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lunes, 9 de enero de 2012

Lo prioritario

Hechos, eso es lo que quiero. No enseñéis a estos muchachos otra cosa que no sean hechos. Los hechos son lo único imprescindible en la vida.
(Traducción libre del inicio de la novela “Hard Times”, escrita por Charles Dickens)


Vivimos tiempos difíciles. En cierto modo, sería fácil encontrar a quien echar la culpa de ello. Los políticos, los banqueros, los inmigrantes o incluso el cantante Miguel Ríos figuran entre los más nombrados, a lo largo del año 2011, por quienes nos hemos quedado desdentados tras rucar piñones del desempleo cubiertos por la hiel del desencanto. 


Vivimos tiempos de autoengaño. En los que nos conformamos diciéndonos, en voz alta, que este invierno con clima de otoño no está tan mal. Se nos olvida que lo que nos gusta es la primavera. Al igual que se nos olvida nuestra parte de culpa en el derrumbe del castillo de naipes sobre el que habíamos construido nuestra sociedad. Preferimos culpar del cataclismo a los políticos, los banqueros, los inmigrantes o incluso a Miguel Ríos, el cantante.


Vivimos tiempos difíciles; pero no los convirtamos en tiempos de desesperanza. Confiemos en que, al final, la justicia social prevalecerá. Escribo “justicia” y no “legalidad”, pues confiar en quimeras como que los pródigos con dinero público serán sometidos a proceso público, es tan iluso como mi porfiar en que, algún día, me será devuelto el dinero que pagué por una entrada de la decepcionante gira “Rock en el ruedo” del cantante de Miguel Ríos. ¡Con lo bien que me vendrían ahora esos 3 euros!
 
Saber que quedará viuda la culpa de esta crisis, no tiene que llevarnos a condenar a la “esperanza” a una soltería solitaria. Al contrario, mimémosla, cortejémosla, querámosla… 
Sólo así vendrán tiempos mejores, en los que dejaremos atrás los que fueron momentos para venir y enloquecer. Recuperaremos el ánimo con el que éramos capaces de afrontar las contrariedades. Como cuando veíamos en repetir un curso escolar, una oportunidad para volver a ir de viaje de estudios. O tras sufrir un rechazo afectivo, destacábamos la suerte de habernos librado de la compañía de quien no nos quería.

Aunque algunos continuarán viviendo del cuento, toca dejar de vivir en el número 7 de la Calle Melancolía y mudarnos al 13 de la Rué del Percebe. Eso sí, sin dejar que los superintendentes nos sigan pagando con “mortadelos” y exigiendo que lo hagan con moneda legal. 
 
Ha llegado el momento de empezar a escribir el principio del final de esos tiempos difíciles. Quizá pronto podamos decir sobre ellos:

Fue el peor de los tiempos, fue el mejor de los tiempos. (A Tale of Two Cities, por Charles Dickens)
Nino Ortea.

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