Mejor espera a ver cómo están las cosas, antes de hacer partícipe a su hermano de la mentira en la que Karloff había convertido su vida. Pero necesitaba contarle a alguien todo lo que está pasando. Necesita que alguien sepa que no se había dejado tentar por el dinero de Karloff, sino que se dejaba guiar por su amor de hija. Necesita que alguien le diga: “Tranquila, cariño, todo irá bien”. Necesita a Pilar.
Así que la telefonea y le pide que acuda a primera hora de la tarde a su casa, con la excusa de la ayude a preparar la merienda.
Ahora, su amiga está frente a ella. Pilar tiene sus cinco sentidos atentos. En un principio pensaba que iban a hablar de algún tema relacionado con Sara; pero la expresión ansiosa con la que Calinka la recibe hace que comprenda que algo la preocupa. Sabe que de ser un tema que afectara a la niña, la habría llamado antes, así que deduce que es algo que sólo atañe a su amiga. La pelirroja no se anda con rodeos. Tras invitar a Pilar a un café, le resume todo lo que ha descubierto en los últimos días sobre Karloff; y concluye con un relato de su enfrentamiento con él en la noche del sábado.
Durante todo este tiempo, Pilar muestra una expresión relajada y una mirada tranquilizadora. Salvo cuando escucha que es muy posible que Helena esté viva, entonces se funde en un abrazo con su amiga. Apenas interrumpe el relato de la oceanógrafa, pese a que son muchos los aspectos que le llaman la atención. Sabe que está allí para dar su opinión cuando le sea pedida, así que procura escuchar lo más atentamente que puede. No está allí para discutir sobre el uso del metelio o el egoísmo de Karloff, su amiga la necesita para algo más importante.
Calinka está cerca de acabar su relato:
–Así que el próximo lunes ya estaré en la factoría junto a mi madre. Sé que Karloff puede estar mintiéndome. Pero algo me dice que esa mujer que vi es mamá. Además, necesito saber si mi vida es mía o es obra del robasueños, al igual que mis pesadillas.