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Mis mejores deseos para ti y los tuyos, amable leyente, ahora y siempre

jueves, 27 de enero de 2011

El quinto elemento.


Mientras vineábamos el viernes pasado, Felipe me preguntó qué textos seleccionaría de cara a editar una antología de los pretextos presentes en Ven y enloquece. Mi respuesta fue larga y por momentos pedante; pues, para no decir nada, llegue a citar a mi ignorado Arthur Miller y su Todos eran mis hijos o a brindar por el placer de un buen vino frente a un vino bueno.

Como ya había logrado mi objetivo –el cual no era otro que atraer la atención de los cuatro restantes vineantes– concluí mi loor asegurándole a él y los restantes escuchantes que no puedo elegir entre mis escritos ni sobre mis amantes. Obviamente no resonó ninguna ovación, ni nadie sugirió que la Humanidad enmudecería ante mi silencio. Es más, una sonrisa femenina dejó de serlo para sugerir que necesitaba picar algo antes de seguir bebiendo. A esas alturas la botella de vino estaba en sus horas mas bajas, compitiendo en su condición vacía con mi modestia.

Quizá por creer que el vino era agua, me equivoqué entonces. Al igual que me equivocaba cuando pensaba que tu corazón era mi casa. Aunque, como no sé si te lo albertí entonces quiero asegurarme de que te lo advertí después: no creas las fábulas de este fabulador, disfrútalas. Mis textos son espejismos, no espejos.

Felipe llegó a este blog con una lectura silente. Cuando las lecturas detenidas se transformaron en escrituras detalladas, su identidad anónima identificaba a un desconocido para mí. En sus comentarios encontraba Afecto, ese quinto elemento tan necesario para la Vida como lo són los cuatro elementos de la Naturaleza. Pasado más de un año, un capricho de ese Destino habitualmente rácano en alegrías y pródigo en miserias, hizo que nos conociéramos en una plaza pública. Tanto leído como oído, Felipe se ha mostrado como un hombre con gran curiosidad vital y generoso en palabras que trasmiten ánimo hacia mi persona.

Algo parecido a lo que hizo mi amigo Antón. Lo echo mucho de menos. No tengo claro si no puedo hacer nada más por él o no quiero hacer más. Lo que sí que sé es que me cuesta hablar de él en pasado.

Lo que también sé es que este texto que he recolgado en Tras el cristal es, de entre todos los que llevo escritos, el que me gustaría que siempre permaneciera en Internet . Pues lo considero una instantánea de mi amistad eterna hacia un gran amigo: mi amigo Antón.

Nino

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