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300
Frank Miller
Norma Editorial. Tomo apaisado en edición prestigio.
Un gran creador, una perfecta artista y 300 valientes.
Esto es lo que nos hallamos en esta excelente historia, destinada a cambiar el concepto que muchos teníamos de Miller como autor centrado en contarnos violentas historias urbanas.
Nos encontramos ante una soberbia recreación de acontecimientos ocurridos hace 2480 años. Estos hechos históricos y su lectura subyacente de ser consecuente con tus ideales de vida hasta la muerte, ya habían aparecido reflejados en la primera página del quinto capítulo de Sin City: La gran masacre.
Acostumbrados como nos tiene Miller últimamente a su magistral uso del blanco y negro, esperábamos con avidez observar el trabajo de la colorista Lynn Varley. Su perfecto matrimonio artístico, de cuya unión han brotado obras como Ronin o El retorno del caballero oscuro, nos vuelve a maravillar.
El sabio uso de las sombras proporciona una gran sensación tridimensional. Con el sencillo uso de la línea y el color realizan una perfecta ambientación.
Marcan el contraste entre la civilización espartana y persa simplemente con el vestuario. Los austeros espartanos con sus capas y taparrabos; los avariciosos persas con sus suntuosas vestimentas y sus excesivos abalorios.
Este contraste alcanza su mayor expresividad en la contraposición de planos entre un iluminado Jerjes —trastocado en una especie de dragqueen— y un recio y austero Leónidas sin ningún ornamento que le diferencie del resto de sus tropas. El color es utilizado de forma clara, efectiva y dramática, acompañando al ritmo narrativo de la obra.
Miller planifica perfectamente su creación.
Distribuye sabiamente pequeñas viñetas en hercúleas ilustraciones; su maestría en la narración visual, se combina con un certero uso de la narración escrita. Sus textos son ajustados, en ellos aprovecha las palabras al igual que un buen soldado no malgasta su munición.
Desde un primer momento nos sumerge en la historia al utilizar repetitivas expresiones en plural, que marcan el ritmo de avance físico en la narración, al igual que el certero cromatismo sella el avance en el tiempo. Esta sensación de movimiento, de avance, se contrapone con la estructura circular de la obra, empieza como acaba con unos soldados avanzando. La vida es una sucesión de ciclos, las acciones se pueden repetir pero no así sus consecuencias.
El primer avance era hacia el honor, el final hacia la victoria.
Maravilla el cuidado anatómico que le presta en los casos necesarios a su dibujo, para realzar el dramatismo de ciertos actos o para centrar nuestra atención en la psique de los personajes. Por ejemplo: cuando presenciamos el naufragio de un barco persa presenta un dibujo descuidado —casi infantil— en una escena propicia para abigarradas recreaciones dantescas; mientras que centra su trabajo —y nuestra atención— en el contraste entre la desbordante alegría de los jóvenes espartanos y la sombría seriedad de su rey.
El único pero que le podría poner a la obra, es el centrarse demasiado en el sacrificio de los espartanos y olvidarse de los casi 700 tespianos que pudiendo retirarse optaron por permanecer en Las Puertas Calientes.
Dentro de un tiempo, podréis encontrar aquí en Ven y enloquece, un estudio más detallado de esta obra; estableciendo un paralelismo entre las páginas elaboradas por Miller y las que en su momento desarrollaron Héctor Oesterheld y Alberto Breccia en su obra Mort Cinder.
₧, €, ₤, o $ procedentes de este texto a beneficio de la Fundación por la salud mental de Nino Ortea
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