Los
datos que me identifican en el registro civil son fortuitos: soy sietemesino,
por lo que mi fecha de nacimiento es totalmente azarosa, mi actual nombre
bautismal no es el planeado en un primer momento y el número de mi DNI podía
marcar a cualquier otro.
Cada
vez tengo menos que ver con ese administrado al que identifican unos datos
burocráticos que son tan aleatorios como lo es mi capricho; y, puesto a elegir,
prefiero sobrevolar mis experiencias al aleteo de la irracionalidad a
sobrellevarlas bajo la gravedad de la sensatez.
Cada
vez estoy menos interesado en la cordura de una sociedad que no me estimula. De
ahí que, incómodo en éste, prefiera vagabundear por otros mundos, como los que
hay más allá del espejo donde encuentra reflejo mi cuerpo, pero no mi espíritu.
Cada
vez me cuesta más volver a este lado, o mejor dicho: cada vez me apetece menos
hacerlo. Imagino que el día en que ya no estén aquí aquellos cuya cercanía me
hace desear sentirlos, dejaré de volver a un ambiente saturado por ignorantes
que me desconocen en mi valía.
A
ojos de quienes me quieren pero no me entienden, últimamente estoy reduciendo
en exceso mi presencia en Internet, al igual que hace tiempo que la he mermado
en el mundo físico –creo que ven mi casa como una especie de fumadero de opio
en el que me tumbo para evadirme de la realidad con chutes de delirios–. Ya no
intento hacerles entender que hay muchas formas de vivir la vida; y que la mía,
por ser diferente, no es ni mejor ni peor que la suya. Ahora me limito a vivir
como quiero, dentro de los límites de lo que puedo.
Hoy
he vuelto a escribir en este blog. No me atrevo a afirmar que seguiré
haciéndolo con regularidad. No quiero ser un desdicho.
Gracias
por tu compañía.
Nino