Estimados lectorrres de Ven y enloquece:
Les habla el doctorrr Alex Zorka —doy porrr sentado que la mayorrría de ustedes me conocerrrán porrr mi parrrticipación en prrrogrrramas como Grrran Herrrmano o Contacto con tacto—.
YO me veo obligado a comunicarrrles un parrr de rrrealidades en lo rrrelativo a este blog. Rrrealidades que ya rrresultaba imposible intentarrr mantenerrr ocultas porrr más tiempo:
1) Nino Ortea no existe.
2) Trostélido es un palabrrro. No aparrrece en ningún diccionarrrio ni manual de uso.
Me van a perrrmitirrr que me explique, parrra evitarrr posibles ataques de histerrria colectiva entrrre la legión de seguidorrres de este grrran blog y de su mejorrr crrreación: Nino Ortea.
En la noche del 16 de noviembrrre de 2006, un porrr entonces desconocido rrrompió la trrranquilidad de mi centrrro de rrreposo situado en el paseo marrrítimo de la playa de San Lorrrenzo, en Gijón.
Extrrremadamente delgado, ligerrramente desaliñado e incapaz de centrrrarrr la mirrrada, expresiones como “¡jar¡, chanchi, trostélido o pellejuda” llamaron la atención del rrrecepcionista de noche de mi centrrro, a quien se había dirigido para preguntarle si le vendía el último número de la rrrevista Súperrr Pop.
Fui avisado a fin de que dierrra mi consentimiento parrra telefonearrr a las fuerrrzas del orrrden. Trrras verrrlo, me llamarrron la atención su soberrrbia y su capacidad parrra simularrr estarrr cuerrrdo, rrrecurrrrrriendo a una verrrborrrrrrea siemprrre elogiosa sobrrre sí mismo.
Fumadorrr compulsivo, bebedorrr impulsivo, insomne e indecente. Esos rrrasgos enseguida me rrresultarrron evidentes. Trrras dejarrrlo hablarrr de sí mismo —rrresultaba ameno pese a su discurrrso monotemático— fui descubrrriendo una serrrie de rrrealidades evidentes, ocultas bajo su desvarrrío:
A) Estaba afectado porrr una pérrrdida muy dolorrrosa en su entorrrno afectivo.
B) Errra una perrrsona con una necesidad incontenible de serrr escuchado.
C) Sufrrría un trrremendo desengaño amorrroso que se negaba a afrrrontarrr.
D) La falta de un trrrabajo estable lo había llevado a tenerrr un exceso de tiempo indolente, en el que se había obsesionado con su situación emocional.
E) Su mente había rrreaccionado crrreando la figurrra de “El Otrrro”. En su caso, había desarrrrrrollado una perrrsona que encarrrnaba sus fantasías; pues el prrroyectaba todas sus penas y culpas sobrrre su verrrdaderrro yo.
YO decidí perrrmitirrrle quedarrrse en mi centrrro durrrante esa noche; y a la mañana siguiente se levantó muy locuaz. Ayudó en todos los prrreparrrativos parrra disponerrr el salón de carrra al turrrno de desayuno de mis usuarrrios; y mostrrró una grrran facilidad parrra interrractuarrr tanto con el perrrsonal como con los huéspedes. Especialmente con las damas de cierrrta edad, que se mostrrraban embelesadas porrr su encanto.
O, más bien deberrría decirrr porrr el encanto de su alterrr ego: Nino.
Nunca sabrrré lo que lo llevó a llamarrr a las puerrrtas de mi centrrro; aunque todo indica que errra víctima de un estado pasajerrro de desorrrientación mental, rrresultante de un cúmulo de tensiones emocionales y prrrivaciones físicas.
Trrras el desayuno se dispuso a dejarrrnos, pues debía rrregrrresarrr a su casa. Se ofrrreció a pagarrr porrr el desayuno y la cama, parrra lo que sacó —porrr errrrrrorrr— la tarrrjeta de un videoclub. En ese momento pude leerrr porrr vez prrrimerrra su nombrrre auténtico: Marrrrzelino Hazel Pino.
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Le dije que no debía nada, a lo que él contrrradijo diciendo que no le gustaba deberrr favorrres y rrretomó su canto a si mismo y a lo mucho que valía.
Atrrraído porrr la currriosidad sobrrre su caso —que me rrrecorrrdaba al Síndrrrome Drrrakul padecido porrr el grrran Bela Lugosi— YO me ofrrrecí a darrrle trrrabajo como chico de los rrrecados, confiando en que al tenerrrlo cerrrca podrrría ayudarrrlo sin que su egocentrrrismo rrrechazarrra mi favorrr.
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