De siempre he sido señalado como inadaptado con el dedo de los gregarios, al igual que he sido demenciado por los cabales que me prejuzgan como una persona rebelde y distante, como un altivo y un cínico.
muchos, que no sé si son el Infierno, pero sí sé que son Legión me desprotican como alguien de quien no te puedes fiar, pues no hace lo que se le ordena/aconseja, sino que lo que quiere.
He sido considerado por los acomodaticios y las descorazonadas como un antojadizo –por saborear el momento–, como un loco –por alejarme de la ordinariez real–, como un mujeriego –dada mi debilidad ante la belleza–, un homosexual –dada mi repulsión ante lo vulgar–. Y podría escribir muchos adjetivos despectivos que legionarios endemionados usan para descalificarme, quizá el que más me reconcome sea el de “RARO”. ¡Yo no soy raro, soy diferente!
Desde
niño, personas de prestigio y personajes con autoridad han aconsejado mi encierro en
internados, cuarteles y pabellones; para mi suerte, siempre ha habido personas
que han confiado en mí y han impedido que claudicara ante lo que se me mostraba
como cordura pero que era en realidad una despersonificación masificada.
No
es bueno estar sólo y es devastador para el ánimo el escuchar que “si estás
solo es porque quieres”. Hay momentos en los que me siento como el último
humano ante una nueva “invasión de
los ultracuerpos”, momentos durante los que me pregunto si, dado que rechazo la
cordura de despersonalizarme en lo que se espera de mis datos estadísticos,
quizá lo mejor que puedo hacer es dejarme de vainas y abandonar mi “ninismo”.
Hay personas
que me aprecian y no lo ocultan, hay iguales en nuestras diferencias que me
dedican palabras de afecto y que me agasajan con muestras de aprecio. Si mi vejez
es una búsqueda del olvido de los agravios sufridos, también es un eco de los
agasajos recibidos.
Gracias
sinceras a todos, a los presentes y a los ausentes, por acercaros a este blog a
regalarme vuestro aprecio.
Gracias
de corazón por haberme tenido presente en vuestro ánimo.
Nino.