Quizá ya la hayas visto –o lo que es peor: puede que la des por vista–. Al igual que quizá ya hayas leido esta reseña –o lo que es pésino: puede que no quieras leerla–.
LA JUNGLA 4.0
El regreso del último boy-scout
Veinte años no es nada… o al menos, así parece tras comprobar la solvencia con la que Bruce Willis recupera su junglero papel de John McLane. Aunque el concepto ha sufrido un lógico “aggiornamiento”, básicamente continúa fiel a un esquema muy férreo. Fidelidad que se debe a la rentabilidad del producto y a la presencia como productores de John McTiernan (director de la primera y tercera entrega) y Willis.
Una vez más, el guión se basa en un texto ya existente (el artículo A Farewell to Arms del británico John Carlin) cuya estructura no sólo es comprensible por un niño de cuatro años –sabida es la soltura informática de estos diablillos– sino que también por un cuarentón de cerebro abrasado por los excesos. McLane, ahora miembro de una agencia de Seguridad Nacional, ve interrumpidos sus esfuerzos para evitar que la población mundial aumente a costa de su libidinosa hija, al recibir el encargo de detener a un hacker tras registrarse un ataque al sistema de seguridad informática del F.B.I. Una vez más, las casualidades harán que este héroe a la fuerza desarticule una conspiración que busca sumir a EE.UU. en la era pre Windows.
En la sumisión a la búsqueda de la espectacularidad, el libreto ignora el desarrollo de los ¿personajes? y supedita todo recurso creativo a la construcción de una rauda montaña rusa de acción, alimentada por constantes referencias a la Cultura Pop: el universo de Star Wars, las figuras de acción basadas en personajes de Cómic... Len Wiseman (Underworld) resuelve con nota el encargo, filmando con solvencia espectaculares escenas como la del caos circulatorio en un paso subterráneo, gracias a un engranado trabajo de planificación y a un regusto narrativo clásico, alejado de las técnicas redundantes o mareantes que emponzoñan gran parte del cine de acción actual.
Willis vuelve a encarnar con desparpajo a su desencantado héroe, y frente a petardos como los personajes del hacker (cuyo mayor mérito es su buen gusto para las figuras de acción basadas en personajes de Cómic) o la joven McLane (quien por fortuna no aparece en la mayor parte del metraje), destacan un malo malísimo alejado del histrionismo y centrado en lo pragmático; y sobre todo la crujiente Maggie Q. Una diablesa embutida en cuero, que ya puebla nuestros sueños más sórdidos.
En resumen: un más de lo mismo, pero mejor, apto para incondicionales y para todo aquél que sepa disfrutar del Cine sin prejuicios.
Nino Ortea Gijón, 9-9-07