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¡Y es que me meto en cada jardín!

viernes, 30 de abril de 2010

Primera parada: Villekulla


El presumido del Señor Nilsson ya se está poniendo mono pensando en tu regreso.

Ánimo, Pipilota.


VyE: Flash!: Iron Man II, ¿Me invitas?


Ya sé que te sienta bien el negro.
Ya sabes que llevo mal tu luto.
¿Me invitas al cine y luego hacemos que enviude la envidia?


VyE: Flash!: Iron Man II, ¿Me invitas?

miércoles, 28 de abril de 2010

VyE: Pop!: Spinning Around / Kylie Minogue





No me extraña que te lo asegures, Kylie. Pocos kilos he visto más livianos, te lo aseguro. ¿3,4 millones de euros? 3.400.001 caricias, pellizcos y roncerías le daría yo.

Sin ser de Sevilla, me mutaría en cada silla donde repose esa maravilla.



Llega el calor. Me derrito por ver dónde pierde el color tu piel.



© Nino Ortea, siempre caliente. Gijón 28-IV-10





VyE: Pop!: Spinning Around / Kylie Minogue

VyE: Pop!: Spinning Around / Kylie Minogue




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No me extraña que te lo asegures, Kylie. Pocos kilos he visto más livianos, te lo aseguro. ¿3,4 millones de euros? 3.400.001 caricias, pellizcos y roncerías le daría yo.
Sin ser de Sevilla, me mutaría en cada silla donde repose esa maravilla.

Llega el calor. Me derrito por ver dónde pierde el color tu piel.

© Nino Ortea, siempre caliente. Gijón 28-IV-10




martes, 27 de abril de 2010

Sólo necesito que me creas





¿Y si la vida que estamos viviendo NO fuera la que en realidad deberíamos vivir?

No te quedes mirando a la pantalla pensando “Éste ha vuelto a hacerlo”. No, hace mucho que no lo hago.

Al menos contigo.

Ya apenas babeo.

Como mucho, me embabio.



Volviendo a la duda que te planteaba sobre las realidades vividas —y no sobre la realidad de mi desquicie—, por decir, puedes decir lo que quieras. Pero —sin necesidad de alicear en ningún País de Maravillas— no me negarás que, en ocasiones pocas, evocas lugares en los que nunca has estado. O que, de improvisto, muestras maña donde creías que mañana sólo tendrías fuerza. Y, no te mientas cuando asientas, ¿acaso no has sentido repentinamente complicidad o recelo hacia recién conocidos?

Quizá el sentir estos sinsentidos, Alicia querida, te ha llevado a pensar que estás majareta, loca, chiflada… No te asustes, las mejores personas lo estamos. ¿Un poco de té?

Es un hecho que hay genios precoces y que mi genio sólo da coces. Pero también que hay ingenios tardíos. El otro día leí sobre un preso mayor de 65 años que agradecía su confinamiento carcelario, pues le había servido para descubrir su vocación de actor. Vocación de la que aseguraba haber estado alejándose hasta entonces. Y es que puede que, como reflexiona Edgar Neville en su gran película La vida en un hilo (1945), nuestra existencia sea un telar en el que basta decidir tejer un revés donde debería haber ido un sencillo, para que una prenda diferente a la patronada cubra nuestra piel. Y, ¿para qué hablar de cuando el capricho de Las Parcas se enreda con los antojos de nuestro corazón? Sabido es que el tejemaneje entretejido nos lleva a perder la muchedad.

El triunfo económico-social no conlleva la satisfacción vital. Y la zozobra resultante lleva a que nuestro ánimo se anegue en pesadas decisiones pasadas, tomadas pero nunca aceptadas. Todos nos hemos replanteado nuestra búsqueda de la felicidad, dudando entre si es mejor ser temidos que amados. Para guiarnos, rememoramos lo que hemos hecho y deshecho, aunque se nos suele olvidar sopesar los pesares que causaron nuestras decisiones. Vivimos vidas cruzadas —tal y como contó Raymond Carver con sucio realismo—, lo que hace que en nuestra búsqueda de la Felicidad embistamos sin querer a los que se nos acercan por curiosidad hacia nuestra persona. Y al igual que nuestro cuerpo puede acusar con el tiempo las consecuencias de un choque, nuestro ánimo llega a resentirse de encontronazos pasados. Tomar una decisión puede ser algo doloroso, por eso nos enfrentamos a ese Galamitazo escudados en excusas y armados con prejuicios.

Esta misma mañana he visto a la que fue mi último intento de tomarme en serio una relación de pareja. La encontré esplendorosa e ilusionada. Justo como la sentía antes de entrar en su vida. Al final, no sólo ella ha vuelto a sonreír si no que yo me he reafirmado en que puedo ser una influencia nefanda en vidas ajenas. Si no es, no es; pero si lo fue, será.

ADELANTE

Sólo necesito que me creas

¿Y si la vida que estamos viviendo NO fuera la que en realidad deberíamos vivir?
No te quedes mirando a la pantalla pensando “Éste ha vuelto a hacerlo”. No, hace mucho que no lo hago.
Al menos contigo.


Volviendo a la duda que te planteaba sobre las realidades vividas —y no sobre la realidad de mi desquicie—, por decir, puedes decir lo que quieras. Pero —sin necesidad de alicear en ningún País de Maravillas— no me negarás que, en ocasiones pocas, evocas lugares en los que nunca has estado. O que, de improvisto, muestras maña donde creías que mañana sólo tendrías fuerza. Y, no te mientas cuando asientas, ¿acaso no has sentido repentinamente complicidad o recelo hacia recién conocidos?
Quizá el sentir estos sinsentidos, Alicia querida, te ha llevado a pensar que estás majareta, loca, chiflada… No te asustes, las mejores personas lo estamos. ¿Un poco de té?
Es un hecho que hay genios precoces y que mi genio sólo da coces. Pero también que hay ingenios tardíos. El otro día leí sobre un preso mayor de 65 años que agradecía su confinamiento carcelario, pues le había servido para descubrir su vocación de actor. Vocación de la que aseguraba haber estado alejándose hasta entonces. Y es que puede que, como reflexiona Edgar Neville en su gran película La vida en un hilo (1945), nuestra existencia sea un telar en el que basta decidir tejer un revés donde debería haber ido un sencillo, para que una prenda diferente a la patronada cubra nuestra piel. Y, ¿para qué hablar de cuando el capricho de Las Parcas se enreda con los antojos de nuestro corazón? Sabido es que el tejemaneje entretejido nos lleva a perder la muchedad.
El triunfo económico-social no conlleva la satisfacción vital. Y la zozobra resultante lleva a que nuestro ánimo se anegue en pesadas decisiones pasadas, tomadas pero nunca aceptadas. Todos nos hemos replanteado nuestra búsqueda de la felicidad, dudando entre si es mejor ser temidos que amados. Para guiarnos, rememoramos lo que hemos hecho y deshecho, aunque se nos suele olvidar sopesar los pesares que causaron nuestras decisiones. Vivimos vidas cruzadas —tal y como contó Raymond Carver con sucio realismo—, lo que hace que en nuestra búsqueda de la Felicidad embistamos sin querer a los que se nos acercan por curiosidad hacia nuestra persona. Y al igual que nuestro cuerpo puede acusar con el tiempo las consecuencias de un choque, nuestro ánimo llega a resentirse de encontronazos pasados. Tomar una decisión puede ser algo doloroso, por eso nos enfrentamos a ese Galamitazo escudados en excusas y armados con prejuicios.
Esta misma mañana he visto a la que fue mi último intento de tomarme en serio una relación de pareja. La encontré esplendorosa e ilusionada. Justo como la sentía antes de entrar en su vida. Al final, no sólo ella ha vuelto a sonreír si no que yo me he reafirmado en que puedo ser una influencia nefanda en vidas ajenas. Si no es, no es; pero si lo fue, será.

Sólo necesito que me creas II

Habrá más cruces, más encuentros, más sonrisas… Otras personas con los mismos nombres en situaciones parejas. Quizá sea la interacción social lo que aviva nuestra esquizofrenia emocional. Lo que nos lleva a dudar sobre lo acertado de haber decidido entregarle la manzana a unos y no a otros, sin más capacidad de juicio que nuestras debilidades. El ver que a los que definimos como “miserables” les sonríen los niños, nos lleva a plantearnos la posibilidad de habernos equivocado. Al igual que a mí me descompone encontrarme a mis “descorazonadas” enamoradas hasta el tuétano de otros. ¿Seré YO el Infierno y no los demás?
Llamémoslo azar, casualidad o deliranza. El caso es que no somos iguales con todo el mundo. Al socializar nos adaptamos. Bien seamos de despertares apagados o de despereces rápidos, todos hemos compartido colchón con pieles que nos han hecho sentir sobre una sartén o entre terciopelo. Parece ser que pasados 5 minutos de charla, nos hacernos una idea de cómo es una persona. No nos conocemos y creemos conocer a los demás “como si los hubiéramos parido”. Quizás ese hechizo explique el que haya pasiones efímeras y caprichos eternos. El que decidamos abandonar lo tangible y perseguir quimeras. Si otros no hubieran decidido vivir sus sueños, la rueda no existiría. Y tú y yo seríamos un óvulo y un espermatozoide felices en su ignorancia del otro.
Si la madurez emocional conlleva la activación del olvido selectivo, ¿cómo es que hay temores y pesadillas que nos atenazan desde niños? ¿Acaso al soñar recordamos algo ya vivido? Pese a habernos desmoronado en lo afectivo, ¿qué es lo que nos lleva a volver a encaramarnos en los rascacielos del Deseo? Quizá sea resultado de que somos una esencia única que se transmuta por diferentes cuerpos buscando revivir ese momento del pasado en que fuimos felices. Por eso buscamos la misma sonrisa en diferentes labios. Pues es el hechizo de ese beso, de ese beso, lo que nos da ánimo en su búsqueda. Es nuestro sueño, y nosotros decidimos cómo continúa.

Tras mi encuentro de esta mañana, he visto un par de episodios pendientes de la serie televisiva Perdidos. Un relato irregular para el que —lo mismo que a mis pasiones caducas— sólo deseo un final poco decepcionante. Se acaba y me alegro. Ya ha perdido su embrujo. No sé si ya se han emitido en España los episodios 11 y doce de ésta su última temporada. Si no es así, tranquilos, no reventaré el suspense de esta serie merecedora de un suspenso en su evaluación final.
El caso es que tras ver estos capítulos ambientados en mundos paralelos, donde los personajes afrontan realidades alternativas, me ha llamado la atención la coincidencia entre mi estado emocional y lo plasmado en imágenes. Pues los personajes anhelan vivir la intensidad que le trasmiten sus sueños. Sueños que en realidad son evocaciones de lo vivido a través del espejo, en el submundo de esa isla donde los muertos caminan, el tiempo avanza hacia atrás y todo es posible.
Me gusta ser un soñador. Me gusta mantener íntegra, aunque con máculas de desencanto, mi capacidad de ilusionarme y creer en 6 cosas imposibles antes de desayunar. Me gusta confiar en que no os olvidaré al despertarme.
Gracias por venir y enloquecer.
ATRÁS
©Nino Ortea, el hombre que mató al tiempo mientras te esperaba. Gijón, 26-IV-10

domingo, 25 de abril de 2010

Me sueñan en sus manos

Desde luego, fue anunciar mi intención de escribir un libro y ya hay grupos de Facebook que proponen que se me prohíba estar a menos de un kilómetro de una idea sensata.

Por fortuna, siempre estarán ellas.



VyE: Flash!: Yo también...

Yo también reenvío pps como forma de saludo.
Gracias por éste, MaR.


VyE: Flash!: Yo también...

jueves, 22 de abril de 2010

Vuelta a las andadas

Y no, no es que me haya vuelto a enamorar. Nunca he dejado de estarlo. La que va y viene es ella. Unas veces es pelirroja —mi debilidad— otras morena y en contadas ocasiones rubia. Siempre risueña. A estas alturas debo reconocer que llevo la eternidad de 30 años enamorado del eterno femenino. Bueno, y también admitir que me ha cupidazo algunas monstruitas, pero igualmente tenían su gracia.
En lo que reando es en escribir una ¿novela? De acabarla, ésta sería la 3ª que hilvano. De conservarla, ésta sería la segunda; pues la novel —quizás la más bella— me hacía demasiado daño en su reflejo, así que la borré del disco duro ya que no podía desmemoriarla del cerebro. De publicarla, ésta sería la 1ª, pues una apaciguada relectura de BAUT me ha llevado a comprender porqué no funciona como obra: no mantiene una unidad narrativa. Es una antología de textos ninescos, no una novela.
Quizás mi fallo fue ser estricto en ciertos parámetros creativos. La concebí y desarrollé como una respuesta masculina a toda la femimemez presente en producciones como Bridget Jones. Estaba —y lo sigo estando— harto hasta la náusea de que los hombres, sólo por el hecho de serlo y disfrutarlo, seamos considerados por las descerebradas y los nenazas como unos insensibles aneuronados proclives al gatillazo explosivo. Creedme, ahí fuera hay mucha insensata descorazonada limitada al uniorgasmo fingido. Vamos, que me metí a escribir un libro de tesis cuando lo mío nunca fue la síntesis, si no el exceso en la sintaxis cuando me muestras el chasis, Lola.
Resumí en el compendio, toda mi vida de cazador cazado en un solo año y a mis dulcineas en 3 tobosas. Decliné una lista de nombres, coordine sucedidos subordinados a percepciones y los conjugué con acciones. El resultado fue mi versión liada de La iliada. Pero como no soy Ulises, ni tengo el talento de Joyce, mi odisea espacial fue más bien especial. Puede que mi soñado cohete se haya convirtió en petardo, pero su estallido me despertó de un mal sueño. Eso sí, el resultado es en una de esas cosas que te encantan, aunque entiendes que a los demás los espante. Lo mismo pasa con mis caprichos y mi padre: siempre las encuentra feas.
El caso es que no sé si sabría adecuar BAUT al canon de otros ojos. Lo que sí sé es que no quiero. Para mí tiene un valor totémico. Su escritura sanó mi espíritu y su lectura aviva mi ánimo. Pero no me apetece alterarla para intentar publicarla. A diferencia de Pedro Marín, soy un hombre que puedo interpretar más de un tema y mi mente no está llena de aire.
Si estando tan trostélido logré crear lo que creé, ahora que no fumo, bebo lo justo y colchoneo lo necesario… ¡Voy a escribir la mejor novela que ningún ninero haya escrito por dinero! Pues esta vez no me ataré a una estructura cerrada. Mi idea es dejar que las musas y mis crafts me guíen. Mi intención es escribir una obra de misterio, o más bien misteriosa. Uno de esos libros que si algún yonimentero no concluye su lectura, siempre se planteará qué habría pasado de haberla finalizado. Quizás su vida —al igual que mi cuerpo después de conocerte, Lola— no habría sido la misma.
Puede que lleves un tiempo leyendo este blog —tu decisión más acertada desde que yo decidí dejar de usar peluquín—, entonces ya sabes que BAUT no es mi única creación onanista. Disfruté como un nino fabulando mi estancia en La isla de Kong. Tardé en comprender que donde yo veía escapismo, la mayoría de los lectores encontrabais un ejemplo de culteranismo. De gongoriano ya tengo bastante con mi condición de Polifemo, así que decidí frenar la publicación del relato y ahora ya hace tiempo que ni lo sigo escribiendo. Una pena. Eso sí, en acabando esto y aquello, voy a releer el capítulo en el que mientras le intento quitar las botas a Barbarella, aparecen los villanos de Duran Duran cantando el Wild Boys. No me preguntéis cómo, pero el pasaje acaba con mi cuerpecillo atado a un aspa rotatoria mientras intento invocar la ayuda de Los niños perdidos. Tremendo el delirio ninero que alcancé en esas aventuras isleñas.

Bueno, estás avisada: bajo el epígrafe Proyecto X, no encontrarás ningún plan de dominación mundial si no mis planes con dominatrices mundanas. Ah, te aviso de que el relato comienza con un asesinato. Pero no se lo digas a nadie, pues Nadie es el nombre de Ulises tras dejar ciego al cíclope. Y Polifemo es el príncipe de los cíclopes. Total que al final me lo habrías dicho a mí. Y ya sabes que prefiero que me susurres lo que no sé, y no lo que adivino, como que hoy es jueves, uno de los 7 días de la semana en que no te apetece verme.
Venga, a ronronear y para la cama. Que yo protejo tu sueño.
©Nino Ortea, el llenafolios que se cree escritor. Gijón, 23-IV-10

miércoles, 21 de abril de 2010

VyE: Pop!: Night Fever - Bee Gees


Venga, hagamos de este miércoles un sábado.
Tú te calzas los zapatos rojos y yo le echo laca al bisoñé.
Quizás tenga fiebre, pero de ti, no de sábado. Junto a ti cualquier día es Saturday.
Y si Saturno se niega a salir, lo mandamos al averno del viernes.
¿Bailamos?


VyE: Pop!: Night Fever - Bee Gees

martes, 20 de abril de 2010

Benjamín, nueva novela de Federico Axat



Este viernes 23 de Abril, podremos descubrir la cuarta novela de Federico Axat.

Hasta entonces, aquí os dejo un enlace con un video promocional de Benjamín.

Toda la suerte del Mundo, Federico.



Nino Ortea

Benjamín, nueva novela de Federico Axat



Este viernes 23 de Abril, podremos descubrir la cuarta novela de Federico Axat.

Hasta entonces, aquí os dejo un enlace con un video promocional de Benjamín.

Toda la suerte del Mundo, Federico.



Nino Ortea

lunes, 19 de abril de 2010

Amazing Ordinary Things, side B



El pasado viernes pretendía contaros una serie de cosas que me ocurrieron el jueves. Hoy es lunes, a ver si alunizo de una vez.

Un amigo degustador de música “alternativa” y odiador de ir sólo a los sitios —bueno, al baño sí que va— me propuso acompañarlo al concierto de Anne McCue. De hecho, se ofreció a pasar a buscarme en coche y de paso a invitarme a un algo. Lo que hacemos por no estar solos. Yo me tengo despertado junto a cada elementa radioactiva…

Desconocía a la intérprete. Pero allí estaba esperándonos. Sola sobre el escenario y enlutada para la ocasión —ya sabéis que el negro es el color de los valientes, según Chuck Norris, y los alternativos deben de ser todos muy valientes—. Salvo por alguna versión de Hendrix o The Police, su música me resultó tan desconocida como mi sentido del ridículo. Perdida entre el Folk y el Country, oía lamentarse a aquella chica cuya delgadez, palidez y candidez casi me animan a subirme al escenario a invitarla a algo caliente y a que me hablara sobre ese hombre del que tanto se lamentaba.

Si los pupas del mundo no nos ayudamos, ¿quién nos va a ayudar?

Me quedé en mi sitio, pues ya no tengo edad para ir haciendo el Tarzán y rescatar a Janes de los peligros de la jungla de asfalto. Además, siempre se acaban encamando con los porteadores que se caen de los desfiladeros.

El concierto fue llevadero. Como lo son esas conversaciones sobre fútbol que mantengo en los bares mientras espero por mis citas. Ya sabéis que lo bueno se hace esperar, y las buenas de rogar. El caso es que el inglés encriptado de la cantante me dificultaba seguirla en su narración, por lo que perdí ocasionalmente la mirada entre el público para repartir saludos aleatorios. No te des por aludida si asististe al concierto, pero la verdad es que entre las presentes había poco material sugerente. Salvo por unos grupúsculos de connoceurs, de los que su indumentaria ya había vaticinado su futura entrega musical, el resto del público estaba más pendiente de hablar que de escuchar. Mi amigo, muy circunspecto él, es de esas personas que en un concierto se comportan como yo en un pincheo: “¡Si coges algo de mi plato, te corto la mano!”. Así que lo dejé tranquilo y pensé en irme.

Quizás a la artista le interesaba una audiencia más reducida —aquello estaba lleno, ya se sabe el atractivo de lo gratuito— pero más apasionada. Puede que a Anne McCue el ver la indiferencia mostrada en parte de los presentes la llevara a cuestionarse su inexistente falta de oficio —es muy buena en lo técnico— y no nuestra evidente falta de entrega. Estaba casi a punto de decirle “Oye, te espero fuera en el bar”, cuando me acordé de este blog.

Pensé que quizás a aquella cantante australiana de formación norteamericana, a la que el destino había convertido por unas horas en asturiana, agradecería el interés relativo de unos desconocidos. Al igual que yo, un asturiano apasionado por lo anglosajón y embelesado por las venusianas, agradezco cada lectura de mis textos, pese a saber que muchas son meras caricias del azar. Pues en esta época de ofertas culturales en exceso, el que alguien pose sus ojos en ti, no te debe hacer sentir observado si no apreciado.

Me acordé de una conversación que había mantenido esa mañana con mi amigo Carlos Ansotegui, y en la que los dos coincidíamos en admitir nuestra debilidad por los artistas que buscan transmitir sus emociones; y no los que intentan exhibir su virtuosismo o apabullarte con sus conocimientos. Vamos, que sin negarle ni un ápice de valía a Borges, a los dos nos gusta más Baroja.

Acabado el concierto, Pablo y yo disfrutamos de unas cervezas. Él me habló de una serie de grupos que creía que debería escuchar, y yo le enumeré una lista de mujeres de las que debería escapar. Ahora tengo frente a mí la servilleta con los nombres, y voy a ver qué descubro sobre ellos.

Quizás lo fortuito en el Arte, ese descubrir sus obras por casualidad, sea uno de los elementos más sorprendentes en lo cotidiano.

De momento, voy a oír música de Anne McCue, y más tarde empezaré a leer la novela Santa Evita.

Gracias, Pablo y Carlos, y en vuestro nombre a todos los que venís y enloquecéis.

© Nino Ortea. El hombre que escuchó a una rubia. Gijón, 19-1I-10

Amazing Ordinary Things, side B



El pasado viernes pretendía contaros una serie de cosas que me ocurrieron el jueves. Hoy es lunes, a ver si alunizo de una vez.

Un amigo degustador de música “alternativa” y odiador de ir sólo a los sitios —bueno, al baño sí que va— me propuso acompañarlo al concierto de Anne McCue. De hecho, se ofreció a pasar a buscarme en coche y de paso a invitarme a un algo. Lo que hacemos por no estar solos. Yo me tengo despertado junto a cada elementa radioactiva…

Desconocía a la intérprete. Pero allí estaba esperándonos. Sola sobre el escenario y enlutada para la ocasión —ya sabéis que el negro es el color de los valientes, según Chuck Norris, y los alternativos deben de ser todos muy valientes—. Salvo por alguna versión de Hendrix o The Police, su música me resultó tan desconocida como mi sentido del ridículo. Perdida entre el Folk y el Country, oía lamentarse a aquella chica cuya delgadez, palidez y candidez casi me animan a subirme al escenario a invitarla a algo caliente y a que me hablara sobre ese hombre del que tanto se lamentaba.

Si los pupas del mundo no nos ayudamos, ¿quién nos va a ayudar?

Me quedé en mi sitio, pues ya no tengo edad para ir haciendo el Tarzán y rescatar a Janes de los peligros de la jungla de asfalto. Además, siempre se acaban encamando con los porteadores que se caen de los desfiladeros.

El concierto fue llevadero. Como lo son esas conversaciones sobre fútbol que mantengo en los bares mientras espero por mis citas. Ya sabéis que lo bueno se hace esperar, y las buenas de rogar. El caso es que el inglés encriptado de la cantante me dificultaba seguirla en su narración, por lo que perdí ocasionalmente la mirada entre el público para repartir saludos aleatorios. No te des por aludida si asististe al concierto, pero la verdad es que entre las presentes había poco material sugerente. Salvo por unos grupúsculos de connoceurs, de los que su indumentaria ya había vaticinado su futura entrega musical, el resto del público estaba más pendiente de hablar que de escuchar. Mi amigo, muy circunspecto él, es de esas personas que en un concierto se comportan como yo en un pincheo: “¡Si coges algo de mi plato, te corto la mano!”. Así que lo dejé tranquilo y pensé en irme.

Quizás a la artista le interesaba una audiencia más reducida —aquello estaba lleno, ya se sabe el atractivo de lo gratuito— pero más apasionada. Puede que a Anne McCue el ver la indiferencia mostrada en parte de los presentes la llevara a cuestionarse su inexistente falta de oficio —es muy buena en lo técnico— y no nuestra evidente falta de entrega. Estaba casi a punto de decirle “Oye, te espero fuera en el bar”, cuando me acordé de este blog.

Pensé que quizás a aquella cantante australiana de formación norteamericana, a la que el destino había convertido por unas horas en asturiana, agradecería el interés relativo de unos desconocidos. Al igual que yo, un asturiano apasionado por lo anglosajón y embelesado por las venusianas, agradezco cada lectura de mis textos, pese a saber que muchas son meras caricias del azar. Pues en esta época de ofertas culturales en exceso, el que alguien pose sus ojos en ti, no te debe hacer sentir observado si no apreciado.

Me acordé de una conversación que había mantenido esa mañana con mi amigo Carlos Ansotegui, y en la que los dos coincidíamos en admitir nuestra debilidad por los artistas que buscan transmitir sus emociones; y no los que intentan exhibir su virtuosismo o apabullarte con sus conocimientos. Vamos, que sin negarle ni un ápice de valía a Borges, a los dos nos gusta más Baroja.

Acabado el concierto, Pablo y yo disfrutamos de unas cervezas. Él me habló de una serie de grupos que creía que debería escuchar, y yo le enumeré una lista de mujeres de las que debería escapar. Ahora tengo frente a mí la servilleta con los nombres, y voy a ver qué descubro sobre ellos.

Quizás lo fortuito en el Arte, ese descubrir sus obras por casualidad, sea uno de los elementos más sorprendentes en lo cotidiano.

De momento, voy a oír música de Anne McCue, y más tarde empezaré a leer la novela Santa Evita.

Gracias, Pablo y Carlos, y en vuestro nombre a todos los que venís y enloquecéis.

© Nino Ortea. El hombre que escuchó a una rubia. Gijón, 19-1I-10

viernes, 16 de abril de 2010

Amazing Ordinary Things



¿Debe ser el Arte algo gratuito?

Encuentro difícil la respuesta a este planteamiento, más allá de remitirme a la voluntad de cada creador. Lo que sí tengo claro es que el Arte NUNCA debe ser algo barato.

Internet —ese laberinto en el que cada vez me siento más Dédalo— nos ha acostumbrado a la ganga perenne en su sección de contenidos culturales. Curiosamente, las empresas que posibilitan dicha gratuidad, llamémoslas Google o Telefónica, son cada vez más poderosas y expanden su ámbito de operaciones fuera de su mercado original. No es que me quiera poner en plan Gandalf en El señor de los anillos, y las vea como jinetes espectrales que amenazan nuestra apacible comarca al servicio de un Mordor maligno. Pero está claro que ambas ambicionan su tesoro: unas se hacen de oro negociando con nuestros datos confidenciales, y otras posibilitando el que no respetemos los derechos de autor. ¿Para qué quiere Google convertirse en un Big Brother que haría palidecer al temido por George Orwell? ¿De qué sirve el que la Fundación Telefónica apoye muestras culturales, si nos vende la necesidad de tener 20 megas de descarga? Para descargarnos qué, ¿el B.O.E. en pdf? ¿El último catálogo de Alcampo?



Adicción y dependencia. Eso es lo que buscan. Nos convierten en acumuladores de teras y en pusilánimes frente al Poder. ¿Exagero? Piensa en cómo de repente Internet ha tomado fuerza en tu vida. Pese a mi autarquía económica, en más de una ocasión me he planteado dejar de bucanear el acceso a La Red y gastarme 30 euros que no me sobran para así poder jugar a Farm Ville, leer los correos de mi amigo Enlarge Your Pennis o descargarme toda la discografía de Los Pecos.



Aunque claro está, también me ha dado la oportunidad de abrir este blog, escribirme con David o Lucía y enredarme en lecturas sorprendentes…



Como os decía, no tengo claro si el Arte debe ser gratuito. ¿Por qué el Arte y no el pan, el cariño o el dentista? ¿Qué es lo que lleva a las Instituciones a ser pródigas con lo Cultural y sórdidas en lo Social?

Yo no quiero ver partidos de fútbol en alta definición ¿gratis? en televisiones públicas, ni que mi ayuntamiento me regale cuidadas publicaciones de autobombo. Yo no quiero que la entrada a algunos museos sea gratuita, ni una red de bibliotecas que compite en préstamos con videoclubs. Yo lo que quiero son servicios públicos gratuitos y eficaces, suministrados por servidores públicos no por serviles ante el Poder que, tras ser admitidos en la casta de los elegidos, se desentienden de sus conciudadanos. Yo lo que quiero es un estado del bienestar universal, y no que la gente se muera con dolores por falta de fondos estatales, mientras se derrocha el dinero en comprar los derechos televisivos de competiciones en las que siempre juegan los extraños y ganan los otros. Yo quiero una Cultura libre de mogules cazurros que, a la vez que se enriquecen con lo público y gratuito, impiden resonar a voces discordantes.

Yo lo que quiero, Lola, es que tú me quieras, pero hace tiempo que sé que es imposible. Y es que, ante el Arte me pasa lo mismo que tras de ti, no puedo evitar preguntaros lo mismo que cantaron Fito y Los Fitipaldis: ¿Para qué quererte tanto, si después te vas?



Tú, el Arte y mis ideas, juntos os vais y me dejáis, como ahora, vacío.

Mi intención al ponerme frente al teclado, era hablaros del concierto de la cantautora Anne McCue al cual asistí ayer. Pero está visto que la Inspiración, al igual que el Dios de los creyentes, escribe sobre renglones torcidos.

Mañana más. Ahora estoy cansado de Internet. Pero sé que por mucho que la maldiga, al igual que me ocurre contigo, siempre acabo volviendo.

Ahora, el que os deja soy yo. Me voy.

Nino

Amazing Ordinary Things



¿Debe ser el Arte algo gratuito?

Encuentro difícil la respuesta a este planteamiento, más allá de remitirme a la voluntad de cada creador. Lo que sí tengo claro es que el Arte NUNCA debe ser algo barato.

Internet —ese laberinto en el que cada vez me siento más Dédalo— nos ha acostumbrado a la ganga perenne en su sección de contenidos culturales. Curiosamente, las empresas que posibilitan dicha gratuidad, llamémoslas Google o Telefónica, son cada vez más poderosas y expanden su ámbito de operaciones fuera de su mercado original. No es que me quiera poner en plan Gandalf en El señor de los anillos, y las vea como jinetes espectrales que amenazan nuestra apacible comarca al servicio de un Mordor maligno. Pero está claro que ambas ambicionan su tesoro: unas se hacen de oro negociando con nuestros datos confidenciales, y otras posibilitando el que no respetemos los derechos de autor. ¿Para qué quiere Google convertirse en un Big Brother que haría palidecer al temido por George Orwell? ¿De qué sirve el que la Fundación Telefónica apoye muestras culturales, si nos vende la necesidad de tener 20 megas de descarga? Para descargarnos qué, ¿el B.O.E. en pdf? ¿El último catálogo de Alcampo?



Adicción y dependencia. Eso es lo que buscan. Nos convierten en acumuladores de teras y en pusilánimes frente al Poder. ¿Exagero? Piensa en cómo de repente Internet ha tomado fuerza en tu vida. Pese a mi autarquía económica, en más de una ocasión me he planteado dejar de bucanear el acceso a La Red y gastarme 30 euros que no me sobran para así poder jugar a Farm Ville, leer los correos de mi amigo Enlarge Your Pennis o descargarme toda la discografía de Los Pecos.



Aunque claro está, también me ha dado la oportunidad de abrir este blog, escribirme con David o Lucía y enredarme en lecturas sorprendentes…



Como os decía, no tengo claro si el Arte debe ser gratuito. ¿Por qué el Arte y no el pan, el cariño o el dentista? ¿Qué es lo que lleva a las Instituciones a ser pródigas con lo Cultural y sórdidas en lo Social?

Yo no quiero ver partidos de fútbol en alta definición ¿gratis? en televisiones públicas, ni que mi ayuntamiento me regale cuidadas publicaciones de autobombo. Yo no quiero que la entrada a algunos museos sea gratuita, ni una red de bibliotecas que compite en préstamos con videoclubs. Yo lo que quiero son servicios públicos gratuitos y eficaces, suministrados por servidores públicos no por serviles ante el Poder que, tras ser admitidos en la casta de los elegidos, se desentienden de sus conciudadanos. Yo lo que quiero es un estado del bienestar universal, y no que la gente se muera con dolores por falta de fondos estatales, mientras se derrocha el dinero en comprar los derechos televisivos de competiciones en las que siempre juegan los extraños y ganan los otros. Yo quiero una Cultura libre de mogules cazurros que, a la vez que se enriquecen con lo público y gratuito, impiden resonar a voces discordantes.

Yo lo que quiero, Lola, es que tú me quieras, pero hace tiempo que sé que es imposible. Y es que, ante el Arte me pasa lo mismo que tras de ti, no puedo evitar preguntaros lo mismo que cantaron Fito y Los Fitipaldis: ¿Para qué quererte tanto, si después te vas?



Tú, el Arte y mis ideas, juntos os vais y me dejáis, como ahora, vacío.

Mi intención al ponerme frente al teclado, era hablaros del concierto de la cantautora Anne McCue al cual asistí ayer. Pero está visto que la Inspiración, al igual que el Dios de los creyentes, escribe sobre renglones torcidos.

Mañana más. Ahora estoy cansado de Internet. Pero sé que por mucho que la maldiga, al igual que me ocurre contigo, siempre acabo volviendo.

Ahora, el que os deja soy yo. Me voy.

Nino

VyE: Pop!: Murder on the Dance Floor - Sophie Ellis Bextor

Segundo videoclip de la selección, ¡Bailad, bailad, malditos!
Y es que ¿Acaso no disparan a los caballos?


VyE: Pop!: Murder on the Dance Floor - Sophie Ellis Bextor

VyE: Flash!: Salvemos la playa de Salinas (Asturias)

VyE: Flash!: Salvemos la playa de Salinas (Asturias)

jueves, 15 de abril de 2010

Eddie Campbell y la inmortalidad

Baco. La inmortalidad no es para siempre.

Eddie Campbell. La Factoría de Ideas.



La publicación en España del primer recopilatorio de Baco –recogido dentro de la colección Biblioteca Factoría en su número 16– coincidió con el anuncio por parte de su autor —hablamos de diciembre de 2001— de concluir la revista Eddie Campbell´s Bacchus, con lo que una idea tan presente en la obra de Campbell como es la de la estrecha relación entre la vida y la muerte, se materializó en sus plasmaciones editoriales. Conviene recordar que el dios se había despedido de sus acólitos en una aventura publicada en el número 50 de la citada publicación antológica; y es que ni siquiera las deidades de la historieta son indemnes al paso del tiempo, como bien reza en el título de este primer volumen de los diez que recogen las andanzas del dios de la juerga entre los mortales.

El origen del personaje se remonta a 1986, apareciendo por primera vez sus historias bajo el título de Deadface en la revista homónima publicada por Harrier Cómics. Una de las características de Campbell es su constante retomar trabajos finalizados a los que añade detalles —como en el primer pasaje de From Hell, recogido en su versión remozada en la reciente edición de Planeta— o en los que incluye nuevos dibujos. La inmortalidad no... se abre con una ilustración remozada realizada en 1995. Esta sistemática puesta al día de su obra, provoca el que en una misma página podamos encontrar acabados diferentes de un mismo personaje, o distintas resoluciones técnicas para una situación frecuentada.

Uno de los aspectos que más sorprenderá al lector que se acerque a la serie estimulado por el trabajo de Campbell en From Hell, será la diferencia gráfica entre ambas obras. Aquí el soberbio uso del rayado y la minuciosa reproducción de ambientes, presentes en la obra sobre Jack el destripador, dejan paso a un vitalista uso de la línea y a una jovial creación de atmósferas. Eso sí, en ambas obras sobresale el soberbio entintado que convierte al trabajo de su autor en uno de los mejores exponentes del uso de las luces y las sombras en el medio. Destacando la calidad con que se ha reproducido la obra, sumamente fiel al original tanto a nivel de ilustraciones como de rotulación. La implicación de Campbell en el proyecto queda patente en su decisión de elaborar portadas exclusivas para su edición española.

En La inmortalidad no... asistimos a la presentación del elenco de personajes habituales en la colección, los cuales en un futuro llegarán a robarle protagonismo al titular de la serie –Hermes Versus the Eye Ball Kid–. Un Baco lacio por el exceso de mujeres, vino y canciones a lo largo de sus más de 4.000 años, busca enfrentarse a Teseo –convertido en jefe del hampa– en venganza de la traición que éste infringió a Ariadna. En el camino de ambos se cruzará Ojos Bill, quien impulsado por su deseo de vengar la muerte de su abuelo –Argos el de los 100 ojos– se ha cargado a la mayoría de las deidades olímpicas y vaga por La Tierra utilizando alocadamente los poderes de Zeus.

Amor, rencor, venganza, hedonismo... son los puntos cardinales que marcan el desarrollo de una obra que nos brinda la oportunidad de asistir al desarrollo y posterior madurez creativa de un autor cuya genialidad no ha hecho más que dar sus primeros frutos.

La inmortalidad no es para siempre, pero obras como Baco garantizan a su creador su presencia eterna en el Olimpo de la Historieta.

Allá cuando el ánimo era joven, Manuel Barrero tuvo a bien pedirme que escribiera una reseña sobre esta publicación para TEBEOSFERA. Quizás os apetezca echarle un vistazo.

http://www.tebeosfera.com/1/Obra/Tebeo/Factoria/Baco.htm

© Nino (su nombre rima con vino) Ortea. Gijón 15/IV/10

Eddie Campbell y la inmortalidad

Baco. La inmortalidad no es para siempre.

Eddie Campbell. La Factoría de Ideas.



La publicación en España del primer recopilatorio de Baco –recogido dentro de la colección Biblioteca Factoría en su número 16– coincidió con el anuncio por parte de su autor —hablamos de diciembre de 2001— de concluir la revista Eddie Campbell´s Bacchus, con lo que una idea tan presente en la obra de Campbell como es la de la estrecha relación entre la vida y la muerte, se materializó en sus plasmaciones editoriales. Conviene recordar que el dios se había despedido de sus acólitos en una aventura publicada en el número 50 de la citada publicación antológica; y es que ni siquiera las deidades de la historieta son indemnes al paso del tiempo, como bien reza en el título de este primer volumen de los diez que recogen las andanzas del dios de la juerga entre los mortales.

El origen del personaje se remonta a 1986, apareciendo por primera vez sus historias bajo el título de Deadface en la revista homónima publicada por Harrier Cómics. Una de las características de Campbell es su constante retomar trabajos finalizados a los que añade detalles —como en el primer pasaje de From Hell, recogido en su versión remozada en la reciente edición de Planeta— o en los que incluye nuevos dibujos. La inmortalidad no... se abre con una ilustración remozada realizada en 1995. Esta sistemática puesta al día de su obra, provoca el que en una misma página podamos encontrar acabados diferentes de un mismo personaje, o distintas resoluciones técnicas para una situación frecuentada.

Uno de los aspectos que más sorprenderá al lector que se acerque a la serie estimulado por el trabajo de Campbell en From Hell, será la diferencia gráfica entre ambas obras. Aquí el soberbio uso del rayado y la minuciosa reproducción de ambientes, presentes en la obra sobre Jack el destripador, dejan paso a un vitalista uso de la línea y a una jovial creación de atmósferas. Eso sí, en ambas obras sobresale el soberbio entintado que convierte al trabajo de su autor en uno de los mejores exponentes del uso de las luces y las sombras en el medio. Destacando la calidad con que se ha reproducido la obra, sumamente fiel al original tanto a nivel de ilustraciones como de rotulación. La implicación de Campbell en el proyecto queda patente en su decisión de elaborar portadas exclusivas para su edición española.

En La inmortalidad no... asistimos a la presentación del elenco de personajes habituales en la colección, los cuales en un futuro llegarán a robarle protagonismo al titular de la serie –Hermes Versus the Eye Ball Kid–. Un Baco lacio por el exceso de mujeres, vino y canciones a lo largo de sus más de 4.000 años, busca enfrentarse a Teseo –convertido en jefe del hampa– en venganza de la traición que éste infringió a Ariadna. En el camino de ambos se cruzará Ojos Bill, quien impulsado por su deseo de vengar la muerte de su abuelo –Argos el de los 100 ojos– se ha cargado a la mayoría de las deidades olímpicas y vaga por La Tierra utilizando alocadamente los poderes de Zeus.

Amor, rencor, venganza, hedonismo... son los puntos cardinales que marcan el desarrollo de una obra que nos brinda la oportunidad de asistir al desarrollo y posterior madurez creativa de un autor cuya genialidad no ha hecho más que dar sus primeros frutos.

La inmortalidad no es para siempre, pero obras como Baco garantizan a su creador su presencia eterna en el Olimpo de la Historieta.

Allá cuando el ánimo era joven, Manuel Barrero tuvo a bien pedirme que escribiera una reseña sobre esta publicación para TEBEOSFERA. Quizás os apetezca echarle un vistazo.

http://www.tebeosfera.com/1/Obra/Tebeo/Factoria/Baco.htm

© Nino (su nombre rima con vino) Ortea. Gijón 15/IV/10

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