
El presumido del Señor Nilsson ya se está poniendo mono pensando en tu regreso.
Ánimo, Pipilota.
No me extraña que te lo asegures, Kylie. Pocos kilos he visto más livianos, te lo aseguro. ¿3,4 millones de euros? 3.400.001 caricias, pellizcos y roncerías le daría yo.
Sin ser de Sevilla, me mutaría en cada silla donde repose esa maravilla.
Llega el calor. Me derrito por ver dónde pierde el color tu piel.
© Nino Ortea, siempre caliente. Gijón 28-IV-10
¿Y si la vida que estamos viviendo NO fuera la que en realidad deberíamos vivir?
No te quedes mirando a la pantalla pensando “Éste ha vuelto a hacerlo”. No, hace mucho que no lo hago.
Al menos contigo.
Ya apenas babeo.
Como mucho, me embabio.
Volviendo a la duda que te planteaba sobre las realidades vividas —y no sobre la realidad de mi desquicie—, por decir, puedes decir lo que quieras. Pero —sin necesidad de alicear en ningún País de Maravillas— no me negarás que, en ocasiones pocas, evocas lugares en los que nunca has estado. O que, de improvisto, muestras maña donde creías que mañana sólo tendrías fuerza. Y, no te mientas cuando asientas, ¿acaso no has sentido repentinamente complicidad o recelo hacia recién conocidos?
Quizá el sentir estos sinsentidos, Alicia querida, te ha llevado a pensar que estás majareta, loca, chiflada… No te asustes, las mejores personas lo estamos. ¿Un poco de té?
Es un hecho que hay genios precoces y que mi genio sólo da coces. Pero también que hay ingenios tardíos. El otro día leí sobre un preso mayor de 65 años que agradecía su confinamiento carcelario, pues le había servido para descubrir su vocación de actor. Vocación de la que aseguraba haber estado alejándose hasta entonces. Y es que puede que, como reflexiona Edgar Neville en su gran película La vida en un hilo (1945), nuestra existencia sea un telar en el que basta decidir tejer un revés donde debería haber ido un sencillo, para que una prenda diferente a la patronada cubra nuestra piel. Y, ¿para qué hablar de cuando el capricho de Las Parcas se enreda con los antojos de nuestro corazón? Sabido es que el tejemaneje entretejido nos lleva a perder la muchedad.
El triunfo económico-social no conlleva la satisfacción vital. Y la zozobra resultante lleva a que nuestro ánimo se anegue en pesadas decisiones pasadas, tomadas pero nunca aceptadas. Todos nos hemos replanteado nuestra búsqueda de la felicidad, dudando entre si es mejor ser temidos que amados. Para guiarnos, rememoramos lo que hemos hecho y deshecho, aunque se nos suele olvidar sopesar los pesares que causaron nuestras decisiones. Vivimos vidas cruzadas —tal y como contó Raymond Carver con sucio realismo—, lo que hace que en nuestra búsqueda de
Esta misma mañana he visto a la que fue mi último intento de tomarme en serio una relación de pareja. La encontré esplendorosa e ilusionada. Justo como la sentía antes de entrar en su vida. Al final, no sólo ella ha vuelto a sonreír si no que yo me he reafirmado en que puedo ser una influencia nefanda en vidas ajenas. Si no es, no es; pero si lo fue, será.
Este viernes 23 de Abril, podremos descubrir la cuarta novela de Federico Axat.
Hasta entonces, aquí os dejo un enlace con un video promocional de Benjamín.
Toda la suerte del Mundo, Federico.
Nino Ortea
Este viernes 23 de Abril, podremos descubrir la cuarta novela de Federico Axat.
Hasta entonces, aquí os dejo un enlace con un video promocional de Benjamín.
Toda la suerte del Mundo, Federico.
Nino Ortea
El pasado viernes pretendía contaros una serie de cosas que me ocurrieron el jueves. Hoy es lunes, a ver si alunizo de una vez.
Un amigo degustador de música “alternativa” y odiador de ir sólo a los sitios —bueno, al baño sí que va— me propuso acompañarlo al concierto de Anne McCue. De hecho, se ofreció a pasar a buscarme en coche y de paso a invitarme a un algo. Lo que hacemos por no estar solos. Yo me tengo despertado junto a cada elementa radioactiva…
Desconocía a la intérprete. Pero allí estaba esperándonos. Sola sobre el escenario y enlutada para la ocasión —ya sabéis que el negro es el color de los valientes, según Chuck Norris, y los alternativos deben de ser todos muy valientes—. Salvo por alguna versión de Hendrix o The Police, su música me resultó tan desconocida como mi sentido del ridículo. Perdida entre el Folk y el Country, oía lamentarse a aquella chica cuya delgadez, palidez y candidez casi me animan a subirme al escenario a invitarla a algo caliente y a que me hablara sobre ese hombre del que tanto se lamentaba.
Si los pupas del mundo no nos ayudamos, ¿quién nos va a ayudar?
Me quedé en mi sitio, pues ya no tengo edad para ir haciendo el Tarzán y rescatar a Janes de los peligros de la jungla de asfalto. Además, siempre se acaban encamando con los porteadores que se caen de los desfiladeros.
El concierto fue llevadero. Como lo son esas conversaciones sobre fútbol que mantengo en los bares mientras espero por mis citas. Ya sabéis que lo bueno se hace esperar, y las buenas de rogar. El caso es que el inglés encriptado de la cantante me dificultaba seguirla en su narración, por lo que perdí ocasionalmente la mirada entre el público para repartir saludos aleatorios. No te des por aludida si asististe al concierto, pero la verdad es que entre las presentes había poco material sugerente. Salvo por unos grupúsculos de connoceurs, de los que su indumentaria ya había vaticinado su futura entrega musical, el resto del público estaba más pendiente de hablar que de escuchar. Mi amigo, muy circunspecto él, es de esas personas que en un concierto se comportan como yo en un pincheo: “¡Si coges algo de mi plato, te corto la mano!”. Así que lo dejé tranquilo y pensé en irme.
Quizás a la artista le interesaba una audiencia más reducida —aquello estaba lleno, ya se sabe el atractivo de lo gratuito— pero más apasionada. Puede que a Anne McCue el ver la indiferencia mostrada en parte de los presentes la llevara a cuestionarse su inexistente falta de oficio —es muy buena en lo técnico— y no nuestra evidente falta de entrega. Estaba casi a punto de decirle “Oye, te espero fuera en el bar”, cuando me acordé de este blog.
Pensé que quizás a aquella cantante australiana de formación norteamericana, a la que el destino había convertido por unas horas en asturiana, agradecería el interés relativo de unos desconocidos. Al igual que yo, un asturiano apasionado por lo anglosajón y embelesado por las venusianas, agradezco cada lectura de mis textos, pese a saber que muchas son meras caricias del azar. Pues en esta época de ofertas culturales en exceso, el que alguien pose sus ojos en ti, no te debe hacer sentir observado si no apreciado.
Me acordé de una conversación que había mantenido esa mañana con mi amigo Carlos Ansotegui, y en la que los dos coincidíamos en admitir nuestra debilidad por los artistas que buscan transmitir sus emociones; y no los que intentan exhibir su virtuosismo o apabullarte con sus conocimientos. Vamos, que sin negarle ni un ápice de valía a Borges, a los dos nos gusta más Baroja.
Acabado el concierto, Pablo y yo disfrutamos de unas cervezas. Él me habló de una serie de grupos que creía que debería escuchar, y yo le enumeré una lista de mujeres de las que debería escapar. Ahora tengo frente a mí la servilleta con los nombres, y voy a ver qué descubro sobre ellos.
Quizás lo fortuito en el Arte, ese descubrir sus obras por casualidad, sea uno de los elementos más sorprendentes en lo cotidiano.
De momento, voy a oír música de Anne McCue, y más tarde empezaré a leer la novela Santa Evita.
Gracias, Pablo y Carlos, y en vuestro nombre a todos los que venís y enloquecéis.
© Nino Ortea. El hombre que escuchó a una rubia. Gijón, 19-1I-10
El pasado viernes pretendía contaros una serie de cosas que me ocurrieron el jueves. Hoy es lunes, a ver si alunizo de una vez.
Un amigo degustador de música “alternativa” y odiador de ir sólo a los sitios —bueno, al baño sí que va— me propuso acompañarlo al concierto de Anne McCue. De hecho, se ofreció a pasar a buscarme en coche y de paso a invitarme a un algo. Lo que hacemos por no estar solos. Yo me tengo despertado junto a cada elementa radioactiva…
Desconocía a la intérprete. Pero allí estaba esperándonos. Sola sobre el escenario y enlutada para la ocasión —ya sabéis que el negro es el color de los valientes, según Chuck Norris, y los alternativos deben de ser todos muy valientes—. Salvo por alguna versión de Hendrix o The Police, su música me resultó tan desconocida como mi sentido del ridículo. Perdida entre el Folk y el Country, oía lamentarse a aquella chica cuya delgadez, palidez y candidez casi me animan a subirme al escenario a invitarla a algo caliente y a que me hablara sobre ese hombre del que tanto se lamentaba.
Si los pupas del mundo no nos ayudamos, ¿quién nos va a ayudar?
Me quedé en mi sitio, pues ya no tengo edad para ir haciendo el Tarzán y rescatar a Janes de los peligros de la jungla de asfalto. Además, siempre se acaban encamando con los porteadores que se caen de los desfiladeros.
El concierto fue llevadero. Como lo son esas conversaciones sobre fútbol que mantengo en los bares mientras espero por mis citas. Ya sabéis que lo bueno se hace esperar, y las buenas de rogar. El caso es que el inglés encriptado de la cantante me dificultaba seguirla en su narración, por lo que perdí ocasionalmente la mirada entre el público para repartir saludos aleatorios. No te des por aludida si asististe al concierto, pero la verdad es que entre las presentes había poco material sugerente. Salvo por unos grupúsculos de connoceurs, de los que su indumentaria ya había vaticinado su futura entrega musical, el resto del público estaba más pendiente de hablar que de escuchar. Mi amigo, muy circunspecto él, es de esas personas que en un concierto se comportan como yo en un pincheo: “¡Si coges algo de mi plato, te corto la mano!”. Así que lo dejé tranquilo y pensé en irme.
Quizás a la artista le interesaba una audiencia más reducida —aquello estaba lleno, ya se sabe el atractivo de lo gratuito— pero más apasionada. Puede que a Anne McCue el ver la indiferencia mostrada en parte de los presentes la llevara a cuestionarse su inexistente falta de oficio —es muy buena en lo técnico— y no nuestra evidente falta de entrega. Estaba casi a punto de decirle “Oye, te espero fuera en el bar”, cuando me acordé de este blog.
Pensé que quizás a aquella cantante australiana de formación norteamericana, a la que el destino había convertido por unas horas en asturiana, agradecería el interés relativo de unos desconocidos. Al igual que yo, un asturiano apasionado por lo anglosajón y embelesado por las venusianas, agradezco cada lectura de mis textos, pese a saber que muchas son meras caricias del azar. Pues en esta época de ofertas culturales en exceso, el que alguien pose sus ojos en ti, no te debe hacer sentir observado si no apreciado.
Me acordé de una conversación que había mantenido esa mañana con mi amigo Carlos Ansotegui, y en la que los dos coincidíamos en admitir nuestra debilidad por los artistas que buscan transmitir sus emociones; y no los que intentan exhibir su virtuosismo o apabullarte con sus conocimientos. Vamos, que sin negarle ni un ápice de valía a Borges, a los dos nos gusta más Baroja.
Acabado el concierto, Pablo y yo disfrutamos de unas cervezas. Él me habló de una serie de grupos que creía que debería escuchar, y yo le enumeré una lista de mujeres de las que debería escapar. Ahora tengo frente a mí la servilleta con los nombres, y voy a ver qué descubro sobre ellos.
Quizás lo fortuito en el Arte, ese descubrir sus obras por casualidad, sea uno de los elementos más sorprendentes en lo cotidiano.
De momento, voy a oír música de Anne McCue, y más tarde empezaré a leer la novela Santa Evita.
Gracias, Pablo y Carlos, y en vuestro nombre a todos los que venís y enloquecéis.
© Nino Ortea. El hombre que escuchó a una rubia. Gijón, 19-1I-10
¿Debe ser el Arte algo gratuito?
Encuentro difícil la respuesta a este planteamiento, más allá de remitirme a la voluntad de cada creador. Lo que sí tengo claro es que el Arte NUNCA debe ser algo barato.
Internet —ese laberinto en el que cada vez me siento más Dédalo— nos ha acostumbrado a la ganga perenne en su sección de contenidos culturales. Curiosamente, las empresas que posibilitan dicha gratuidad, llamémoslas Google o Telefónica, son cada vez más poderosas y expanden su ámbito de operaciones fuera de su mercado original. No es que me quiera poner en plan Gandalf en El señor de los anillos, y las vea como jinetes espectrales que amenazan nuestra apacible comarca al servicio de un Mordor maligno. Pero está claro que ambas ambicionan su tesoro: unas se hacen de oro negociando con nuestros datos confidenciales, y otras posibilitando el que no respetemos los derechos de autor. ¿Para qué quiere Google convertirse en un Big Brother que haría palidecer al temido por George Orwell? ¿De qué sirve el que FundaciónTelefónica
Adicción y dependencia. Eso es lo que buscan. Nos convierten en acumuladores de teras y en pusilánimes frente al Poder. ¿Exagero? Piensa en cómo de repente Internet ha tomado fuerza en tu vida. Pese a mi autarquía económica, en más de una ocasión me he planteado dejar de bucanear el acceso a
Aunque claro está, también me ha dado la oportunidad de abrir este blog, escribirme con David o Lucía y enredarme en lecturas sorprendentes…
Como os decía, no tengo claro si el Arte debe ser gratuito. ¿Por qué el Arte y no el pan, el cariño o el dentista? ¿Qué es lo que lleva a las Instituciones a ser pródigas con lo Cultural y sórdidas en lo Social?
Yo no quiero ver partidos de fútbol en alta definición ¿gratis? en televisiones públicas, ni que mi ayuntamiento me regale cuidadas publicaciones de autobombo. Yo no quiero que la entrada a algunos museos sea gratuita, ni una red de bibliotecas que compite en préstamos con videoclubs. Yo lo que quiero son servicios públicos gratuitos y eficaces, suministrados por servidores públicos no por serviles ante el Poder que, tras ser admitidos en la casta de los elegidos, se desentienden de sus conciudadanos. Yo lo que quiero es un estado del bienestar universal, y no que la gente se muera con dolores por falta de fondos estatales, mientras se derrocha el dinero en comprar los derechos televisivos de competiciones en las que siempre juegan los extraños y ganan los otros. Yo quiero una Cultura libre de mogules cazurros que, a la vez que se enriquecen con lo público y gratuito, impiden resonar a voces discordantes.
Yo lo que quiero, Lola, es que tú me quieras, pero hace tiempo que sé que es imposible. Y es que, ante el Arte me pasa lo mismo que tras de ti, no puedo evitar preguntaros lo mismo que cantaron Fito y Los Fitipaldis: ¿Para qué quererte tanto, si después te vas?
Tú, el Arte y mis ideas, juntos os vais y me dejáis, como ahora, vacío.
Mi intención al ponerme frente al teclado, era hablaros del concierto de la cantautora Anne McCue al cual asistí ayer. Pero está visto que
Mañana más. Ahora estoy cansado de Internet. Pero sé que por mucho que la maldiga, al igual que me ocurre contigo, siempre acabo volviendo.
Ahora, el que os deja soy yo. Me voy.
Nino
¿Debe ser el Arte algo gratuito?
Encuentro difícil la respuesta a este planteamiento, más allá de remitirme a la voluntad de cada creador. Lo que sí tengo claro es que el Arte NUNCA debe ser algo barato.
Internet —ese laberinto en el que cada vez me siento más Dédalo— nos ha acostumbrado a la ganga perenne en su sección de contenidos culturales. Curiosamente, las empresas que posibilitan dicha gratuidad, llamémoslas Google o Telefónica, son cada vez más poderosas y expanden su ámbito de operaciones fuera de su mercado original. No es que me quiera poner en plan Gandalf en El señor de los anillos, y las vea como jinetes espectrales que amenazan nuestra apacible comarca al servicio de un Mordor maligno. Pero está claro que ambas ambicionan su tesoro: unas se hacen de oro negociando con nuestros datos confidenciales, y otras posibilitando el que no respetemos los derechos de autor. ¿Para qué quiere Google convertirse en un Big Brother que haría palidecer al temido por George Orwell? ¿De qué sirve el que FundaciónTelefónica
Adicción y dependencia. Eso es lo que buscan. Nos convierten en acumuladores de teras y en pusilánimes frente al Poder. ¿Exagero? Piensa en cómo de repente Internet ha tomado fuerza en tu vida. Pese a mi autarquía económica, en más de una ocasión me he planteado dejar de bucanear el acceso a
Aunque claro está, también me ha dado la oportunidad de abrir este blog, escribirme con David o Lucía y enredarme en lecturas sorprendentes…
Como os decía, no tengo claro si el Arte debe ser gratuito. ¿Por qué el Arte y no el pan, el cariño o el dentista? ¿Qué es lo que lleva a las Instituciones a ser pródigas con lo Cultural y sórdidas en lo Social?
Yo no quiero ver partidos de fútbol en alta definición ¿gratis? en televisiones públicas, ni que mi ayuntamiento me regale cuidadas publicaciones de autobombo. Yo no quiero que la entrada a algunos museos sea gratuita, ni una red de bibliotecas que compite en préstamos con videoclubs. Yo lo que quiero son servicios públicos gratuitos y eficaces, suministrados por servidores públicos no por serviles ante el Poder que, tras ser admitidos en la casta de los elegidos, se desentienden de sus conciudadanos. Yo lo que quiero es un estado del bienestar universal, y no que la gente se muera con dolores por falta de fondos estatales, mientras se derrocha el dinero en comprar los derechos televisivos de competiciones en las que siempre juegan los extraños y ganan los otros. Yo quiero una Cultura libre de mogules cazurros que, a la vez que se enriquecen con lo público y gratuito, impiden resonar a voces discordantes.
Yo lo que quiero, Lola, es que tú me quieras, pero hace tiempo que sé que es imposible. Y es que, ante el Arte me pasa lo mismo que tras de ti, no puedo evitar preguntaros lo mismo que cantaron Fito y Los Fitipaldis: ¿Para qué quererte tanto, si después te vas?
Tú, el Arte y mis ideas, juntos os vais y me dejáis, como ahora, vacío.
Mi intención al ponerme frente al teclado, era hablaros del concierto de la cantautora Anne McCue al cual asistí ayer. Pero está visto que
Mañana más. Ahora estoy cansado de Internet. Pero sé que por mucho que la maldiga, al igual que me ocurre contigo, siempre acabo volviendo.
Ahora, el que os deja soy yo. Me voy.
Nino
Eddie Campbell.
La publicación en España del primer recopilatorio de Baco –recogido dentro de la colección Biblioteca Factoría en su número 16– coincidió con el anuncio por parte de su autor —hablamos de diciembre de 2001— de concluir la revista Eddie Campbell´s Bacchus, con lo que una idea tan presente en la obra de Campbell como es la de la estrecha relación entre la vida y la muerte, se materializó en sus plasmaciones editoriales. Conviene recordar que el dios se había despedido de sus acólitos en una aventura publicada en el número 50 de la citada publicación antológica; y es que ni siquiera las deidades de la historieta son indemnes al paso del tiempo, como bien reza en el título de este primer volumen de los diez que recogen las andanzas del dios de la juerga entre los mortales.
El origen del personaje se remonta a 1986, apareciendo por primera vez sus historias bajo el título de Deadface en la revista homónima publicada por Harrier Cómics. Una de las características de Campbell es su constante retomar trabajos finalizados a los que añade detalles —como en el primer pasaje de From Hell, recogido en su versión remozada en la reciente edición de Planeta— o en los que incluye nuevos dibujos. La inmortalidad no... se abre con una ilustración remozada realizada en 1995. Esta sistemática puesta al día de su obra, provoca el que en una misma página podamos encontrar acabados diferentes de un mismo personaje, o distintas resoluciones técnicas para una situación frecuentada.
Uno de los aspectos que más sorprenderá al lector que se acerque a la serie estimulado por el trabajo de Campbell en From Hell, será la diferencia gráfica entre ambas obras. Aquí el soberbio uso del rayado y la minuciosa reproducción de ambientes, presentes en la obra sobre Jack el destripador, dejan paso a un vitalista uso de la línea y a una jovial creación de atmósferas. Eso sí, en ambas obras sobresale el soberbio entintado que convierte al trabajo de su autor en uno de los mejores exponentes del uso de las luces y las sombras en el medio. Destacando la calidad con que se ha reproducido la obra, sumamente fiel al original tanto a nivel de ilustraciones como de rotulación. La implicación de Campbell en el proyecto queda patente en su decisión de elaborar portadas exclusivas para su edición española.
En La inmortalidad no... asistimos a la presentación del elenco de personajes habituales en la colección, los cuales en un futuro llegarán a robarle protagonismo al titular de la serie –Hermes Versus the Eye Ball Kid–. Un Baco lacio por el exceso de mujeres, vino y canciones a lo largo de sus más de 4.000 años, busca enfrentarse a Teseo –convertido en jefe del hampa– en venganza de la traición que éste infringió a Ariadna. En el camino de ambos se cruzará Ojos Bill, quien impulsado por su deseo de vengar la muerte de su abuelo –Argos el de los 100 ojos– se ha cargado a la mayoría de las deidades olímpicas y vaga por
Amor, rencor, venganza, hedonismo... son los puntos cardinales que marcan el desarrollo de una obra que nos brinda la oportunidad de asistir al desarrollo y posterior madurez creativa de un autor cuya genialidad no ha hecho más que dar sus primeros frutos.
La inmortalidad no es para siempre, pero obras como Baco garantizan a su creador su presencia eterna en el Olimpo de
Allá cuando el ánimo era joven, Manuel Barrero tuvo a bien pedirme que escribiera una reseña sobre esta publicación para TEBEOSFERA. Quizás os apetezca echarle un vistazo.
http://www.tebeosfera.com/1/Obra/Tebeo/Factoria/Baco.htm
© Nino (su nombre rima con vino) Ortea. Gijón 15/IV/10
Eddie Campbell.
La publicación en España del primer recopilatorio de Baco –recogido dentro de la colección Biblioteca Factoría en su número 16– coincidió con el anuncio por parte de su autor —hablamos de diciembre de 2001— de concluir la revista Eddie Campbell´s Bacchus, con lo que una idea tan presente en la obra de Campbell como es la de la estrecha relación entre la vida y la muerte, se materializó en sus plasmaciones editoriales. Conviene recordar que el dios se había despedido de sus acólitos en una aventura publicada en el número 50 de la citada publicación antológica; y es que ni siquiera las deidades de la historieta son indemnes al paso del tiempo, como bien reza en el título de este primer volumen de los diez que recogen las andanzas del dios de la juerga entre los mortales.
El origen del personaje se remonta a 1986, apareciendo por primera vez sus historias bajo el título de Deadface en la revista homónima publicada por Harrier Cómics. Una de las características de Campbell es su constante retomar trabajos finalizados a los que añade detalles —como en el primer pasaje de From Hell, recogido en su versión remozada en la reciente edición de Planeta— o en los que incluye nuevos dibujos. La inmortalidad no... se abre con una ilustración remozada realizada en 1995. Esta sistemática puesta al día de su obra, provoca el que en una misma página podamos encontrar acabados diferentes de un mismo personaje, o distintas resoluciones técnicas para una situación frecuentada.
Uno de los aspectos que más sorprenderá al lector que se acerque a la serie estimulado por el trabajo de Campbell en From Hell, será la diferencia gráfica entre ambas obras. Aquí el soberbio uso del rayado y la minuciosa reproducción de ambientes, presentes en la obra sobre Jack el destripador, dejan paso a un vitalista uso de la línea y a una jovial creación de atmósferas. Eso sí, en ambas obras sobresale el soberbio entintado que convierte al trabajo de su autor en uno de los mejores exponentes del uso de las luces y las sombras en el medio. Destacando la calidad con que se ha reproducido la obra, sumamente fiel al original tanto a nivel de ilustraciones como de rotulación. La implicación de Campbell en el proyecto queda patente en su decisión de elaborar portadas exclusivas para su edición española.
En La inmortalidad no... asistimos a la presentación del elenco de personajes habituales en la colección, los cuales en un futuro llegarán a robarle protagonismo al titular de la serie –Hermes Versus the Eye Ball Kid–. Un Baco lacio por el exceso de mujeres, vino y canciones a lo largo de sus más de 4.000 años, busca enfrentarse a Teseo –convertido en jefe del hampa– en venganza de la traición que éste infringió a Ariadna. En el camino de ambos se cruzará Ojos Bill, quien impulsado por su deseo de vengar la muerte de su abuelo –Argos el de los 100 ojos– se ha cargado a la mayoría de las deidades olímpicas y vaga por
Amor, rencor, venganza, hedonismo... son los puntos cardinales que marcan el desarrollo de una obra que nos brinda la oportunidad de asistir al desarrollo y posterior madurez creativa de un autor cuya genialidad no ha hecho más que dar sus primeros frutos.
La inmortalidad no es para siempre, pero obras como Baco garantizan a su creador su presencia eterna en el Olimpo de
Allá cuando el ánimo era joven, Manuel Barrero tuvo a bien pedirme que escribiera una reseña sobre esta publicación para TEBEOSFERA. Quizás os apetezca echarle un vistazo.
http://www.tebeosfera.com/1/Obra/Tebeo/Factoria/Baco.htm
© Nino (su nombre rima con vino) Ortea. Gijón 15/IV/10