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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Capítulo XXI e

Luego se gira hacia Sara para disculparse por tener que alejarse de ella por un tiempo, por lo que todos sus planes conjuntos se retrasarán un poco. Eso sí, cuenta con que ella y David pasen todas las semanas por su casa a regar las plantas. Cuando lo hagan, será como si estuvieran los tres juntos.

–No te preocupes, Cal. Seguro que allí puedes ayudar a muchas personas, al igual que lo has hecho conmigo. No saben la suerte que tienen de que vayas en su socorro. David y yo nos ocuparemos de tus plantas. Además, parece que también a Duquesa la va a gustar venir por tu casa –dice la niña entre risas a la vez que señala hacia la terraza, donde la gata corretea acompañada por un felino de pelaje marrón y blanco. Todos rompen a reír, lo que aleja la tristeza ante la inesperada noticia de la marcha de la oceanógrafa.

 Pasado un rato, Calinka invita a Óscar y Ariadna a acompañarla a su habitación. Allí les explica que un ser maligno se había adueñado de los sueños de Sara. Pueden estar tranquilos, ya que no volverá a amenazar a su hija. Pero la verdadera razón para su viaje inesperado es asegurarse de que este ser nunca acosará a nadie más.

A su regreso de Tinshala podrá darles más información. Asegura a Óscar que está segura de que durante su ausencia, el pondrá en marcha la fundación. Su expresión se vuelve seria al recordarle que ya no es empleado de Karloff y que debe ignorar toda posible injerencia por parte del magnate. Confía en que tras su retorno, entenderán el porqué de su comportamiento.

 

Ya de noche, Calinka y Sara conversan en la terraza. De fondo, pueden oír a David, Óscar, Ariadna y Pilar cantando las canciones del karaoke. La muchacha saca, de un bolso de su falda, un paquete cuidadosamente envuelto en papel de regalo. Le pide a su amiga que lo abra con cuidado, es muy frágil. En la mañana del sábado, de la que daba un paseo con papá y Pilar por la orilla del mar, recogió unos trocitos de madera en la orilla. En casa, los colocó de manera que formaran un corazón, que pegó sobre un cartón. Cuando estuviera en El Congo, Calinka podía mirar ese corazón si alguna vez se sentía sola.

La luna parecía sonreír cuando las dos amigas se funden en un abrazo.


¿Continuará…?


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