Marcado por el ODIO
Desde pequeños se nos ha inculcado la idea de que odiar es algo muy feo, y lo que hay que hacer es “amar y ser desprendido”. No, no pongáis esa cara tipo Michelle Obama viendo su orondo reflejo en el espejo. Con lo de “amar y desprenderse” no os estoy sugiriendo que os despelotéis a la ligera, y menos con este frió eneril.
¿Os he dicho que odio el frío?
Sin embargo, uno es de los que piensan que eso del odio no está tan mal, dado que sólo una fina línea lo separa de esa tontería llamada amor; y además, por mucho que repaso los siete Pecados Capitales, no encuentro ninguna mención a la impiedad de detestar.
Si todos aceptamos que “algo tiene el agua cuando la bendicen”, ¿por qué no admitimos que todos bebemos ocasionalmente de las acequias del odio; y, de paso, nos dejamos de memeces como “envidia sana” o “indiferencia total”?
Odio el brécol, odio trabajar, odio envejecer, odio que me toque quien no quiero, odio a los padres que dejan que sus monstruitos incordien a los demás, odio al que se acuesta con ella y despertarme solo.
Vivimos tiempos absurdos. En los que el matrimonio entre La Falsa Moral y El Remilgo Social ha tenido como descendencia silencios culpables disfrazados de buenos modales. La conjunción entre “Eso no se hace”, “Eso no se dice” y “Eso no se toca” ha originado una Sociedad donde quien mantiene una opinión crítica es un criticón, y quien no participa de las pautas globalizadas es un asocial.
El libre albedrío, el derecho al pataleo y al cabreo no tienen sentido en un Mundo donde las grandes corporaciones se han apoderado de todo aquello que no tenía derecho de propiedad y hacía de vivir un ejercicio de individualidad.
Cuando la llegada de las estaciones pertenece a una cadena de grandes almacenes, o la alegría de vivir está embotellada en una bebida refrescante, sólo nos quedan dos opciones: ponernos la piel de corderos y pastar felices en el redil del asentimiento, o clamar a voces en el rebaño del descontento.
¡Odio no tener televisión, para así poder lobotomizarme y tirar pa´lante!
El clamor de esos gritos de insatisfacción se convierte en Arte cuando brota de contados individuos que logran expresar lo que gran parte sentimos. Las diferencias creativas que distinguen a Pío Baroja, John Huston o The Rolling Stones, no les impiden coincidir en esa defensa del inconformismo y denuncia de la angustia vital que subyace en películas como «Vidas rebeldes», novelas como«El árbol de la ciencia», o canciones como «Satisfaction».
El mundo de la Historieta no es ajeno a este “mecagontó” que nos desborda ante la infamia social. La genial obra de IVÁ, o la de Peter Bagge son prueba de ello. Las siguientes líneas se centrarán en la, hasta el momento, obra más representativa de Bagge, «Hate», publicada en España bajo el título genérico de «ODIO».
Pero antes de comenzar... unos consejos de nuestros patrocinadores.
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