Al igual que hay personas a las que les gusta el café descafeinado o la fabada enlatada, soy de los que prefieren la realidad ficcionada.
La semana pasada, en dos conversaciones diferentes, coincidí con mis interlocutores en cómo el enfoque informativo nos está alejando de la realidad noticiada. Pasando de la segunda persona a la primera, no entiendo el tremendismo que rezuman la mayoría de los espacios de noticias. Las cosas son como son y no quiero vivir en el engaño. Por lo que sé que éstos son tiempos difíciles; pero no quiero que sean de desesperanza.
Al igual que no veo arte en un lienzo en blanco o en un fundido en negro, no acepto el enfoque con orejeras de la información –ni su híbrido maniqueo que la mezcla con el editorialismo– pues no refleja la vida que me rodea.
Sin dudar de la sinceridad de la voluntad denunciante de periodistas y reporteros, me altera el ruido y la furia con que reflejan una realidad que quizá no distorsionan… pero sí que editan. Puede que viva en otro mundo; pero no entiendo que cada jornada del juicio a un presunto infanticida en Andalucía, sea uno de los titulares de apertura en un telenoticiero asturiano. O que la información sobre una catástrofe se centre en el lamento de los familiares de los fallecidos; y no en la alegría de los supervivientes. No entiendo la necesidad de esta congoja que hace que veamos los telediarios no con angustia, sino con el corazón en un puño.
¿Acaso están reeducando a una población sufridora para que sea también indolente ante el sufrimiento ajeno con tanta sobreexposición al horror? ¿Puede que quieran que nos consolemos con estar desnudos al ver que a otros los están desollando? ¿o será que es muy humana la inhumanidad de alegrarnos con el dolor ajeno?
Al igual que acepto que a los humanos nos gusta sufrir –de hecho pagamos por ir al dentista–, rechazo que a los humildes nos alegren, las miserias de otros. Prefiero pensar que esta visceralización informativa es una moda pasajera, como lo fue mandar mensajes en una botella o lo es escribir en un blog.
Uno pone las noticias y se descompone. Lo que no va mal, va peor. Incluso la información metereológica nos habla de la ilógica de una primavera invernal y de un verano otoñal. ¿Cómo es que en estos tiempos ya de por sí sombríos, los informantes nos ensombrecen el ánimo con tanto contenido de desanimo? ¿Dónde están las noticias sobre madres que proporcionan a sus hijos el bienestar que hace que se aferren a la vida? ¿Quién nos habla de la satisfacción de un padre por poder hacer de su pensión el albergue de sus hijos? ¿Acaso los descubrimientos de la Ciencia ya no sirven para maravillarnos, sino para preocuparnos?
Desde hace unos días, disfruto viendo Expediente X a la hora en que me atragantaba con las noticias. Serie que en mis tiempos de opulencia económica desprecié, al dudar de su valía dada su popularidad. Ahora estoy manejando mi soberbia, ojalá también pudiera reconducir otros errores. De momento, me disculpo ante Mulder y Scully. Ya llegará el momento para disculparme ante otros.
Al igual que sé que la verdad está aquí fuera de los medios, en cada uno de nosotros. También sé que esa verdad tiene poco que ver con la realidad que nos cuentan.
Nino Ortea.