Donairoso
vicepresidente:
Sirva esta segunda misiva
como ratificación definitiva de mi postergada iniciativa de dimitir del laborar
y retomar el enamorar.
Tal y como le
notifiqué hace más de una semana yo era un hombre feliz en mi badana.
¡¡Pero
ahora estoy hasta el carajo de este trabajo!!
Ahora todo es caos y
desorden. La improvisación es la pauta laboral de mis noches. De los días,
mejor no hablar. Créame, señor intendente, mi alma en pena ha llegado al punto
de odiar esta faena.
Y pensar que toda
esta sequía de esperanza la ha desatado una bebida refrescante… ¡Maldita “Conga Mola”!
Desde que les dio por
renovar la fórmula de su brebaje, cada trago de su “chispa de la vida” se ha
convertido en un disparo letal. Nuestras calles se han llenado de muertos
hiperactivos… ¡Y así no hay quién trabaje! Por muy buen profesional que seas,
es imposible dar sepultura a alguien que no se está quieto. Si antes era un
enterrador laborioso, ahora soy un encofrador patoso: acabo siempre la jornada
laboral cubierto en cemento –lo cual debo admitir que me viene bien a la hora
de volver a casa, ya que los espasmódicos no perciben mi olor y me dejan en
paz–.
Imagen de autoría no acreditada. |
Y así fue…
Pero se les olvidó
añadir que primero te mata de un paro cardíaco súbito provocado por el exceso
de estimulantes que contiene. Pese a que lo inmediato de su efecto propició que
se asociara raudamente su consumo con una posibilidad elevada de muerte por
taquicardia, las autoridades públicas no han retirado el mejunje de la
circulación.
Me acuerdo de tu reciente primera parte, voy hacia ella, vuelvo a pasar por acá, para luego viajar hacia la siguiente y última parte....
ResponderEliminarDisculpa esta edición laberintica, Frodo.
Eliminar¡Estoy hecho un ninotauro!
Gracias por esta refrescante entrega.
ResponderEliminarSaludos, mon ami.
Gracias a ti, Clarisa, por tu efecto efervescente sobre mi escribir embotellado.
EliminarUn abrazo refrescante, compañera.