Ahora que vivimos tiempos difíciles, fijémonos en tiempos recientes en los que hemos asistido a coronaciones de gentiles –encumbradas por el gentío–, a quienes no ha sido su sangre azul –sino la tinta rosa– la que las ha convertido en princesas de bocas de fresas.
Para otro momento dejo mi reflexión sobre esa fuerza de la naturaleza mutada en “La princesa del pueblo” merced a saber aprovechar un ratito de gloria torera. Su constante desvelar sus desvelos hacen de ella la nueva “María Magdalena” de estos entretiempos preocupantes.
Ahora, me centraré –llevado por el partidismo popular por el azul– en “La princesa del cuento”. Y lo de “cuento” no es porque viva de él, no, ella es tan trabajadora como el que más de su familia política. Viene a cuento de que así fue como definió el cineasta Woody Allen a la capital del principado que le da a ella título y boato.
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