Marisol cantando a Serrat. ¡Rayos y truenos!
Sigrid
y El capitán Trueno se conocieron cuando el cruzado abordó el drakkar del padre
de la brunilda, acusándolos de ser la
escoria de los mares. Tras haber impuesto su voluntad a sangre y fuego, el
integrista católico comenzó a inmolar con su propia mano a la tripulación
vikinga, acusándolos de ser unos pérfidos adoradores de Belcebú por eso de
llevar cascos con cuernos.
A
fin de salvar a Sigrid de la ira del cristiano, su padre putativo le reveló al marino
español un secreto: que ella era la hija raptada de unos devotos reyes
católicos. Trueno, luego de destripar con la velocidad de un rayo al vikingo –por
ser el vil secuestrador de una cristiana–, le regaló a Sigrid un crucifijo a la
par que se arrodillaba soltándole una letanía de la que ella nada entendía. Dio
por sentado que al acabar la mataría de un sablazo; pero no, el muy cabrón
había preferido matarla de aburrimiento.
En los tres años largos que habían pasado desde su breve encuentro, no le ha tocado ni un pelo –tanto del moño como del coño–. Cuando están juntos, su ¿novio? se pasa el tiempo hablándole del ladino de Saladino, evocando a un tal Ricardo que reina en su corazón de león e invocando a un tal Santiago que cierra España. Y al llegar la hora de dormir, a ella la deja sola y él se va con sus dos “amiguitos”: el efebo Crispín y el musculoso Goliath. Sigrid ha oído eso de que “la picha española nunca mea sola”, está segura de que las de esos tres lo hacen todo acompañadas.
Han sido muchas las veces en las que ha estado tentada de soltarle un rapapolvo a Trueno, por negarse él a echarle un polvo. Pero siempre contiene su ira. ¡Obligaciones de ser reina! El Capitán es un guerrero temido en todo mar conocido, uno de esos machitos que llega con su espada donde no alcanza con su verga. Y a ella le interesa tener el temor de tanto cobarde que evita atacar Thule por miedo a cruzarse con el cruzado.
Aunque, bueno, mientras ve al oficial de su guardia desnudarse, Sigrid reconoce que también tiene sus ventajas el poder imponer tu real gana a tanto súbdito sumiso. A éste lo va a dejar seco.
Niŋo
Ortea. Gijón. 2019-2022.