Parece mentira lo mucho que se puede tardar en recorrer la corta distancia que nos aleja de ser como no queremos ser.
Supongo que los comportamientos viciados parecen siempre los mejores atajos, de ahí que recurramos a conductas devenidas en tics de nuestra soberbia. No nos damos cuenta de que esos atajos son, en realidad, las paredes del laberinto que nos lleva al corazón de las tinieblas de nuestro personaje; y nos aleja del latir acompasado de nuestra persona.
