Es curioso que mi vida tenga de trabajosa lo que le falta de laboral.
Quizá esto se deba a que soy hombre al que vincula la palabra dada y no un contrato firmado. Pasado el tiempo, ocasionalmente me arrepiento de haberme fiado de perjuros que me habían asegurado la legalidad de nuestro acuerdo; pero en lo social no hay ninguna seguridad si uno se pasa la vida desconfiando. Antes crédulo que amargado.
