Estas
últimas semanas he visto dos series televisivas a las que os sugiero que deis
una oportunidad en cuanto tengáis ocasión, eso sí me gustaría indicar que son
series para un público adulto.
La
primera de ellas es la segunda temporada de la producción británica The
Fall. En sus seis episodios veremos ¿la conclusión? de la trama
presentada en el ciclo anterior (estrenado en España bajo el título de La
caza), cuyo final me había dejado presa del anhelo.
La
historia está ambientada en el Belfast actual, ciudad aún carcomida por la
brutalidad terrorista –que a día de hoy yace soterrada como armisticio político
en una sociedad todavía en guerra– que desoló Irlanda del Norte. Aquí es
enviada, desde la Policía Metropolitana de Londres, una superintendente cuyo
cometido es detener a un depredador sexual que convierte en maniquíes grotescos
a mujeres hermosas.
La
interpretación de Gillian Anderson es embrujante. No fui seguidor de Expediente
X, ni recuerdo ninguno de sus papeles fílmicas. Pero su actuación
escabrosa en la miniserie ditirámbica The Crimson Petal and the White
despertó mi curiosidad hacia ella. Curiosidad que se ha convertido en
admiración por su actuación sinuosa en la teleserie norteamericana Hannibal,
cuya tercera temporada espero con hambre.
Jamie Dornan, al
que pronto veremos como protagonista de la adaptación cinematográfica de la
novela Cincuenta sombras Grey, borda su inhibida interpretación del
psicópata: contenido y totalmente alejado del exceso histriónico, el actor
borda una interpretación basada en el cebo de su expresividad física y en el
anzuelo de su tono de voz –aspecto que me temo que se diluirá, como lágrima en
la lluvia, en la versión doblada–.
Para
mi próximo posteo dejo la somera reflexión sobre la segunda serie en cuestión. No sin antes recordarte que, si aún
no me has comprado un regalo, tu sonrisa sin prisa es el mejor presente para
olvidar mi pasado.