucho mi rostro frente al prejuicio ajeno. Hay veces en que, por pensar pienso que ser uno más me ayudará más a ser yo mismo.
Problemas del bifrontismo. Me veo como el otro, cuando en realidad entre los dos formamos mi yo. Pero NO, yo NO soy él. NO soy un animal. NO soy un monstruo. Él es aburrido, previsible y obsesivo. Él es el Capitán Garfio. Él es mJoS. Yo soy eternamente joven y divertido. Yo soy Peter Pan. ¡Yo soy Nino!
Pero no hay dos sin tres. Y aquí llega y saluda Marze. Mi tercero en concordia.

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