La sociedad lleva siglos inculcándonos en el intelecto
la excelencia del artificio. La deformación educativa busca formar alumnos que
repitan sin cuestionarlas las doctrinas que les son inculcadas. Las
instituciones buscan moldear adultos que vivan las vidas ajustadas marcadas por
las estadísticas institucionales. El Sistema busca que, a cualquier edad,
nuestra vida transcurra linealmente según un plan perfecto trazado por los
poderes que son.
Pero con la perfección ocurre como con la alegría: de
ser omnipresente perdería el sentido.
Ni a ti ni a mí nos apetece vivir en el mundo feliz
novelado por Aldous Huxley –donde la
felicidad sólo se alcanza al cruzar las puertas de la perfección– ¿verdad,
Leyente?
¡Oh,
maravilla!
¡Cuántas
criaturas buenas hay aquí!
¡Qué hermosa
es la Humanidad! ¡Oh, mundo feliz,
que alberga a
estas personas!
William
Shakespeare: «La tempestad», acto V.
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