La fuga de Zänder
Un día, hace unas
tres semanas, Zänder oyó cómo dos
dragones vetustos hablaban -al poco de haberlo visto pasar- de lo mucho que el jovencito es recordaba a Gondra, el dragón más molón de su
generación. Como los dos dragoncetes ya eran abueletes hablaban entre sí en voz
muy alta, por lo que Zänder pudo
escuchar que el tal Gondra llevaba
81 años viviendo en la base derecha del arcoíris, en una colonia que había
fundado para acoger a seres especiales cuyas sociedades los asociaban con asociales
por estar disociados de los límites generales: marcianos azules en lugar de
rojos, duendes sin barba, hadas sin vocecita acaramelada…
Enninamiento sobre imagen tomada de Internet little-dragon-clipart-baby-dragon-20 |
Zänder
no
sabía dónde podía encontrarse esa colonia y estaba seguro de que ningún adulto se lo
diría. Pero, él necesitaba saber cómo aquel dragón diferente había llegado a
ser el referente para los abueletes. Así que, luego de haberlo pensado mucho y
haber rechazado siempre la idea de irse a buscar a Gondra; el notar de nuevo su sonrojo ante Sygrid
le dio arrojo para irse más allá del arcoíris.
Sin despedirse de
nadie, el muy locuelo levantó el vuelo. Sin otra intención que la de alejarse
de su aflicción. Para su sorpresa se fue alejando más y más de la tierra y pronto
dejó de oir las llamadas de sus amiguitos –y eso que los dragones tienen un
oido tan fino que escuchan hasta el más leve trino–. Cuanto más batía sus
alitas, menos abatido su sentía. Nunca antes había volado tan alto. Se sentía
tan contento, tan liviano, que olvidó el peso de su tristeza y sonrió, en voz
alta, con ese tono tan festejante que tienen los dragones cuando son felices
cual perdices.
Zänder pensó
en lo que le gustaría que lo pudieran ver sus papis y Sygrid. ¡Qué contentos se
pondrían al ver que finalmente había superado su vértigo y podía dar trombos
sin marearse y ascender sis austarse! Se planteó volver a Dragonlandia para
contárselo y emprender juntos el vuelo. Pero estaba seguro de que sus papas le
odenarían que pusiera sus patas en el suelo y dejase de hacerse el alegruelo:
aún era un fragoncito y lo único que tenía que ahcer era ir a la escuela, no
volar a toda suela. Y Sygrid… Sygrid… pensar en ella le hacía sentir
mariposas en el estómago, quizá ésa era la razón por la que ahora volaba ahora
tan alto: pensar en le daba alas a su ánimo.
Pero tenía que
centrarse en encontrar en Gondra:
ese dragón legendario podía ayudarlo a aceptarse a diario. Así que cruzó la
línea del horizonte, allí saludó a un volador rinoceronte que charlaba con un
alado bisonte. Ambos le dijeron que no conocían al tal Gondra, pero como ellos
también estan cansados de que los suyos los discriminaran por ser diferentes,
se ofrecieron a ayudarlo en su búsqueda de esa colnia acogedora situada en la
base derecha del arociris.
Y ésta es la historia
secreta de Zänder y de su fuga. No
se la cuentes a nadie hasta que cumplas 180 años. Pero, sobre todo, hasta
entonces: no margines a nadie por su condición diferente, amable leyente.
Pronto, muy pronto,
más noticias sobre Zänder, Gondra y Sygrid.
Se feliz. Sé tu
mismo. Sé fiel a tus raíces sin dejar que te enraícen. Vuela en sueños sin
dueño.
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